Mafia y corrupci¨®n
Los ¨²ltimos acontecimientos que han tenido lugar en el ayuntamiento de Marbella, presumiblemente no ser¨¢n los ¨²ltimos, sin olvidarnos de los sufridos en otras ciudades de la costa malague?a, de la levantina o del archipi¨¦lago canario, por mencionar otros ejemplos, brindan la oportunidad de poder reflexionar sobre ese azote que, como un c¨¢ncer, se extiende cada vez m¨¢s por nuestra geograf¨ªa. Conocido es ese c¨¢ncer con el nombre de corrupci¨®n, con la que estamos conviviendo hace ya tiempo bajo dos de sus formas m¨¢s comunes, aunque reviste otras varias: la simple y la mafiosa.
No siempre, en efecto, pueden identificarse todas las corrupciones que vienen aflorando con la forma de actuar la Mafia, aunque a los ciudadanos honrados les repugne tanto una como otra modalidad y, en grado sumo, si los autores de las tropel¨ªas desempe?an cargos p¨²blicos, prevali¨¦ndose de ellos para incrementar sus patrimonios o, de no poseerlos, hacer fortunas que en ocasiones inmensas son.
De acuerdo con lo expuesto, corruptos hay que actuan individualmente o en pareja, dedic¨¢ndose bien a enflaquecer, bien a hacer desaparecer dinero de las cajas municipales, auton¨®micas o estatales, con prevaricaciones y cohechos de por medio en no pocos casos. Dinero que no es sino de los ciudadanos que, a rega?adientes o de buen grado seg¨²n la formaci¨®n o principios de cada cual, pagan religiosamente o de forma atea, s¨¦ame permitida la licencia, sus impuestos. Pero esta clase de corruptos, impresentables en todo caso, no llegan a ser mafiosos, siendo innecesario a?adir que no constituye ello una causa de atenuaci¨®n de su responsabilidad criminal.
Pero hay otra clase de corruptos m¨¢s peligrosos que, actuando en la instituci¨®n que se les confi¨®, en grupo y puestos previamente de acuerdo, para conseguir sus objetivos necesitan corromper a otras personas, sean de clase alta, media o de condici¨®n m¨¢s modesta o subordinados suyos, benefici¨¢ndolas igualmente. No pertenecen claro es a la Mafia con may¨²scula, pero es indudable que en ella se inspiran y sus m¨¦todos, mafiosos pueden considerarse, coaccionando o amenazando en muchos casos a quienes, siendo ¨ªntegros, no pierden unas veces su integridad -gran m¨¦rito es- pero, en otras, terminan cediendo a los chantajes de que han sido objeto. Hay que acabar con esta plaga de desalmados, cuanto antes. De no ser as¨ª m¨¢s negro todav¨ªa ser¨¢ el ma?ana.
El ejemplo claro lo encontramos en Italia. Cuando los aliados desembarcaron en Sicilia, templo de la Mafia, en la segunda conflagraci¨®n mundial, las grandes familias, cuya generaci¨®n anterior tan importante como triste papel protagoniz¨® en los Estados Unidos en los a?os veinte y treinta del pasado siglo, tras llegar a la conclusi¨®n de que ya no merec¨ªa la pena apoyar al fascismo, decidieron facilitar las cosas a los vencedores y nadie a cambio les toc¨® un pelo.
Al no aniquilarla para siempre de un plumazo, sin que jam¨¢s se hayan explicado razones de peso, se pag¨® por ello un alto precio. Continuaron enriqueci¨¦ndose, extorsionando y matando, lo que ha durado hasta nuestros d¨ªas. Hicieron m¨¢s fuerte su Estado particular dentro del italiano, corrompieron a funcionarios y a una parte de la clase pol¨ªtica, asesinaron a jueces que persegu¨ªan sus talones, hasta se introdujeron, muchos as¨ª lo dicen, en el Vaticano, como de forma excepcional relata Coppola en la tercera parte de El Padrino. No se ataj¨® el mal a tiempo y sus m¨¦todos han creado escuela.
Mafias aut¨¦nticas y sumamente peligrosas son, de otro lado, las organizaciones de los grandes narcotraficantes. Pero sus actividades, penalmente, no se encuadran dentro de los delitos econ¨®micos relacionados con la corrupci¨®n, salvo las operaciones de blanqueo de dinero que perseguidas son por la Fiscal¨ªa especial. Tambi¨¦n corrompen a funcionarios como de vez en cuando se nos informa, alcanzando a polic¨ªas y a guardias civiles, una minor¨ªa, cierto, pero en n¨²mero nada desde?able.
Vivimos una ¨¦poca en la que s¨®lo aquellos ciudadanos de grandes principios, por fortuna la mayor¨ªa, resisten a las grandes tentaciones que los mangantes de turno ofrecen para obtener el dinero f¨¢cil. La corrupci¨®n ha alcanzado a banqueros, inspectores de Hacienda, al notariado. Incluso la magistratura ha padecido los zarpazos de la corrupci¨®n en su seno, por causas limitadas a acciones individuales bati¨¦ndose el r¨¦cord con el caso de un tristemente c¨¦lebre vocal, nada menos, del ¨®rgano de gobierno de jueces y magistrados.
Si la delincuencia en general es siempre rechazada y combatida, la corrupci¨®n econ¨®mica -se utilicen o no m¨¦todos mafiosos, sin llegar al asesinato como la Mafia-, es particularmente repugnante a los ciudadanos. Pero todav¨ªa es tiempo para acabar con ella, sea en Marbella o en cualquier otro lugar de Andaluc¨ªa. En primer lugar exigiendo a los partidos pol¨ªticos sumo cuidado a la hora de designar sus candidatos. En segundo lugar, exigiendo a los ciudadanos que no miren hacia otro lado mientras las tropel¨ªas se llevan a cabo. Y, por ¨²ltimo, multiplicando el n¨²mero de jueces y fiscales especializados en materia econ¨®mica, el de inspectores de la agencia tributaria y polic¨ªas que refuercen la labor de los hasta ahora existentes.
Lo exige la democracia. No podemos convivir m¨¢s con la corrupci¨®n. De no ser as¨ª tendr¨ªamos que convenir con No?l Coward: es desconsolador pensar cu¨¢nta gente se asombra de la honradez y cu¨¢n pocos se escandalizan con el enga?o.
Juan Jos¨¦ Mart¨ªnez Zato fue vocal del CGPJ y Teniente Fiscal del Tribunal Supremo.
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