Despedida a un combatiente
La muerte de Jean Fran?ois Revel abre un vac¨ªo intelectual en Francia que, en lo inmediato, nadie va a llenar, priva a la cultura liberal de uno de sus m¨¢s l¨²cidos y aguerridos combatientes y nos deja a sus lectores, admiradores y amigos con una sobrecogedora sensaci¨®n de orfandad.
Hab¨ªa nacido en 1924 en Marsella y aprobado todos los requisitos que en Francia auguran una carrera acad¨¦mica de alto nivel (Escuela Normal Superior, agregaci¨®n en Filosof¨ªa, militancia en la resistencia durante la ocupaci¨®n) y ense?ado en los institutos franceses de M¨¦xico y Florencia, donde aprendi¨® el espa?ol y el italiano, dos de los cinco idiomas que hablaba a la perfecci¨®n. Su biograf¨ªa oficial dice que su primer libro fue Pourquoi des philosophes? (1957) (?Para qu¨¦ los fil¨®sofos?), pero, en verdad, hab¨ªa publicado antes una novela, Histoire de Flore, que, por excesivo sentido de autocr¨ªtica, nunca reedit¨®. Aquel ensayo, y su continuaci¨®n de cinco a?os despu¨¦s, La Cabale des d¨¦vots (1962) (La C¨¢bala de los devotos) revelaron al mundo a un formidable panfletario a la manera de Voltaire, culto y pugnaz, ir¨®nico y lapidario, en el que la riqueza de las ideas y el esp¨ªritu insumiso se desplegaban en una prosa tersa y por momentos incandescente. Recuerdo haberlos le¨ªdo sorprendido, sacudido, irritado y, a fin de cuentas, con inmenso placer. Todos los grandes iconos en aquellos a?os quedaban bastante despintados en esos ensayos que denunciaban el oscurantismo gratuito, pretencioso y tramposo del lenguaje en que se expresaba buena parte de la filosof¨ªa de moda (de Lacan a Heidegger, de Sartre a Teilhard de Chardin, de Merleau-Ponty a L¨¦vy-Strauss). El panfleto, en el siglo XVIII, no era en modo alguno esa forma ret¨®rica de diatriba vulgar y casi siempre insustancial que define en nuestra ¨¦poca aquel concepto, sino una comunicaci¨®n pol¨¦mica de alta cultura, un desaf¨ªo semejante a las cartas de batalla medievales pero en el orden de las ideas, que empleaban los mejores talentos, volcando en esos textos sus mejores prendas intelectuales, para llegar a un p¨²blico m¨¢s vasto que el de los especialistas. Entre las mil actividades que desempe?¨® Jean Fran?ois Revel, figura la de haber dirigido en la editorial inconformista de J. J. Pauvert una excelente colecci¨®n, llamada "Libert¨¦s", de panfletos en la que figuraban Diderot, Voltaire, Hume, Rousseau, Zola, Marx, Breton y muchos otros.
A esa dinast¨ªa de grandes polemistas, rebeldes y agitadores intelectuales pertenec¨ªa Jean Fran?ois Revel y fue una verdadera suerte para la cultura de la libertad que, en 1963, abandonara su carrera universitaria para dedicarse de lleno al periodismo y a escribir sus ensayos, que llegaron a un p¨²blico muy vasto, gracias al esfuerzo que hizo siempre, muy coherente con las cr¨ªticas que hab¨ªa formulado a sus colegas fil¨®sofos, de conciliar el rigor intelectual con la claridad de la expresi¨®n. En esto fue todav¨ªa mucho m¨¢s lejos que Raymond Aron, su amigo y maestro y a quien hered¨® la responsabilidad de ser el gran valedor de las ideas liberales en un pa¨ªs y en un momento hist¨®rico en que "el opio de los intelectuales" (como llam¨® Aron al marxismo en un ensayo c¨¦lebre) ten¨ªa poco menos que hechizada a la intelectualidad francesa (La obnubilaci¨®n lleg¨® a tal extremo que el inteligente Sartre hab¨ªa declarado, a su regreso de un viaje a Mosc¨²: "La libertad de cr¨ªtica es total en la Uni¨®n Sovi¨¦tica"). Todos los libros de Revel, sin excepci¨®n, est¨¢n al alcance de un lector medianamente culto, pese a que en algunos de ellos se discuten asuntos de intrincada complejidad, como doctrinas teol¨®gicas, eruditas pol¨¦micas de filolog¨ªa o est¨¦ticas, descubrimientos cient¨ªficos o teor¨ªas sobre el arte. Nunca recurri¨® a la jerga especializada ni confundi¨® la oscuridad con la profundidad. Fue siempre claro sin ser jam¨¢s superficial. Que eso lo consiguiera en sus libros, ya es un m¨¦rito; pero lo es todav¨ªa m¨¢s que esa fuera la t¨®nica de los centenares de art¨ªculos que escribi¨®, en las publicaciones en que a lo largo de m¨¢s de medio siglo coment¨® cada semana la actualidad: France Observateur, L'Express (del que fue director) y Le Point.
Por ignorantes, o para tratar de desprestigiarlo, muchos cac¨®grafos lo han presentado en estos d¨ªas como un pensador "conservador". No lo fue nunca. Fue, en su juventud, un socialista, y por eso se opuso, con cr¨ªticas acerbas, a la V Rep¨²blica del general De Gaulle (Le Style du G¨¦n¨¦ral, 1959), y todav¨ªa en 1968 se enfrent¨®, en un ensayo sin misericordia, a la Francia de la reacci¨®n (Lettre ouverte a la droite). El a?o anterior, hab¨ªa sido candidato a diputado por el partido deFran?ois Mitterrand. Toda su vida fue un republicano ateo y anticlerical, sever¨ªsimo cat¨®n del esp¨ªritu dogm¨¢tico de todas las iglesias y en especial la cat¨®lica, un defensor del laicismo y del racionalismo heredados del siglo de las luces (se explay¨® al respecto con sabidur¨ªa y humor en su libro-pol¨¦mica con su hijo Matthieu, monje tibetano y traductor del Dalai Lama : Le Moine et le Philosophe (1997)). Dentro del espectro de variantes del liberalismo, Revel estuvo siempre en aquella que m¨¢s se acerca al anarquismo, aunque sin caer en ¨¦l, como sugiere aquella insolente declaraci¨®n del principio de sus memorias: "Aborrezco a la familia, tanto aquella en la que nac¨ª como las que yo mismo fund¨¦".
Pero es verdad que el grueso de sus cr¨ªticas, y esos libros que provocaron verdaderos se¨ªsmos intelectuales en el seno de la correcci¨®n pol¨ªtica, se dirig¨ªan a esa izquierda enemistada con la cultura democr¨¢tica, la sometida al dogmatismo marxista o mao¨ªsta, y, sobre todo, a la acobardada y paralizada por el temor de ser acusada de "venderse a la reacci¨®n", que sirvi¨® en tantos pa¨ªses de Caballo de Troya del totalitarismo, y a la proliferaci¨®n de una literatura pol¨ªtica supuestamente progresista sin vuelo, sin m¨²sculos y sin alma, hecha de lugares comunes y ret¨®rica estupefaciente. La Tentation totalitaire (1976), Comment les d¨¦mocraies finissent (1983), Le Terrorisme contra la d¨¦mocratie (1987) y La Connaissance inutile (1988) provocaron intensas y estimulantes pol¨¦micas y sirvieron para mostrar que un pensador liberal pod¨ªa ser, si ten¨ªa el talento, la cultura y la valent¨ªa de un Revel, de encarnar el verdadero esp¨ªritu inconforme y trasgresor en tiempos de abdicaci¨®n y aplatanamiento moral de la izquierda democr¨¢tica.
Pero ser¨ªa una gran injusticia hablar de Jean Fran?ois Revel s¨®lo como un ensayista pol¨ªtico. En realidad, fue un humanista moderno, con curiosidades por todo el abanico de vocaciones y disciplinas, las letras y las artes, como testimonian sus libros y sus art¨ªculos que versan sobre los temas m¨¢s diversos. Pero en ninguno de los temas sobre los que escribi¨® aparec¨ªa como un mero diletante. Su ensayo sobre Proust es delicado y sensible, una lectura original, con algunos hallazgos sorprendentes. Y tambi¨¦n lo son sus escritos sobre el arte, y la cr¨ªtica de arte, que revelan una larga frecuentaci¨®n de museos, galer¨ªas y bibliotecas afines. Su hermosa Antolog¨ªa de la poes¨ªa francesa (1991) muestra una curiosa mezcla de amor por la tradici¨®n y la vanguardia al mismo tiempo y es, como todo lo que escribi¨®, iconoclasta y original. Su libro sobre gastronom¨ªa, Un festin en paroles (1979) es, qu¨¦ duda cabe, el libro de alguien que sab¨ªa muy bien de lo que hablaba. Verlo disfrutar de la comida era un espect¨¢culo, s¨®lo comparable al que ofrec¨ªa Pablo Neruda frente a una mesa llena de manjares. Todo su inmenso amor a la vida -a esta vida, la ¨²nica en la que cre¨ªa- transparec¨ªa all¨ª, en el brillo feliz de sus ojos, en la seriedad con que probaba cada bocado, en la gran sonrisa que era signo inequ¨ªvoco de su aprobaci¨®n.
Desde que, en su juventud, pas¨® dos a?os en M¨¦xico, como profesor, se interes¨® en Am¨¦rica Latina, ley¨® mucho su literatura y estudi¨® su historia y sigui¨® sus avatares pol¨ªticos con la seriedad y la falta de prejuicios que le permitieron conocer al continente de las esperanzas frustradas como muy pocos intelectuales europeos. Tambi¨¦n en este campo dio una batalla que nunca podremos agradecerle bastante los latinoamericanos. Es verdad que no era suficiente contrapeso al inmenso caudal de estereotipos y distorsiones que anegan por lo general los art¨ªculos y ensayos sobre Am¨¦rica Latina que se publican en Europa, pero sin ¨¦l las cosas hubieran sido todav¨ªa mucho peor. Cada una de las giras de Jean Fran?ois Revel por los pa¨ªses latinoamericanos en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas fueron enormemente positivas y gracias a ¨¦l, por ejemplo, el venezolano Carlos Rangel se anim¨® a publicar sus magn¨ªficos ensayos.
El temible polemista era un hombre bueno, generoso, un amigo leal, deslumbrante en las conversaciones de peque?os grupos, cuando, con una copa en la mano, se abandonaba al chisme, la an¨¦cdota, la picard¨ªa y el humor, inmensamente divertido. Parec¨ªa haberlo le¨ªdo todo, pues sobre casi todo hablaba con una solvencia tranquila y una memoria de elefante, pero no hab¨ªa en ¨¦l ni asomo de pedanter¨ªa. Todo lo contrario. Nos conocimos a principios de los a?os setenta y, desde entonces, fuimos amigos, y tambi¨¦n, creo que puedo decirlo sin parecer jactancioso, compa?eros de barricada, porque ninguno de los dos se avergonzaba de ser llamado un liberal, palabra que, a pesar de todas las monta?as de insidia con que han querido ensuciarla en estas d¨¦cadas, sigue siendo, para m¨ª, como lo era para Revel, una palabra hermos¨ªsima, pariente sangu¨ªnea de la libertad y de las mejores cosas que le han pasado a la humanidad, desde el nacimiento del individuo, la democracia, el reconocimiento del otro, los derechos humanos, la lenta disoluci¨®n de las fronteras y la coexistencia en la diversidad. No hay palabra que represente mejor la idea de civilizaci¨®n y que est¨¦ m¨¢s re?ida con todas las manifestaciones de la barbarie que han llenado de sangre, injusticia, censura, cr¨ªmenes y explotaci¨®n la historia humana. Y pocos intelectuales modernos obraron tanto como Revel para mantenerla viva y operante en estos tiempos dif¨ªciles.
Querido Jean Fran?ois, te vamos a extra?ar.
? Mario Vargas Llosa, 2006. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PA?S, SL, 2006.
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