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Entrevista:JAMES LOVELOCK

El retorno del creador de Gaia

Cre¨® la controvertida teor¨ªa de Gaia, seg¨²n la cual la Tierra es un todo que se autorregula Ahora vuelve, con 86 a?os, tan pol¨¦mico. En Espa?a acaba de publicar su autobiograf¨ªa, 'Homenaje a Gaia' (Laetoli), y en el Reino Unido saca un libro anunciando una inminente cat¨¢strofe ambiental.

Rosa Montero

Ha sido uno de los cient¨ªficos m¨¢s pol¨¦micos y originales de la segunda mitad del siglo XX y a¨²n ahora sigue haciendo de las suyas, pero James Lovelock posee un aspecto de abuelito amable y divertido, ese abuelo que todos los ni?os del mundo quisieran tener. R¨ªe con sonoras y abundantes carcajadas, practica un sentido del humor de cuya agudeza no se salva ni ¨¦l mismo y, con su rostro risue?o nimbado de abundantes pelos blancos, da toda la impresi¨®n de ser un hombre en paz consigo mismo y capaz de disfrutar cada uno de los instantes de su vida. Tiene 86 a?os, pero no los representa. Desde luego no es un anciano, sino un ser que parece estar fuera del tiempo, un personaje salido de alg¨²n cuento, un gnomo de los bosques, enjuto, peque?ito, vibrante de energ¨ªa.

"Hay que recurrir a la energ¨ªa nuclear. En pa¨ªses muy urbanos es absurdo intentar sacar la energ¨ªa de los molinos de viento"
"Nos veremos reducidos a s¨®lo 500 millones de humanos viviendo en el ?rtico. Y tendremos que empezar de nuevo"
M¨¢s informaci¨®n
James Lovelock: “La Tierra ya est¨¢ en plena rebeld¨ªa”

Como los gnomos, vive en mitad del campo, en el suroeste de Inglaterra, en una peque?a granja rodeada de 14 hect¨¢reas de tierra. En el exterior, el mundo buc¨®lico, y en el interior, una atm¨®sfera de incesante trabajo: dos salas llenas de ordenadores, de papeles, de libros y cachivaches. All¨ª, ayudado por Sandy, su segunda mujer, una treintena de a?os m¨¢s joven que ¨¦l e igual de acogedora, Lovelock prosigue con su actividad cient¨ªfica. Hace 40 a?os, este hombre ide¨® la teor¨ªa de Gaia, seg¨²n la cual nuestro planeta ser¨ªa un todo capaz de autorregularse. Nunca dijo que Gaia, la Tierra, fuera un ser pensante, ni que tuviera conciencia ni prop¨®sito, pero, pese a ello, sus ideas fueron perseguidas y ridiculizadas ferozmente por los cient¨ªficos durante mucho tiempo, hasta que, a partir de los a?os noventa, empezaron a ser aceptadas de manera mayoritaria.

Este viejo cient¨ªfico ingl¨¦s que es un poco gnomo y quiz¨¢ un poco ni?o adora construir sus instrumentos con sus propias manos (habla de eso como si fuera un juego), y es adem¨¢s un prol¨ªfico inventor. Hace tambi¨¦n 40 a?os cre¨® el detector de captura de electrones (ECD), una m¨¢quina peque?a y barata que revolucion¨® el mundo. El ECD es tan sensible que, si derramamos una botella de perfume en Jap¨®n sobre una manta, a las dos semanas el detector podr¨ªa percibir part¨ªculas de ese perfume en el aire de Londres. Con ese invento sencillo y milagroso, los ecologistas descubrieron residuos de pesticidas en todo el planeta. Y fue el propio Lovelock quien, usando su m¨¢quina, advirti¨® en mediciones sobre el oc¨¦ano la existencia de los CFC, los famosos clorofluorocarbonatos que est¨¢n alterando de manera radical el equilibrio atmosf¨¦rico. Todo esto dio lugar al Protocolo de Montreal y a cuanto ha venido despu¨¦s en el tema de la pol¨ªtica medioambiental. Se puede decir que Lovelock cambi¨® el mundo, y desde luego fue el padre de la ecolog¨ªa moderna, aunque, en general, ¨¦l no se lleva demasiado bien con los verdes: considera que la mayor¨ªa de los ecologistas "no s¨®lo desconocen la ciencia, sino que adem¨¢s la odian".

Ahora, este abuelo vitalista y alegre regresa convertido en un mensajero de la oscuridad. Su ¨²ltimo libro, The revenge of Gaia (La venganza de Gaia), reci¨¦n publicado en el Reino Unido, viene a decirnos que estamos inevitablemente abocados a una cat¨¢strofe natural casi inmediata. Desde luego, resulta dif¨ªcil creer que el mundo tal y como lo conocemos se haya acabado para dentro de 60 u 80 a?os. Pero, a fin de cuentas, tambi¨¦n nos resulta dif¨ªcil creer en nuestra propia muerte.

Su ¨²ltimo libro ha sido un verdadero bombazo, y muy pol¨¦mico. Usted presenta en ¨¦l un futuro muy negro para la humanidad.

Me temo que s¨ª, es una historia muy triste, aunque no totalmente desesperada. Va a ser un golpe muy grande para los humanos, pero habr¨¢ supervivientes y tendremos la oportunidad de empezar de nuevo. Porque en esta ocasi¨®n lo hemos hecho fatal. En cierto modo me siento mal por ser el portador de unas noticias tan terribles, pero por otro lado miras alrededor y ves que las cosas empeoran y empeoran por momento en el mundo, y alguien tiene que intentar detener ese desastre.

Dice usted que para 2050 se habr¨¢n deshelado los polos y que Londres, entre muchos otros lugares de la Tierra, estar¨¢ sepultado bajo las aguas.

En efecto, los polos se habr¨¢n deshelado totalmente, y puede que antes de esa fecha. En cuanto a las inundaciones, no estoy seguro de si ocurrir¨¢n tan pronto. Lo que provocar¨¢ las inundaciones masivas ser¨¢ el deshielo de los glaciares, y puede que eso tarde un poco m¨¢s.

Pero en cualquier caso ser¨ªa lo suficientemente pronto, antes de que se acabe este siglo.

Oh, s¨ª, eso desde luego. Definitivamente, antes de que se acabe este siglo, Londres estar¨¢ inundado. Y todas las zonas costeras. Imag¨ªnese Bangladesh, por ejemplo; el pa¨ªs entero desaparecer¨¢ bajo las aguas. Y sus 140 millones de habitantes intentar¨¢n desplazarse a otros pa¨ªses? Donde no ser¨¢n bien recibidos. En todo el mundo habr¨¢ muchas guerras y mucha sangre.

Mire, lo que m¨¢s me inquieta de sus predicciones es que usted nunca ha sido un hombre apocal¨ªptico.

Nunca, nada. Siempre he sido justamente todo lo contrario.

Que usted salga ahora con un libro tan pesimista debe de haber supuesto un choque en la comunidad cient¨ªfica.

Bueno, tengo bastantes amigos en el campo de la ciencia, y especialmente dentro de los cient¨ªficos del clima, que manejan los mismos datos que estoy manejando yo. Lo que pasa es que, al estar empleados, no pueden hablar claramente de estas teor¨ªas, porque si lo hicieran perder¨ªan sus trabajos. Pero han hablado conmigo y me han dicho que en cierto sentido, yo soy su portavoz. Est¨¢n muy preocupados. Y su actitud respecto al libro que acabo de publicar es que, en todo caso, se queda corto. La situaci¨®n es verdaderamente muy mala.

Tan mala que usted sostiene que hay que recurrir a la energ¨ªa nuclear, porque no hay tiempo para descubrir otra energ¨ªa alternativa lo suficientemente eficiente.

As¨ª es. No es que yo est¨¦ en contra de otras energ¨ªas alternativas, sobre todo en algunas zonas como, por ejemplo, los pa¨ªses des¨¦rticos, en donde resulta de lo m¨¢s razonable usar la energ¨ªa e¨®lica para desalinizar el agua. Pero en pa¨ªses muy urbanos y densamente habitados, como Inglaterra o Alemania, es absurdo intentar sacar la energ¨ªa de los molinos de viento.

Su apoyo actual a la energ¨ªa nuclear le ha puesto otra vez en el ojo del hurac¨¢n. Seguir siendo as¨ª de pol¨¦mico con 86 a?os tiene su m¨¦rito y su gracia.

Bueno, supongo que s¨ª, en tanto en cuanto consigas evitar los misiles que te disparan desde todas partes.

Adem¨¢s de cient¨ªfico es usted inventor y ha creado unas sesenta patentes.

Pues s¨ª, pero no poseo ninguna de ellas. La gente no suele saber que, si quieres patentar algo, todo el proceso legal hasta llegar a la patente te cuesta 100.000 libras (140.000 euros), y a ver cu¨¢nta gente tiene dinero para poder permit¨ªrselo. Porque, adem¨¢s, s¨®lo un invento de cada cinco termina siendo rentable. Por otra parte, no soy un hombre de negocios y nunca quise serlo, as¨ª es que lo que hice fue buscar alguna empresa buena, amable y honrada, como Hewlett-Packard, por ejemplo; es una de las compa?¨ªas con las que trabajo. Y entonces llegas a un acuerdo muy simple seg¨²n el cual les cedes tus inventos dentro de un campo determinado, y a cambio ellos te pagan un dinero. Hewlett-Packard me ha pagado 32.000 d¨®lares al a?o, y me basta.

Pero podr¨ªa haberse hecho usted multimillonario con alguno de sus hallazgos? Sobre todo con el ECD. Y, de hecho, usted patent¨® ese invento. Pero luego se lo robaron.

Lo que sucedi¨® es que yo fui a la universidad norteamericana de Yale a trabajar durante unos meses en el departamento de medicina. Ya llevaba el ECD en la cabeza desde mucho antes, pero lo constru¨ª all¨ª. Los de Yale dijeron: "Bueno, vamos a patentarlo; un tercio para Yale, otro para una agencia de patentes y otro tercio para ti". "Bueno", dije, "acepto". No soy avaricioso y no me importaba compartir la patente. Pero en cuanto registramos el ECD recib¨ª una carta muy ruda del Gobierno americano diciendo que ellos se quedaban con la patente. Me qued¨¦ at¨®nito, pero entonces recib¨ª una carta mucho m¨¢s amable del decano de medicina de Yale, en la que me ped¨ªa por favor que renunciara a mis derechos, porque estaban amenazando con cortarles la mitad del presupuesto al departamento. As¨ª es que renunci¨¦. Podr¨ªa haber acudido a abogados y dem¨¢s, pero todo eso cuesta dinero y yo no sab¨ªa si iba a poder recuperarlo. A decir verdad, por entonces yo no pensaba que el ECD fuera a ser una patente muy valiosa.

Y luego se convirti¨® en uno de los inventos fundamentales de la segunda mitad del siglo XX.

S¨ª, pero? Por favor, no me gustar¨ªa que diera la imagen de que me siento frustrado o amargado por eso, por haber perdido la patente. No es algo que me haya preocupado. Mire, esto es el ECD (coge un objeto de su escritorio y me lo ense?a: es un humilde objeto del tama?o de una cajetilla de cigarrillos, unos cuantos hierros viejos clavados a una base de madera).

?Y esto tan peque?o cambi¨® el mundo?

Bueno, no tiene por qu¨¦ ser grande. Y lo que me encanta es que lo fabriqu¨¦ yo mismo. Fue muy divertido.

S¨ª, y para conseguir la fuente radiactiva que necesitaba rasp¨® la pintura fluorescente del cuadro de mandos de un viejo avi¨®n militar.

Cierto. Y f¨ªjese, hoy ya no podr¨ªa hacer eso, porque las nuevas regulaciones verdes respecto al manejo de la radiactividad me lo impedir¨ªan. Es incre¨ªble, pero si los verdes hubieran sido verdaderamente poderosos en los a?os cincuenta, nunca hubiera podido inventar este aparato.

Luego colabor¨® con la NASA. Entre otras cosas, invent¨® un instrumento que luego form¨® parte de la 'Viking'.

S¨ª, la pieza que aterriz¨® en Marte con la Viking era como ¨¦sta. (Vuelve a tomar algo de su escritorio y me lo ense?a: es una birria met¨¢lica, una especie de muelle de lo m¨¢s anodino, no m¨¢s grande que una caja de cerillas). No resulta nada espectacular, pero le aseguro que los instrumentos que analizaban la atm¨®sfera no hubieran funcionado sin ello.

Estando en la NASA se hizo amigo de otros cient¨ªficos y ah¨ª apareci¨® Gaia, de golpe, como un rel¨¢mpago, en el a?o 1965.

S¨ª, trab¨¦ conocimiento con los bi¨®logos y un d¨ªa me dijeron: "?Por qu¨¦ no vienes a una conferencia que tenemos sobre la detecci¨®n de vida en Marte?". Me pareci¨® estupendo y acud¨ª. Y resulta que los bi¨®logos estaban desarrollando equipos de detecci¨®n para la superficie de Marte como si fueran a buscar vida en el desierto de Nevada. Y yo no hac¨ªa m¨¢s que decirles: "?Pero c¨®mo pod¨¦is pensar que la vida de Marte, si es que hay vida, va a crecer en el medio que le hab¨¦is preparado? La vida all¨ª puede ser completamente distinta". Entonces me dijeron: "?T¨² qu¨¦ har¨ªas?". "Bueno, yo intentar¨ªa buscar una reducci¨®n de la entrop¨ªa". Esto les hizo tragar saliva, porque dentro de la fraternidad biol¨®gica nadie parece tener una idea clara de lo que es la entrop¨ªa. Eso me forz¨® a desarrollar un an¨¢lisis atmosf¨¦rico que marcara qu¨¦ condiciones pueden llevar a la vida, y de ah¨ª surgi¨® Gaia.

Lo que usted les dijo es que el equilibrio qu¨ªmico de la atm¨®sfera posee un ¨ªndice muy alto de entrop¨ªa, o lo que es lo mismo, de desorden. Y que cuando se encuentra una atm¨®sfera con una entrop¨ªa baja, en la que hay demasiado metano, o demasiado ox¨ªgeno, o cualquier otro ordenamiento qu¨ªmico an¨®malo, eso indica la presencia de vida. Porque es la vida la que altera el equilibrio qu¨ªmico y lo ordena. Esa idea de la vida como generadora de orden es muy bella.

Gracias. Ver¨¢, es que el jefe de all¨ª se enfad¨® conmigo porque yo hab¨ªa llevado la contraria y exasperado a los bi¨®logos, y me dijo: "Mira, hoy es mi¨¦rcoles. Ven el viernes a mi despacho con un sistema pr¨¢ctico de detecci¨®n de vida a trav¨¦s de la atm¨®sfera o atente a las consecuencias". Aquello sonaba a una amenaza de despido, y la verdad es que cuando te someten a una presi¨®n tan grande es incre¨ªble lo deprisa que puedes pensar e inventar.

Y del mi¨¦rcoles al viernes naci¨® Gaia.

Lo que pens¨¦ es que esos gases de la atm¨®sfera reaccionan los unos con los otros muy r¨¢pidamente. Sin embargo, la atm¨®sfera de la Tierra hab¨ªa permanecido estable durante mucho tiempo. Y me dije: "?Qu¨¦ es lo que hace que se mantenga esta estabilidad?". Y lo ¨²nico que pod¨ªa mantener ese equilibrio era la vida.

Luego, con el tiempo, la teor¨ªa fue desarroll¨¢ndose. Gaia no s¨®lo mantendr¨ªa la atm¨®sfera estable, sino tambi¨¦n la salinidad de los mares, el clima? El nombre de Gaia, que es el de la diosa griega de la Tierra, se lo dio su amigo el escritor y premio Nobel William Golding. Pero la comunidad cient¨ªfica parece haber odiado esa denominaci¨®n desde el primer momento.

Bueno, no todos. A los cient¨ªficos del clima les gust¨® el nombre y la idea desde el principio. El problema siempre ha sido con los bi¨®logos. De alguna manera, los bi¨®logos creen que la vida es su propiedad.

El rechazo, de todas maneras, fue tan clamoroso e insistente que han rebautizado la teor¨ªa? Ahora se llama Ciencia del Sistema de la Tierra.

S¨ª, es que todo era tan dif¨ªcil en los a?os ochenta, y los bi¨®logos eran tan ruidosamente anti-Gaia, que ni siquiera consegu¨ªas publicar un art¨ªculo en una revista cient¨ªfica si llevaba la palabra Gaia por alg¨²n lado. Y por fin un buen n¨²mero de cient¨ªficos sensatos de Estados Unidos solventaron el problema utilizando lo de Ciencia del Sistema de la Tierra, que es un t¨¦rmino que nadie puede rechazar, pero que no tiene el impacto que Gaia tiene para el p¨²blico. De hecho, el t¨¦rmino Gaia est¨¢ regresando.

Dice que era imposible publicar art¨ªculos que trataran de Gaia. S¨¦ que pas¨® usted unos a?os dur¨ªsimos. Durante mucho tiempo estuvo pr¨¢cticamente solo, aparte de unos pocos apoyos, como el de la eminente bi¨®loga Lynn Margulis. Pero no consigui¨® ni una sola subvenci¨®n para sus trabajos y los cient¨ªficos le dedicaron los insultos m¨¢s feroces: dec¨ªan que era usted un "completo imb¨¦cil", un "m¨ªstico chiflado"?

La d¨¦cada de los ochenta fue terrible en muchos sentidos, s¨ª? Hubo tambi¨¦n algunas cosas buenas, pero fue una ¨¦poca de mucho dolor y sufrimiento; tambi¨¦n en el sentido literalmente f¨ªsico. Con todo lo que me pas¨® por entonces, no s¨¦ c¨®mo no ca¨ª en una depresi¨®n, la verdad. Pero es que deprimirme no es mi estilo.

Tambi¨¦n me admira que no se convirtiera en un amargado. Sabe, suele suceder que, cuando alguien cree estar en lo cierto y todo el mundo le contradice y desprecia durante a?os, esa persona se llena de frustraci¨®n y de odio. En usted no veo nada de eso.

Bueno, eso creo que tiene que ver un poco con nuestra idiosincrasia de ingleses locos. Yo fui educado un poco para reprimir toda emoci¨®n, ya sabe, esa cosa inglesa tan t¨ªpica. De manera que creo que para m¨ª hubiera sido simplemente de mal gusto comportarme como si me importara el rechazo de los dem¨¢s. Claro que las cosas han cambiado y las nuevas generaciones de ingleses ya no son as¨ª; ahora son mucho m¨¢s parecidas al resto de Europa, pero en mis tiempos hab¨ªa un poco de eso, esa educaci¨®n que hac¨ªa que te comportaras con una especie de distancia ol¨ªmpica. Esto tiene sus cosas malas, pero tambi¨¦n buenas, porque cuando te llega una ¨¦poca negativa est¨¢s mucho mejor equipado.

Mientras le discut¨ªan su teor¨ªa de Gaia, estaba usted inmerso en lo que llama "la guerra del ozono", que fue toda la pol¨¦mica que hubo en los a?os setenta entre los verdes y los qu¨ªmicos industriales.

Ay, s¨ª. ?sa fue una batalla adyacente y tambi¨¦n estuve en el sector equivocado. Se ve que es mi sino esto de estar en el sector err¨®neo.

Usted estuvo alineado con la industria. Pero dice en su autobiograf¨ªa que se descubri¨® ah¨ª, que no es que eligiera partido.

Pues s¨ª, es que simplemente las cosas sucedieron as¨ª. Con el ECD, la gente empez¨® a descubrir restos de pesticidas por todas partes del mundo y empezaron a ponerse locos con eso. Pero es que el ECD es un aparato tan ultrasensible que yo le aseguro que si ahora cojo una muestra de su sangre o de la m¨ªa, podr¨ªa sacar la huella de todos los pesticidas que se han usado en el planeta, porque est¨¢n almacenados en nuestro cuerpo. Ahora bien, los niveles de estas sustancias son tan extraordinariamente peque?os que son totalmente inofensivos. Y lo que sucede es que los verdes no son nada sensatos y no saben distinguir entre la presencia de un pesticida y que esa sustancia alcance un nivel da?ino. El m¨¦dico medieval Paracelsus ya dijo que el veneno es la dosis, y tiene raz¨®n, pero los verdes no pod¨ªan entender eso. Y el caso es que cuando descubr¨ª los CFC en el oc¨¦ano, me dije: "Oh, Dios m¨ªo, ahora los verdes van a decir que nos estamos envenenando con este producto qu¨ªmico", que provoca c¨¢ncer y todo eso, cuando en realidad se trataba de cantidades ¨ªnfimas. Y entonces en aquella guerra sostuve que el CFC no era da?ino; y eso me coloc¨® en el sector de los malos desde el principio.

Luego se descubri¨® que, en efecto, el da?o que hac¨ªan los CFC era de otro tipo.

Claro, tiempo despu¨¦s se descubri¨® que el da?o que hac¨ªan los CFC era en la estratosfera y a la capa de ozono, pero no en el aire y como riesgo biol¨®gico para la gente. En fin, fue una batalla muy ¨¢spera y amarga. Adem¨¢s de in¨²til. El verdadero problema es que la gente no se ha hecho cargo de la situaci¨®n medioambiental, y entonces Gaia est¨¢ haci¨¦ndose cargo de ella, por as¨ª decirlo. El deterioro ha ido demasiado lejos y ahora el sistema est¨¢ movi¨¦ndose r¨¢pidamente hacia uno de esos momentos cr¨ªticos. Vamos a vernos reducidos a quiz¨¢ 500 millones de humanos, tan poco como eso, 500 millones de humanos viviendo all¨¢ arriba, en el ?rtico. Y tendremos que empezar de nuevo.

Y si nos esforzamos en tomar medidas y abandonar todas esas pr¨¢cticas que est¨¢n alterando el ozono y provocando el cambio clim¨¢tico?

No servir¨ªa de nada. Hace 100 o 50 a?os hubiera sido posible hacer algo, pero a estas alturas ya no hay manera de detener el proceso. Yo creo que dentro de la ciencia del clima todo el mundo sabe que ya es demasiado tarde. Es como ir dentro de un bote y estar demasiado cerca de una catatara. Por mucho que remes, no podr¨¢s evitar la ca¨ªda. Y ahora lo mismo: no se pueden parar las fuerzas naturales que mueven el planeta. A veces pienso que estamos igual que en 1939, cuando todo el mundo sab¨ªa que iba a empezar una guerra mundial, pero nadie se daba por enterado.

Si todo da igual, ?qu¨¦ importa usar energ¨ªa nuclear o no?

S¨ª importa, y mucho, porque lo fundamental es conservar nuestra civilizaci¨®n, de la misma manera que la civilizaci¨®n romana se conserv¨® en los monasterios durante la ¨¦poca oscura. Sin duda, vendr¨¢ una nueva ¨¦poca oscura, y los supervivientes necesitan una fuente de energ¨ªa. Y, por ahora, la ¨²nica fuente suficiente que puede proporcionar electricidad y alimentos y calor a los supervivientes en su retiro ¨¢rtico es la energ¨ªa nuclear, es lo ¨²nico sensato.

Volvamos a su biograf¨ªa. Tantos a?os luchando contra la incomprensi¨®n y, de repente, en la d¨¦cada de los noventa todo parece que se arregla. Empiezan a darle

doctorados 'honoris causa' y premios important¨ªsimos como el Amsterdam, en 1991, y su teor¨ªa de un planeta que se autorregula es hoy pr¨¢cticamente aceptada por todo el mundo, con o sin el pol¨¦mico nombre de Gaia. Usted cita en su autobiograf¨ªa una frase del psic¨®logo William James sobre el lento proceso de aceptaci¨®n de una idea nueva: "Primero la gente dice: 'Es algo absurdo'. Luego dicen: 'A lo mejor tiene raz¨®n'. Y por ¨²ltimo dicen: 'Eso ya lo sab¨ªamos todos desde hace mucho tiempo".

S¨ª, s¨ª, ha sido exactamente as¨ª. Es alucinante pasar por todo ese proceso dentro de una vida, de tu propia vida.

una vida, adem¨¢s, que le ha sido muy dif¨ªcil en muchos sentidos. Su primera mujer ten¨ªa esclerosis m¨²ltiple, enfermedad degenerativa de la que muri¨®. Su cuarto hijo, John, naci¨® con un problema cerebral; todav¨ªa vive con usted aqu¨ª, en la granja. En 1972 tuvo usted una primera angina de pecho y se pas¨® 10 a?os tan enfermo del coraz¨®n que para caminar cien metros ten¨ªa que tomarse trinitoglicerina. Y en 1982, por fin le operaron a coraz¨®n abierto y le hicieron un 'bypass', pero en el transcurso de esa intervenci¨®n le da?aron la uretra, y a partir de entonces ha tenido que ser operado otras 40 veces. Hubo temporadas en las que pasaba por quir¨®fano cada semana.

S¨ª, s¨ª. Y todav¨ªa sigo con ese problema. Aunque ahora no es tan cr¨ªtico.

Todo eso unido al rechazo de sus teor¨ªas y cuando ya estaba cerca de los setenta a?os. Es como para rendirse.

Pero yo ten¨ªa la sensaci¨®n interna de que todav¨ªa iba a vivir bastante. Todos sabemos que vamos a morir en alg¨²n momento, pero creo que de alguna manera sabes dentro de ti si esa muerte est¨¢ pr¨®xima o no? Yo ahora mismo s¨¦ que es muy improbable que me muera ma?ana, incluso con la edad que tengo. Y yo ten¨ªa esa sensaci¨®n de vida incluso entonces, en el momento de mayor negrura. Y si tienes esa vitalidad, simplemente sigues adelante.

En 1988, con 69 a?os y en el momento de mayor negrura, como usted dice, se enamor¨® como un adolescente de Sandy. Desde luego, hace falta mucha vitalidad para enamorarse as¨ª.

Bueno, llevaba mucho tiempo carente de amor, dig¨¢moslo as¨ª. Porque yo estaba comprometido con mi primera mujer por su enfermedad, naturalmente no pod¨ªa abandonarla as¨ª. Pero hac¨ªa tiempo que estaba carente.

Luego, junto con Sandy, llegaron casualmente todos los premios y los reconocimientos. Ha declarado usted que ¨¦stos son los a?os m¨¢s dichosos de su vida. Es una especie de final feliz.

Pues s¨ª, es verdad, exceptuando que ahora en el siglo XXI va a haber un enorme desastre ambiental.

Hablando de finales, me conmueve c¨®mo termina 'Homenaje a Gaia', su preciosa autobiograf¨ªa. Explica usted que es un hombre de ciencia, que es agn¨®stico y que no tiene fe. Y a?ade: "Es consolador pensar que formo parte de Gaia y saber que mi destino es fundirme con la qu¨ªmica de nuestro planeta vivo".

Creo que es buena manera de contemplar el final. A veces me pregunto por qu¨¦ dejamos de adorar la Tierra, porque dependemos de ella en todos los sentidos. Creo que fue un gran error que el ser humano dejara de adorar la Tierra y empezara a adorar dioses remotos.

Adem¨¢s, como dice en su libro, Gaia es tambi¨¦n una vieja dama. Ha vivido 4.000 millones de a?os y le quedan como mucho, dice usted, 1.000 millones m¨¢s. De manera que, en t¨¦rminos humanos, Gaia viene a tener unos ochenta a?os, como usted.

?No le parece hermosa esa idea de una diosa que tambi¨¦n es mortal, que ha envejecido con nosotros y que, al igual que nosotros, acabar¨¢ alg¨²n d¨ªa?

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