Un cad¨¢ver pol¨ªtico en la Generalitat
Esquerra Republicana de Catalunya ha pasado del voto nulo al Estatuto al voto negativo. Eso ha sucedido en tan s¨®lo una semana, lo que trat¨¢ndose de un tema trascendental evidencia la frivolidad de la decisi¨®n. En realidad, ¨¦sta responde s¨®lo al revolc¨®n que las bases republicanas propinaron a la desle¨ªda propuesta de su ejecutiva de votar preferentemente nulo.
La direcci¨®n ha optado por hacer seguidismo de unas asambleas locales radicalizadas. Pero esa explicaci¨®n, menos a¨²n si se la viste de democracia interna, carece de l¨®gica. Primero, porque el liderazgo de un partido debe saber convencer a su militancia, y, en caso contrario, renunciar por incapacidad para encabezarlo; segundo, porque un partido democr¨¢tico se debe no s¨®lo a los afiliados, sino tambi¨¦n a los electores, y cerca de la mitad de ¨¦stos afirma en las encuestas su voluntad de votar a favor del texto; y tercero, porque la radicalizaci¨®n de los militantes no se ha producido por azar, sino gracias a la persistente deslegitimaci¨®n del texto pactado en el Congreso jaleada por sus dirigentes.
Aunque disguste a los republicanos, su voto en el refer¨¦ndum del 18 de junio ser¨¢ exactamente el mismo que el propugnado por el Partido Popular, opuesto a cualquier mejora en el autogobierno. Poco importa que las motivaciones se pretendan contrarias a las de ¨¦ste. En un plebiscito s¨®lo cuentan los s¨ªes y los noes; y en el recuento, ambos se confundir¨¢n, de modo que los republicanos tampoco podr¨¢n capitalizar en solitario el voto negativo.
Pero la calidad pol¨ªtica de la opci¨®n adoptada por Esquerra ofrece a¨²n peores flancos. Ni siquiera es sincera. Repite la misma hipocres¨ªa que sus rivales nacionalistas moderados demostraron con ocasi¨®n del refer¨¦ndum sobre la permanencia en la OTAN. El atlantista Jordi Pujol propugn¨® entonces con sordina el no, en la esperanza de que ganase el s¨ª, pero por tan escaso margen que el resultado sirviese para debilitar al Gobierno de turno. Por eso, el mi¨¦rcoles, los senadores de ERC se abstendr¨¢n, para que salga adelante el Estatuto al que le niegan el pan y la sal, en una incoherencia rid¨ªcula si no fuera pat¨¦tica. En este caso, a diferencia de 1986, el perjuicio principal no es para el Gobierno, sino para el propio futuro de Catalu?a, pues un rechazo o un petit oui en el refer¨¦ndum no har¨¢ m¨¢s que debilitarla.
La deserci¨®n de ERC, que hab¨ªa prometido a sus socios del tripartito una posici¨®n menos contraria en el refer¨¦ndum, hace m¨¢s que fragilizar al Ejecutivo de Pasqual Maragall: lo entierra, pues destruye su cohesi¨®n program¨¢tica en el objetivo com¨²n prioritario de la legislatura. El tripartito quiz¨¢ sobreviva, pues el PSC teme tanto a sus socios rebeldes que, sin haber obtenido serias garant¨ªas de moderaci¨®n, los prefiere dentro que fuera haciendo una campa?a furibunda contra el Estatuto. Por eso, y por voluntad partidista de permanecer en un poder ya virtual, se niega a convocar elecciones anticipadas, la ¨²nica salida viable en un sistema democr¨¢tico. Seguir¨¢ quiz¨¢ gobernando. Pero como un fantasma. O un cad¨¢ver pol¨ªtico.
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