200 artistas muestran el desaf¨ªo de la creaci¨®n contempor¨¢nea en Francia
El Grand Palais de Par¨ªs acoge la primera exposici¨®n de 'La fuerza del arte', que ser¨¢ trienal
Hace menos de un a?o, en el transcurso de la FIAC 2005, la feria parisiense dedicada al arte contempor¨¢neo, el primer ministro franc¨¦s, Dominique de Villepin, anunci¨® su voluntad de crear una cita trienal con la creaci¨®n contempor¨¢nea en Par¨ªs. Bajo el t¨ªtulo La force de l'art (La fuerza del arte), m¨¢s de 7.000 metros cuadrados del Grand Palais acogen desde hoy y hasta el 25 de junio casi 300 obras de m¨¢s de 200 artistas escogidas por 15 comisarios distintos. Como los brit¨¢nicos o los estadounidenses, los franceses quieren dar testimonio regularmente de la vitalidad art¨ªstica del pa¨ªs.
Todo podr¨ªa resumirse en el retrato, de grandes dimensiones y hecho a base de pintura blanca sobre fondo negro, del propio Dominique de Villepin realizado por Yen Pei Ming. Se trata de una obra de gran calidad pero ni puede fotografiarse ni su reproducci¨®n figura entre las que distribuye el servicio de prensa. Es un problema de colusi¨®n entre intereses pol¨ªticos e intereses art¨ªsticos. La force de l'art es una buena, excelente exposici¨®n, pero nadie sabe si sobrevivir¨¢ al destino pol¨ªtico de su impulsor, un destino que parece tener una fecha de caducidad muy pr¨®xima. Y tambi¨¦n porque la exposici¨®n tendr¨¢ que luchar por justificar su existencia frente a la bien asentada y prestigiosa Bienal de Ly¨®n y evitar ser instrumentalizada patri¨®ticamente. De momento, para esta primera edici¨®n, los 15 comisarios han dispuesto de tres millones de euros para organizar el espacio de esta "exposici¨®n de exposiciones".
?Es posible distinguir una tendencia o corriente dominante en esta panor¨¢mica sobre la creaci¨®n contempor¨¢nea en Francia? No, pero s¨ª puede decirse que la pintura goza de buena salud -m¨¢s de 60 telas sobre el total de obras seleccionadas-, que la escultura en un sentido amplio de la palabra tiene muchos cultivadores y que la eclosi¨®n del v¨ªdeo, al un¨ªsono de lo que ocurre entre los coleccionistas alemanes y suizos, pierde empuje. Tambi¨¦n puede constatarse que la preocupaci¨®n por provocar, por chocar, puede considerarse enterrada. En 1972, cuando el presidente Pompidou inaugur¨® una exposici¨®n semejante, a¨²n pudo escandalizarse al descubrir que una de las obras consist¨ªa en descubrir a Ben durmiendo pl¨¢cidamente en una cama.
Humor
La pol¨ªtica est¨¢ literalmente ausente de esta muestra impulsada por la voluntad pol¨ªtica. Pero eso no significa que el arte que se muestra no mantenga una relaci¨®n cr¨ªtica con el mundo. Didier Marcel o Gloria Friedmann se interesan por la salvaci¨®n del planeta; Djamel Tatah, por la amenaza que supone la uniformizaci¨®n; Jean-Luc Moul¨¨ne, por salvar la memoria de distintos combates sociales y laborales; otros, como Barth¨¦l¨¦my Toguo o Braco Dimitrijevic, por la historia colectiva olvidada o trivializada por su evocaci¨®n reiterativa y vac¨ªa, tal y como denuncia Christian Boltanski.
El humor, bajo todas sus formas, puede que sea el gran triunfador de la exposici¨®n. La ¨¦poca no admite la grandilocuencia. Las decepciones han sido tantas que los artistas se muestran prudentes y se expresan utilizando la iron¨ªa, el sarcasmo, la irrisi¨®n, el rid¨ªculo o el desviar formas y contenidos de su empleo habitual para que as¨ª unas y otros vuelvan a cobrar sentido. El famoso Bibendum de Michelin es, por obra y gracia de Bruno Peinado, un mulato con un peinado afro, Hitler aparece como un gato blanco de Alain Sechas encerrado en una urna de cristal que se refleja al infinito en los espejos, la F de Francia se deshilacha en la instalaci¨®n de Annette Messager para dejarnos con el adjetivo rance (rancia), Xavier Veilhan imagina un esqueleto humano de tres metros de altura hecho de mimbre y que se confronta a ese "esqueleto del diablo" que era la Torre Eiffel pintada por Bernard Buffet... En el fondo, el mayor bromazo, voluntario o no, es el que se hayan seleccionado de Yan Pei Ming dos retratos: el ya mencionado de Villepin y otro de Emile Louis, un asesino y violador en serie. Otro retrato condenado a atraer la atenci¨®n del visitante es el de Fran?ois Pinault realizado por Pierre y Gilles. Los dos artistas han transformado al millonario coleccionista, de gran actualidad porque acaba de presentar su gran colecci¨®n en el Palazzo Grassi de Venecia, en el capit¨¢n Nemo. Al mando del Nautilus, con una foca a sus pies y un fondo repleto de peces misteriosos, Pinault empu?a con firmeza el tim¨®n.
La televisi¨®n tambi¨¦n es inspiradora de muchas obras. En algunos casos se trata de parodias o r¨¦plicas de emisiones conocidas; en otras, de utilizar personajes hechos c¨¦lebres por la peque?a pantalla o g¨¦neros popularizados por la misma, como son las emisiones de telerrealidad que Francesco Rizzoli, con la ayuda de Jeanne Moreau y Catherine Deneuve, replantea de manera ingeniosa. Y esa palabra, el adjetivo ingenioso, es quiz¨¢ el m¨¢s adecuado para definir la sensaci¨®n que destila el conjunto. No hay ah¨ª nada formidable, ning¨²n riesgo excesivo, ninguna declaraci¨®n temeraria. Todo es de muy buen nivel, nada merece ser despachado de un plumazo pero tampoco hay ninguna obra o propuesta que ponga en cuesti¨®n lo sabido, todo lo que ha podido darse por cierto hasta ahora. Pero ese reproche, si as¨ª merece ser considerado, posiblemente no deba circunscribirse s¨®lo a la creaci¨®n en Francia.
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