La Dama de Elche abandona el Museo Arqueol¨®gico de Madrid durante seis meses
La Dama de Elche, obra cumbre del arte ibero en piedra caliza blanca, sale de Madrid y se marcha de vacaciones seis meses a su tierra alicantina. Pero Madrid va a guardarle bien las ausencias. A la sala XIX del Museo Arqueol¨®gico Nacional en la calle de Serrano -donde el anuncio de su partida ha causado tristeza- va a llegar de manera continua la se?al procedente de un sistema de televisi¨®n instalado para la ocasi¨®n junto a ella. La se?al dar¨¢ cuenta de la presencia de la diosa ibera en el palacio ilicitano de Altamira, donde va a ser exhibida a partir del D¨ªa Internacional de los Museos (el pr¨®ximo 18 de mayo), motivo oficial de su viaje.
Su periplo parte del Museo Arqueol¨®gico Nacional de la calle de Serrano, en v¨ªsperas de la velada internacional, a bordo de un autom¨®vil especialmente preparado para el traslado. El conservador Salvador Rovira ha trazado un plan donde se fija un programa sobre las exigencias de conservaci¨®n, transporte y estad¨ªa que tan valiosa estatua demanda.
La visita culmina a su regreso, el mes de noviembre de este a?o, otra vez en el recinto muse¨ªstico. Ser¨¢ su segunda salida de Madrid hacia Elche desde el a?o 1965, porque en la capital madrile?a ha permanecido sin otra interrupci¨®n que aqu¨¦lla desde el a?o 1941.
Manos maestras
La historia de esta pieza, considerada como la expresi¨®n m¨¢s sublime del arte ib¨¦rico hispano, que fue tallada por manos maestras en piedra caliza en la bisagra entre los siglos V y IV antes de Cristo, es toda una epopeya de vicisitudes. Arranca el d¨ªa 4 de agosto del a?o de 1897. Su hallazgo en una huerta en las inmediaciones de L'Alc¨²dia de Elche fue un acontecimiento fortuito, seg¨²n explic¨® entonces el joven aguador, de nombre Manuel Campello Escl¨ªpes. Confes¨® que la hab¨ªa encontrado entre la tierra de un predio propiedad de un m¨¦dico de su mismo apellido con el que, sin embargo, no manten¨ªa parentesco alguno. El m¨¦dico ten¨ªa en aquella fecha hospedado a un hispanista franc¨¦s, invitado suyo, Pierre Par¨ªs, con conocimientos suficientes como para percibir el valor de la escultura.
As¨ª, consigui¨® que el m¨¦dico Campello, su anfitri¨®n, le vendiera el busto de la diosa por 5.200 pesetas de entonces. Si bien se trataba de una suma considerable, resultaba del todo insuficiente para tasar una obra considerada incunable, sin precio posible dada su extraordinaria val¨ªa art¨ªstica, documento singular¨ªsimo de una oscura etapa hist¨®rica. El 30 de agosto de aquel a?o, la Dama, que algunos llamaban entonces Reina Mora, viajaba hacia Francia, donde iba a adquirir nombrad¨ªa universal al ser expuesta en el Museo del Louvre.
Tal celebridad de la Dama de Elche se debe no s¨®lo a su belleza como talla pulcramente cincelada, de serena gestualidad, a la que hay que a?adir su porte hier¨¢tico y una magna impasibilidad que la singulariza. Tambi¨¦n, y sobre todo, obedece a la gran cantidad de informaci¨®n que alberga: sus atav¨ªos -rodetes, collares, f¨ªbulas, abalorios y diadema- dan cuenta de una cultura material ibera mucho m¨¢s desarrollada de lo que siempre se pens¨®, habida cuenta de las lagunas hist¨®ricas existentes entonces sobre todo lo relacionado con aquella civilizaci¨®n asentada en el interior de la Pen¨ªnsula. La t¨¦cnica expresiva aplicada a la Dama de Elche es, a juicio de la pr¨¢ctica totalidad de los expertos en arte antiguo, de perfecci¨®n insospechada.
Tras su venta al hu¨¦sped franc¨¦s, la Dama fue a parar a Par¨ªs, donde su majestuosidad sedujo a cuantos la vieron. All¨ª estuvo hasta su traslado al castillo de Montadau, cerca de Toulouse, donde permaneci¨® durante la ocupaci¨®n alemana de Francia, en mayo de 1940. Fue el 10 de febrero de 1941 cuando el Gobierno colaboracionista con Hitler del mariscal Philippe P¨¦tain decidi¨® enviar la estatua a Espa?a, hacia la frontera de Port Bou, de donde hab¨ªa salido, malvendida, a finales del siglo XIX.
El resncate fue aprovechado por el dictador Francisco Franco para darse lustre nacionalista y la Dama de Elche pas¨® a ocupar un sitial en el Museo del Prado, primero, para languidecer luego.
Del Museo del Prado saldr¨ªa en un corto viaje a Elche, entre octubre y noviembre de 1965, en un Citro?n 2 CV -dice el relato oficioso- que la condujo hasta su destino "guarecida por la espl¨¦ndida suspensi¨®n del fr¨¢gil veh¨ªculo", seg¨²n se dijo entonces. Cuando retornaba al museo, un fot¨®grafo de la agencia oficial Cifra sorprendi¨® en una instant¨¢nea a un empleado de la empresa Macarr¨®n: llevaba a pulso la estatua, hecho que caus¨® estremecimiento general. La Dama no se quebr¨® en a?icos, pero corri¨® serio riesgo. El 12 de marzo de 1971 fue a recalar al Museo Arqueol¨®gico Nacional en la calle de Serrano, 13, donde a¨²n cabe admirarla.
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