Modestas propuestas
Hace aproximadamente un mes el pintor Frederic Amat escribi¨® en estas mismas p¨¢ginas un valiente art¨ªculo, llamado El tri¨¢ngulo y su eco, en el que reflexionaba sobre la situaci¨®n de la cultura en Catalu?a. El t¨ªtulo alud¨ªa a un caligrama de J. V. Foix que bajo el t¨ªtulo Poema de Catalunya representa un tri¨¢ngulo en el que el poeta escribi¨® sobre cada lado "mar Mediterrani". En el texto, Amat, tras repasar brevemente su propia experiencia con relaci¨®n a las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, se lamentaba de que dos a?os de nuevo Gobierno catal¨¢n no han remediado en nada la situaci¨®n creada en los cuatro lustros anteriores. En el art¨ªculo planeaban las calificaciones que se oyen desde hace tiempo en las conversaciones privadas, todas las cuales tienen que ver con otro tri¨¢ngulo menos po¨¦tico: mediocridad, sectarismo, vulgaridad.
Amat recordaba las esperanzas que hab¨ªa depositado en la puesta en marcha de un Consejo de la Cultura y de las Artes de Catalu?a, proyecto recogido en el programa del Gobierno tripartito, y su decepci¨®n ante el retraso de tal iniciativa. M¨¢s all¨¢ de sus propias expectativas, tambi¨¦n recordaba la existencia, desde hace tres a?os, de una activa plataforma para el Consejo de las Artes que agrupa a decenas de asociaciones y de un minucioso informe encargado por el Gobierno catal¨¢n al profesor Josep Maria Bricall sobre las condiciones y viabilidad de un organismo de este tipo. Hacia el final de su art¨ªculo Frederic Amat alud¨ªa al hecho de que un Consejo de Cultura no puede, en ning¨²n modo, discurrir de espaldas al sistema educativo.
A m¨ª me parece que este ¨²ltimo punto es el primero en importancia (y creo que Amat comparte esta jerarqu¨ªa). Dicho radicalmente: en t¨¦rminos pol¨ªticos no deber¨ªamos hablar de cultura, sino de educaci¨®n, siendo en ¨¦sta y no en aqu¨¦lla donde deber¨ªan intervenir los gobiernos. Ya he expuesto en otras ocasiones que en mi opini¨®n podr¨ªan extinguirse los ministerios y consejer¨ªas de cultura si los gobiernos se propusieran realmente emprender reformas educativas de verdad y no los demag¨®gicos simulacros al uso.
Incluso he dicho por d¨®nde, a mi parecer, debe romperse ese c¨ªrculo vicioso y de d¨®nde obtener una parte, al menos, del dinero necesario. El c¨ªrculo podr¨ªa romperse dotando a las universidades p¨²blicas de las mejores facultades de magisterio (atrayendo hacia ellas a profesores de mayor prestigio) y convirtiendo a los maestros, por deber ciudadano, en figuras bien remuneradas econ¨®mica y moralmente. Si no hay dinero en otra parte -que lo hay, y mucho-, la reforma se podr¨ªa financiar con el trasvase hacia el c¨ªrculo educativo de los millones de euros que se gastan en grandes y peque?as subvenciones dedicadas a cultura -es un decir- las instituciones estatales, auton¨®micas, municipales y locales.
Educaci¨®n: cien; cultura: cero. ?ste es mi ideal desde el punto de vista pol¨ªtico, porque no concibo idea m¨¢s perversa y m¨¢s rentable para los sectarismos que la separaci¨®n entre educaci¨®n y cultura, siendo ¨¦sta el espect¨¢culo m¨¢s ligero y aqu¨¦lla la carga m¨¢s pesada. La pol¨ªtica deber¨ªa sacar las manos de la cultura y, en cambio, ponerse a trabajar a fondo en la educaci¨®n. Dicho inocentemente: en una sociedad suficientemente educada no har¨ªa falta primar la ideolog¨ªa, la identidad, la orientaci¨®n doctrinal. Ninguna autoridad pol¨ªtica podr¨ªa decidir tampoco qui¨¦n es vanguardista o tradicionalista, qui¨¦n es patriota o traidor, a qui¨¦n premiar y a qui¨¦n no. Con buenos art¨ªfices, con sentido del riesgo y de la responsabilidad, ?para qu¨¦ emplear los impuestos en subvenciones?
Reconozco, no obstante, que este ideal est¨¢ lejos de poder alcanzarse, y es por all¨ª por donde se cuela la oportunidad de ese Consejo de la Cultura y de las Artes cuya vigencia Frederic Amat reclamaba. Pero ?cu¨¢l deber¨ªa ser su misi¨®n?
Para m¨ª, su misi¨®n a largo plazo ser¨ªa el definitivo reencauzamiento de la pol¨ªtica hacia la educaci¨®n y su alejamiento de la cultura. El hipot¨¦tico Consejo de la Cultura, por consiguiente, cumplir¨ªa su misi¨®n en el futuro disolvi¨¦ndose en un nuevo horizonte. Mientras tanto s¨®lo poseer¨ªa cr¨¦dito e inter¨¦s si fuera un organismo fuerte, independiente, resolutivo y con autoridad cient¨ªfica y moral. Muy dif¨ªcil de constituir, por tanto, en las actuales condiciones y tras tantos a?os de maleamiento espiritual. No puede ser un senado plat¨®nico -?qui¨¦n dice que alguien es sabio?- ni un sindicato populista basado en los gremios y expuesto a la mesocracia profesional. Y menos que nada puede ser una correa de transmisi¨®n de los pol¨ªticos.
Y sin embargo, son los pol¨ªticos los ¨²nicos que tienen el poder de ponerlo en marcha. El nuevo consejero de Cultura del Gobierno de la Generalitat tiene la oportunidad ¨²nica de plantear el debate con la audacia suficiente como para comprender que tanto su partido como su Gobierno y la consejer¨ªa que preside deber¨ªan, al final del proceso, permanecer al margen de la pol¨ªtica cultural de Catalu?a sencillamente porque no habr¨ªa pol¨ªtica cultural. Nos conformar¨ªamos con que hubiera una gran pol¨ªtica educativa.
Pero las declaraciones y los hechos anteriores no eran alentadores. A los ministros y consejeros de Cultura les gusta proclamar que "todos los gobiernos deben tener su propia pol¨ªtica cultural", como asegur¨® Caterina Mieras la ¨²ltima vez que habl¨® del ya casi kafkiano Consejo de la Cultura y de las Artes. No hizo sino repetir lo que vienen repitiendo desde hace d¨¦cadas los sucesivos portavoces de los gobiernos estatales y aut¨®nomos.
?Olvidad de una vez la pol¨ªtica cultural! ?Lo que se necesita es educaci¨®n!
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