En un rinc¨®n del Raval
Abdal¨¢ es un joven de 17 a?os que lleg¨® a Espa?a desde Marruecos escondido bajo un cami¨®n. Quer¨ªa otra vida, y sobre todo trabajar. De esto s¨®lo hace un a?o. Ahora es un auxiliar de mantenimiento de edificios y estos d¨ªas le toca preparar el cemento en una obra del hospital Cl¨ªnico. Naturalmente tiene un sueldo y consigue pagar un modesto piso donde vive solo. A Abdal¨¢ le parece un sue?o y cuando me lo cuenta le brillan los ojos. Es consciente de que no ha sido f¨¢cil y de que ha llegado hasta aqu¨ª gracias a su esfuerzo, aprendiendo un oficio y una lengua, y dej¨¢ndose aconsejar. Pero Abdal¨¢ tambi¨¦n sabe que este sue?o se lo debe, en buena parte, al Casal dels Infants del Raval, adonde fue a parar despu¨¦s de estar en un centro de acogida. Por esto me asegura que muchos de los chicos que corren por el barrio sin hacer nada o, peor, esnifando cola no tienen la menor intenci¨®n de mover un dedo. Las cosas son m¨¢s complicadas de como me las cuenta Abdal¨¢, y lo compruebo hablando con un grupo de educadores del casal, que se quejan de la Administraci¨®n, que da permisos de residencia a j¨®venes que luego se quedan en la calle sin trabajo ni posibilidades formativas, porque no hay recursos ni centros para esta edad. ?D¨®nde se acogen, pues, estos chicos? El Casal de Raval, entre otras muchas cosas, intenta llenar este vac¨ªo. Abdal¨¢ es un ejemplo.
Me cuenta que estuvo ocho meses en la formaci¨®n ocupacional del casal, pero adem¨¢s particip¨® en uno de los talleres que se acostumbran a montar aqu¨ª, en este caso un curso de imagen. El resultado ha sido un documental que se ha podido ver estos d¨ªas en el cine Verdi de Barcelona y que lleva el t¨ªtulo Qu¨¨ penses de mi. Se trataba de entrevistar a gente por la calle para sonsacarles qu¨¦ opini¨®n les merecen los inmigrantes marroqu¨ªes. Lo realizaron siete j¨®venes (dos chicas y cinco chicos), vecinos del barrio, de procedencia marroqu¨ª y asiduos del casal.
Al¨ª es un barcelon¨¦s de 16 a?os estudiante de cuarto de ESO. Desde los 11 frecuenta el casal. Va cada tarde al salir del instituto y se instala en la sala de estudio, luego se conecta a Internet o juega al futbol¨ªn. "Aqu¨ª he hecho muchos amigos", comenta. La experiencia del documental le parece extraordinaria y se lamenta, como todos los dem¨¢s, de que no contin¨²e. "Trabajamos con la c¨¢mara siete meses, siempre con uno de los profesores al lado. ?bamos a la salida del metro y pregunt¨¢bamos qu¨¦ opini¨®n ten¨ªan de los inmigrantes marroqu¨ªes". Al¨ª est¨¢ convencido de que la gente no fue sincera en sus respuestas, porque casi todo era positivo y la realidad les demuestra, muchas veces, lo contrario.
Majida es otra chica del grupo. Tiene 18 a?os y hace s¨®lo un a?o que lleg¨® a Barcelona con su familia. Echa en falta su tierra, a sus amigos y sobre todo al novio que dej¨® en Marruecos. En el casal aprende inform¨¢tica y dice que los meses en que prepararon el documental fueron fant¨¢sticos.
Todo esto me lo cuentan una tarde, en una de las salas del inmenso casal, en la calle de la Junta del Comer?. Antes, Enric Canet me ha ense?ado todas las dependencias y me ha hecho un resumen de la historia del centro y lo que se cuece aqu¨ª, que es mucho. Enric forma parte del equipo directivo y es responsable del voluntariado, que ya llega a 500 personas, muchas de ellas extranjeras, aunque tambi¨¦n hay personal cualificado en r¨¦gimen de contrato.
El Casal d'Infants del Raval abri¨® el a?o 1983, cuando un grupo de gente del barrio decide montar un casal para ni?os. A estos ni?os se les llevaba a la escuela, se controlaba que estuvieran limpios y que se alimentaran bien. Con el tiempo las actividades fueron evolucionando y ahora existen cinco grandes proyectos: Ni?os y familia, que acoge a los m¨¢s desfavorecidos; J¨®venes y comunidad, que atiende a muchachos de 16 a 21 a?os, muchos de ellos de la calle, se les alfabetiza y se atienden sus problemas; Escolarizaci¨®n, destinado a j¨®venes entre 12 y 16 a?os que legalmente deber¨ªan estudiar, pero se sienten mejor aprendiendo un oficio; Entorno escolar, que, en colaboraci¨®n con los institutos del barrio, proporciona refuerzo escolar a los chicos que lo necesitan, y Ayuda a los menores no acompa?ados, para j¨®venes sin familia tutelados por la Generalitat que aprenden un oficio y alos que se busca trabajo y una casa controlada por educadores. Pero la labor del casal va mucho m¨¢s lejos: hay un centro de d¨ªa con asesores jur¨ªdicos para ni?os que han delinquido y son reincidentes, o sufren una situaci¨®n familiar conflictiva; se organizan colonias y salidas familiares; las madres pueden aprender yoga o participar en talleres de cocina; se ense?a catal¨¢n y castellano, inform¨¢tica... Cada d¨ªa se atiende a m¨¢s de cien ni?os y se controla que vayan limpios y que asistan a la escuela. "Hemos conseguido que la sociedad se implique", comenta Enric. El casal contin¨²a siendo privado y buena parte de los que trabajan en ¨¦l se dedican en exclusiva a buscar financiaci¨®n para los proyectos. El edificio est¨¢ cedido por el Ayuntamiento; pero si buscamos qu¨¦ porcentaje aporta, resulta un 7% del gasto global. Escuchando a toda esta gente y conociendo su labor uno queda aturdido, y se le ponen los pelos de punta al viendo el derroche p¨²blico de cosas innecesarias, cuando en un rinc¨®n del Raval se cuece algo grande. Y en silencio.
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