Elogio de la docencia universitaria
Desde que comenc¨¦ mi actividad como profesor universitario, mi empe?o ha sido siempre impartir mis clases lo mejor que he sabido y he podido. No s¨¦ si lo habr¨¦ conseguido, pero sigo intent¨¢ndolo. Mi preocupaci¨®n por la docencia me ha conducido recientemente a la lectura del libro Lo que hacen los mejores profesores universitarios, de Ken Bain, editado por el servicio de publicaciones de la Universidad de Valencia, a la que aprovecho la ocasi¨®n para felicitar por su extraordinaria editorial, que me produce una sana envidia.
Su lectura me resulta enormemente sugerente y me ha llevado a formular algunas reflexiones, comenzando por una cita en la que se indican las caracter¨ªsticas que re¨²nen los mejores profesores seleccionados en ese estudio. En ¨¦l se dice: "Sin excepci¨®n, los profesores extraordinarios conocen su materia extremadamente bien. Todos ellos son consumados eruditos, artistas o cient¨ªficos en activo. Algunos poseen una impresionante lista de publicaciones de las que m¨¢s aprecian los acad¨¦micos. Otros presentan registros m¨¢s modestos o, en algunos casos, pr¨¢cticamente ninguno en absoluto. Pero ya sea con muchas publicaciones o no, los profesores extraordinarios est¨¢n al d¨ªa de los desarrollos intelectuales, cient¨ªficos o art¨ªsticos de importancia en sus campos, razonan de forma valiosa y original en sus asignaturas, estudian con cuidado y en abundancia lo que otras personas hacen en sus disciplinas, leen a menudo muchas cosas de otros campos (en ocasiones muy distantes del suyo propio) y poseen mucho inter¨¦s en los asuntos generales de sus disciplinas: las historias, controversias y discusiones epistemol¨®gicas. En resumen, pueden conseguir intelectualmente, f¨ªsica o emocionalmente lo que ellos esperan de sus estudiantes".
Busquemos f¨®rmulas en las que quepan buenos docentes y buenos investigadores, o las dos cosas a la vez, que ser¨ªa lo ideal
Se publica demasiado que no sirve para nada, y sobre esto tampoco estar¨ªa de m¨¢s reflexionar
De esta conclusi¨®n se extraen ense?anzas valiosas. La primera, que hay un claro denominador com¨²n en la erudici¨®n que caracteriza a todos los profesores considerados como extraordinarios, y que resulta ser fundamental al supon¨¦rseles una gran capacidad de trabajo, de estudio y de dedicaci¨®n. La segunda es que se da tambi¨¦n una diferencia apreciable a la hora de tener en cuenta la cantidad y calidad de las publicaciones. De modo que se puede llegar a obtener la consideraci¨®n de profesor extraordinario sin apenas publicaciones de las que m¨¢s aprecian los acad¨¦micos, y por el contrario, tener publicaciones de prestigio pero no llegar a alcanzar esa cota de profesor extraordinario.
El hecho de que haya buenos profesores con escasas publicaciones no s¨¦ bien a qu¨¦ responde; quiz¨¢s a que sigan sabiamente la recomendaci¨®n de Steiner: "No escribir si no hay nada que proponer". En realidad, aunque publicar es imprescindible para el desarrollo de la investigaci¨®n y el conocimiento, sin embargo se publica demasiado que no sirve para nada, y sobre esto tampoco estar¨ªa de m¨¢s reflexionar.
La experiencia m¨ªa, como estudiante primero, docente despu¨¦s, decano durante 14 a?os y rector en los tres ¨²ltimos, avala una larga carrera docente con m¨¢s de 40 a?os a mis espaldas y me confirma en gran medida lo que el texto dice acerca de los buenos profesores. He conocido tambi¨¦n la opini¨®n de los estudiantes acerca de sus profesores, expresada en muchas ocasiones p¨²blicamente, y tambi¨¦n de hijos, amigos de los hijos, padres, amigos y conocidos, y -con todas las cautelas que tomemos- existe en todos ellos una idea com¨²n del buen profesor. A su vez, todos vienen a coincidir en los nombres de los profesores mejor considerados por ellos.
No me cabe ninguna duda de que los estudiantes lo que quieren es tener buenos profesores que se ocupen de ellos, si bien es cierto que la mayor¨ªa se conforma con que los profesores cumplan su funci¨®n de un modo aceptable sin m¨¢s pretensiones, actitud que puede ser elogiada por los profesores que atienden sus obligaciones dignamente. No obstante, hay que procurar romper ese conformismo, pues tal como recojo de Nussbaum en el libro El cultivo de la humanidad: "S¨®crates -a diferencia de Plat¨®n- sostiene que los atributos necesarios para llegar a ser un buen ciudadano pensante se encuentran en todos los ciudadanos, o por lo menos en todos los que no est¨¢n en alg¨²n grado importante privados de la normal capacidad de razonar".
Para m¨ª, la ense?anza es algo m¨¢s que la recepci¨®n pasiva de conocimientos. El estudiante debe ser motivado a la reflexi¨®n, a la que sin duda le har¨¢ llegar la intervenci¨®n de un excelente profesor, y por lo tanto lo deseable es no s¨®lo disponer de buenos docentes que se limiten a ense?ar con mejor o peor fortuna la disciplina, sino que inciten a los estudiantes, que les hagan pensar, que les ayuden a reflexionar, y que como consecuencia obtengan buenos resultados acad¨¦micos. La ense?anza debe ser creativa y cr¨ªtica.
Una manera de aprender es impugnar. Annie Cohen-Solal, en su libro de reciente aparici¨®n titulado Jean-Paul Sartre, en el que recoge testimonios de sus alumnos en el liceo de Havre, relata lo que dice uno de ellos, Pierre Brument: "Con Sartre se pon¨ªan en duda las ideas preconcebidas, se desarrollaba el esp¨ªritu cr¨ªtico, la exigencia de un pensamiento personal y la honestidad intelectual". Magn¨ªfico, creo que es lo que hay que tratar de conseguir, y no hacer de la ense?anza algo burocr¨¢tico, o cumplir como un mero tr¨¢mite una obligaci¨®n, que muchos docentes consideran, adem¨¢s, como una penosa carga.
Vuelvo a Nussbaum y recojo la siguiente cita: "Como dijo Her¨¢clito hace 2.500 a?os: Aprender sobre muchas cosas no da lugar al entendimiento. Marco Aurelio insist¨ªa en que, para llegar a ser ciudadanos del mundo, no bastaba con acumular conocimientos; tambi¨¦n deb¨ªamos cultivar una capacidad de imaginaci¨®n receptiva que nos permitiera comprender los motivos y opciones de personas diferentes a nosotros, sin verlas como extra?os que nos amenazan, sino como seres que comparten con nosotros muchos problemas y oportunidades".
En suma, lo que quiero subrayar es que en la universidad espa?ola tambi¨¦n contamos con muchos y buenos profesores, y aunque no todos ellos alcanzan ese grado extraordinario tal y como se describe en el libro con el que inicio estas l¨ªneas, se acercan a ¨¦l, y gozan del apoyo y fervor de grupos de estudiantes. No todos ellos publican lo suficiente, o aunque lo hagan, no obtienen los sexenios de investigaci¨®n. Ante esta realidad, lo que hay que preguntarse es por qu¨¦ el ministerio quiere mantener en la reforma de la Ley Org¨¢nica de Universidades (LOU) un modelo de selecci¨®n del profesorado universitario sin modificar lo que se establece en la LOU actual, tan contestada, y con ello se prescinde de gran parte de buen profesorado, dando cabida a otros muchos que tendr¨¢n m¨¦ritos muy estimables y valorables, y que hay que apoyar sin lugar a dudas, pero que no son esos buenos docentes de los que estamos tan necesitados. Por otra parte, que la selecci¨®n se est¨¦ haciendo sobre la base de un sistema de concesi¨®n de sexenios tan discutido y discutible, es lo que resulta realmente inaudito. Busquemos f¨®rmulas en las que quepan todos, buenos investigadores y buenos docentes, o las dos cosas a la vez que ser¨ªa lo ideal, pero que no siempre se produce. Se debe apoyar el buen trabajo, pero sin exclusiones, sin menospreciar la docencia, a la que a menudo se considera simplemente como la cenicienta. Porque si mantenemos esos principios, la universidad terminar¨ªa muriendo. De ah¨ª mi elogio a la buena docencia y en definitiva a la capacidad que tienen los buenos profesores de saber transmitir, para lo que se necesita un gran c¨²mulo de conocimientos, y sobre todo ilusi¨®n en lo que se hace. Sin ilusi¨®n no puede haber tampoco una buena ense?anza. Porque cuando se tiene ilusi¨®n en lo que se ense?a se est¨¢ creyendo en lo que se hace, y esto se transmite.
Carlos Berzosa es rector de la Universidad Complutense de Madrid.
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