"Si hay problemas te la juegas, pero no piensas en ello"
Cuando esta tarde los 11 aviones del Red Bull Air Race inicien sus acrobacias por la playa del Bogatell, volar¨¢n rompiendo por completo todas las normas de navegaci¨®n a¨¦rea internacionales. Habitualmente, ning¨²n aparato puede volar sobre las ciudades, ni pasar por debajo de puentes -en Budapest, rozando el Danubio-, ni mucho menos aterrizar en medio de una playa. Pero ellos lo har¨¢n. Compiten con unos aeroplanos monoplaza que cuestan unos 300.000 euros, pesan 620 kilos y son propulsados por una h¨¦lice que mueve un motor que ofrece una potencia de 300 caballos.
Pueden alcanzar una velocidad m¨¢xima de 400 km/h, pero eso no es lo importante. Lo que m¨¢s destaca en esos aviones es su extrema agilidad y movilidad. Son capaces de invertir la direcci¨®n en cuesti¨®n de segundos, de caer en picado a hasta 10 metros del suelo, de pasar por una puerta de 14 metros de anchura y 18 de altura, cuando su di¨¢metro, con las alas incluidas, es de 12 metros.
"Podemos despegar en 200 metros, pero necesitamos un m¨ªnimo de 300 para aterrizar", comenta Nicol¨¢s Ivanoff, un piloto de 38 a?os nacido en C¨®rcega que sigue el Mundial de vuelo acrob¨¢tico con el equipo Hamilton. "Las diferencias con los aviones convencionales son muy grandes. Un avi¨®n de guerra, por ejemplo, necesita 1.000 metros para despegar, y un Boeing 737 no se levanta con menos de 1.400".
Los pilotos no son suicidas, pero saben que se juegan la vida no s¨®lo en cada carrera, sino tambi¨¦n en cada entrenamiento. "He visto m¨¢s de un accidente, sobre todo en entrenamientos", confiesa Ivanoff, a quien su madre le prohibi¨® competir en coches porque ?era demasiado peligroso! "Si el avi¨®n se parte o si se te rompe un ala, como ocurre a veces por exceso de exigencia al aparato, est¨¢s muerto. No hay nada que hacer. En otras circunstancias puedes saltar con el paraca¨ªdas y tal vez salves la vida".
El problema b¨¢sico es que estos hombres est¨¢n volando a ras de suelo y soportando muchas veces unas fuerzas de gravedad de 10-G: su capacidad de reacci¨®n es nula. Y todo el peligro que asumen les concede una corta recompensa: suelen ganar unos 100.000 euros anuales. Una minucia comparada con cualquier otro deportista de ¨¦lite. David Coulthard, piloto de F-1 que viaj¨® de paquete en uno de estos aviones y acab¨® mareado, percibe unos 10 millones de euros.
Cada piloto suele viajar con un equipo muy corto de colaboradores. "En mi caso, somos dos mec¨¢nicos y yo", confiesa Ivanoff. "Pero es suficiente. Ellos revisan el avi¨®n antes de que yo me suba a ¨¦l para competir. Y eso me da seguridad. No pienso en que puedo sufrir un accidente. Todo lo que hago me resulta divertido y gratificante. Me gusta ver las cosas desde arriba: restaurantes altos, habitaciones de hotel en las plantas m¨¢s altas".
Ivanoff no es una excepci¨®n. Es un loco de la aviaci¨®n, como la mayor¨ªa de sus compa?eros, alguno de ellos ya con 60 a?os. "Ninguno de nosotros entender¨ªamos la vida sin poder volar", concluye.
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