Serm¨®n del fantasma
Estaba yo el otro d¨ªa en un bonito funeral que al parecer celebra anualmente la Real Academia Espa?ola, muy cerca de la descuidada casa en que vivi¨® Quevedo, "por Don Miguel de Cervantes y cuantos cultivaron las letras hispanas", con especial menci¨®n de los acad¨¦micos muertos de abril a abril, entre los que este a?o se contaba mi padre, Juli¨¢n Mar¨ªas. Un grupo de voces blancas cantaba gratos fragmentos del C¨®dice de las Huelgas, del siglo XIV, y todo discurr¨ªa apaciblemente. Le toc¨® leer al oficiante un breve extracto de los Evangelios, y fue del de San Lucas, aunque en versi¨®n distinta de la que yo tengo a mano, pues donde en ella dice "esp¨ªritu", ¨¦l ley¨® siempre "fantasma". Trata del momento en que Jes¨²s se apareci¨® ante los once ap¨®stoles tras su resurrecci¨®n (el hoy redescubierto Judas ya se habr¨ªa colgado, y quiz¨¢ cruzado con Jes¨²s en el camino de los infiernos, el uno de ida y el otro de vuelta; qui¨¦n sabe si se saludaron o ambos desviaron la vista, como si no se conocieran): "Mientras esto hablaban, se present¨® en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Aterrados y llenos de miedo, cre¨ªan ver un esp¨ªritu. ?l les dijo: ?Por qu¨¦ os turb¨¢is y por qu¨¦ suben a vuestro coraz¨®n esos pensamientos? Ved mis manos y mis pies, que yo soy. Palpadme y ved, que un esp¨ªritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Diciendo esto, les mostr¨® las manos y los pies. No creyendo a¨²n ellos ?, les dijo: ?Ten¨¦is aqu¨ª algo que comer? Le dieron un trozo de pez asado, y tom¨¢ndolo, comi¨® delante de ellos". En la traducci¨®n de Casiodoro de Reina, conocida como La Biblia del Oso, de 1569, la escena no difiere, aunque los disc¨ªpulos le ofrecieron tambi¨¦n "un panal de miel", igualmente presente en la versi¨®n inglesa del Rey Jacobo, de 1611. En otra m¨¢s moderna en esta lengua, el panal ha desaparecido, pero en cambio queda a¨²n m¨¢s claro que lo que convence a los incr¨¦dulos de que el Cristo no es un fantasma, es precisamente que hinque el diente, m¨¢s que su efectiva corporeidad, pues se da por descontado que debieron de palparlo a base de bien, como ¨¦l les aconsej¨® e invit¨® a hacer: "Segu¨ªan sin convencerse, a¨²n pregunt¨¢ndose, porque parec¨ªa demasiado bueno para ser cierto. As¨ª que ¨¦l les pregunt¨®: ? y lo comi¨® ante sus ojos". Eso dice The New English Bible.
"Jes¨²s est¨¢ al corriente de lo que los fantasmas hacen"
Fueron dos cosas las que, all¨ª en la iglesia de las Trinitarias, me tuvieron distra¨ªdo durante el resto de la ceremonia. Por un lado, Jes¨²s habla en este pasaje, con toda naturalidad, de los fantasmas, esp¨ªritus o aparecidos, esto es, como algo com¨²n, existente, cierto y que no deber¨ªa sorprender en exceso, aunque s¨ª pueda asustar. Y no s¨®lo eso, sino que parece estar al tanto de las caracter¨ªsticas de estos seres, de los que se quiere diferenciar a toda costa. "Ellos no tienen carne ni huesos, yo s¨ª, tocadme. Si fuera un fantasma, palpar¨ªais y no dar¨ªais con nada, pese a estar viendo mi figura". Les muestra las manos y -exc¨¦ntricamente- los pies, qui¨¦n sabe si porque los esp¨ªritus, caso de presentarse incompletos, lo hacen sin extremidades y son s¨®lo como torsos, o como bustos. Sea como sea, da la impresi¨®n de que Jes¨²s est¨¦ bien al corriente de lo que los fantasmas tienen y no tienen, y hacen y no hacen. Y sabe, por ejemplo, que no comen en absoluto; por eso, para demostrar a los once que no deben dudar, les pide de comer y engulle el trozo de pez "ante sus ojos", como fehaciente prueba de su recobrada carnalidad y como si les dijera: "Si me alimento no puedo ser un esp¨ªritu".
A la luz de este pasaje, escuchado por casualidad, no puedo evitar preguntarme c¨®mo es que las Iglesias cristianas, que se han dedicado a interpretar todo lo interpretable durante veinte siglos, y a regularlo, desde el famoso sexo de los ¨¢ngeles hasta el posible bautismo de un feto en el vientre de la madre, mediante inyecci¨®n, no han establecido como verdadera doctrina -que yo sepa- la existencia de los fantasmas (al fin y al cabo hay "palabra de Dios" al respecto) y no han dilucidado cu¨¢les son sus funciones, su paradero, sus posibles santidad o condenaci¨®n, su status en el reino de los cielos si es que all¨ª est¨¢n, el porqu¨¦ de sus privilegios (lo es darse una vuelta de vez en cuando por el mundo dejado atr¨¢s y ver de nuevo a los seres queridos y fastidiar a los enemigos), y toda una serie de cuestiones de mucho mayor inter¨¦s que las que suelen ocupar hoy a la mundana Iglesia. Lo ser¨ªan, al menos, para la legi¨®n de entusiastas de los relatos de fantasmas, entre los que sin duda me cuento.
El segundo aspecto que me distrajo durante el funeral fue que el resucitado anduviera hambriento y pidiera de comer, pues no creo que atacara el pez y la miel s¨®lo para convencer a los once. Deb¨ªa necesitar picar algo, y eso, para mi gusto, denota cierto extra?o prosa¨ªsmo, dadas las solemnes circunstancias y los lugares tremendos por los que acababa de atravesar. Pero bien mirado, y si a todos los efectos hab¨ªa recuperado la carnalidad, hay que tener en cuenta que el hombre se hab¨ªa pasado tres d¨ªas de viaje y sin probar bocado; as¨ª que lo raro, en definitiva, es que no pidiera un jabal¨ª (es un decir).
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