La mala prensa del urbanismo
A la memoria de Juan Pecourt Garc¨ªa
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Todos, rigurosamente todos los d¨ªas, recibimos alguna noticia sobre la Comunidad Valenciana relacionada con abusos urban¨ªsticos sobre un suelo que constituye nuestro ¨²nico medio f¨ªsico -soporte y causa de mejores o peores formas de vida. Nos desayunamos desde hace tiempo con cientos de hect¨¢reas de suelo agr¨ªcola reclasificadas sin justificaci¨®n, con miles de nuevas viviendas para comunidades de poblaci¨®n estable, con millones de euros de deuda p¨²blica acumulada gracias a operaciones urban¨ªsticas tan rentables para algunos como lesivas para los dem¨¢s, tambi¨¦n para el territorio y la ciudad. Y esa apuesta tan decidida por la construcci¨®n y el turismo, a costa de otros sectores imprescindibles -agricultura e industrias varias-, resulta que se traduce en que la econom¨ªa valenciana crece por debajo de la media nacional y nuestra renta familiar s¨®lo representa el 81% de la media europea (INE, EL PA?S 20 de abril de 2006). ?Saben esa canci¨®n de... no estamos locos, sabemos lo que queremos?
No se puede gozar eternamente de un medio natural sin respetarlo o compensarlo, tampoco del construido Cuando lo p¨²blico y colectivo se menosprecia en beneficio de lo privado e individual la ecuaci¨®n de lo urbano cambia de variables
Y suma y sigue. Aunque se multipliquen esas cifras, el nivel de alarma social no aumenta. Su obstinada cotidianidad las convierte en un hecho poco menos que inevitable -nadie insiste lo suficiente en lo contrario-, en una especie de perversi¨®n de nuestra ¨¦poca contra la que, desde nuestra humilde condici¨®n de ciudadanos, nos sentimos incapaces de luchar. El urbanista Maurice Cerasi hace m¨¢s de 20 a?os ya hablaba de que la capacidad de tolerar niveles siempre m¨¢s bajos de condiciones de vida se demuestra extensible al infinito. Hoy admitimos sin sobresaltos esa realidad urban¨ªstica reducida, cada vez m¨¢s, a una pr¨¢ctica pol¨ªtica interesada y a una din¨¢mica comercial abusiva. Se pone a prueba nuestra paciencia ante nuevas formas de pobreza y de sumisi¨®n contra las que el dinero y la inteligencia ya no pueden actuar. Pensemos, por ejemplo, en algunas caracter¨ªsticas de nuestro entorno que, a fuerza de transformarlas, desaparecen para siempre. No se puede gozar eternamente de un medio natural sin respetarlo o compensarlo, tampoco del construido.
Son cosas que se saben desde hace tiempo. El problema es si somos conscientes de lo que est¨¢ en juego y si retrocedemos o avanzamos. Cada cual tiene su cuota de responsabilidad ante estas agresiones, lo urbano es un fen¨®meno social participado. Pero tambi¨¦n es cierto que no todos recibimos los mensajes adecuados ni alcanzamos un m¨ªnimo discernimiento sobre estas cuestiones que nos ata?en de forma tan directa. ?Un remedio?: informaci¨®n contrastada m¨¢s una componente educadora que sea capaz de enriquecer con cultura lo que s¨®lo es noticia. Llevamos casi medio siglo insistiendo en la fuerza educativa tan potente que podr¨ªan desarrollar los medios de comunicaci¨®n de masas completando la labor de las escuelas. Y no es que la formaci¨®n nunca le haya interesado a los medios, es que no ha sido algo prioritario ?Qu¨¦ pasar¨ªa si nos insistieran en las mejores jugadas urban¨ªsticas durante el tiempo y p¨¢ginas que lo hacen con los deportes? Tampoco tuvieron eco en nuestro pa¨ªs las recomendaciones de Le Corbusier -uno de los impulsores de la modernidad-, cuando hace casi un siglo aconsejaba que se ense?ara Arquitectura y Urbanismo en las escuelas. No es absurdo pensar que unos m¨ªnimos conocimientos nos ayudar¨ªan a la hora de elegir y exigir buenas condiciones para nuestro lugar de residencia y, desde luego, nos pueden servir de garant¨ªa al realizar la inversi¨®n econ¨®mica m¨¢s importante de nuestra vida: la vivienda.
Al adquirir cierto bagaje en alguna faceta del conocimiento es m¨¢s f¨¢cil vislumbrar la trascendencia de sus cometidos y m¨¢s dif¨ªcil aceptar las transgresiones y los burdos remedos. En urbanismo se ha avanzado tanto como en otros campos del saber y eso no llega a la opini¨®n p¨²blica. De hacerse, inyectar¨ªa nueva savia a la participaci¨®n, no s¨®lo frente a los desmanes, sino ante propuestas serias que nos pueden reconciliar con nuestro medio y volver a dejarnos so?ar en t¨¦rminos de futuro. Un dato: los diferentes postulados sobre el desarrollo urbano han evolucionado en el sentido del respeto por las condiciones naturales del sitio, la incorporaci¨®n del verde a la ciudad y una mayor dignidad del espacio edificado. Una excursi¨®n desde Cartagena a Alicante es suficiente para comprobar el desprecio por el medio natural, la ausencia de criterios de racionalidad urban¨ªstica y lo grotesca que puede llegar a ser la arquitectura dominante. Propios y extra?os llevamos tiempo pregunt¨¢ndonos de qu¨¦ sirve la cultura acumulada y las investigaciones en curso, si no se refleja sobre nuestro medio ni le interesa a sus afectados.
Para neutralizar la din¨¢mica actual no es suficiente con lamentarse o popularizar nuevas f¨®rmulas que suenen a buenas intenciones -la expresi¨®n desarrollo sostenible es una de las m¨¢s utilizadas por justos y pecadores para defender sus imprecisos compromisos urban¨ªsticos-. Tenemos que combatir la mala prensa del urbanismo divulgando ideas, pensamiento y las mejores pr¨¢cticas. Insistiendo en lo importante que son las ganas de resolver (voluntad pol¨ªtica), las medidas adecuadas (marco normativo) y, sobre todo, la aplicaci¨®n del conocimiento de que disponemos para reconducir la situaci¨®n actual (el de nuestros mejores urbanistas). Es una f¨®rmula tan efectiva como simple. Cuando queremos combatir una enfermedad end¨¦mica ?qu¨¦ hacemos?, ?decir que es inevitable?, ?no tomar medidas preventivas?, ?rechazar la ayuda de los mejores investigadores? No parece l¨®gico ?verdad? Pues bien, el urbanismo es un campo de experiencia tan antiguo como otros muchos, incluida la medicina (iba a decir como la ciudad).
Es triste que, a los ojos de la mayor¨ªa, el urbanismo pueda aparecer como una disciplina corrupta en manos de falsos curanderos, de personas que por dinero te dicen y hacen lo que le pidas. Ni el orgullo con el que a¨²n mantenemos los t¨¦rminos urbanismo y arquitectura nos libra de las infamias. Y no es por nosotros, esto s¨ª es una generalizaci¨®n, ni mucho menos por la falta de certezas a la hora de dar soluci¨®n a los problemas urbanos. Es por la maldita realidad que propicia que el urbanismo est¨¦ supeditado, cada d¨ªa m¨¢s, a personas y grupos de presi¨®n sin escr¨²pulos que toman decisiones respecto a lo que desconocen por pura ignorancia o inter¨¦s y que, al final, son los que marcan las pautas de un futuro objetivamente peor para sus convecinos.
Cuando lo p¨²blico y colectivo se menosprecia en beneficio de lo privado e individual la ecuaci¨®n de lo urbano cambia de variables y nunca se llega a equilibrar. Es entonces cuando a falta de una soluci¨®n racional se prueba, al tunt¨²n, con miles de aproximaciones arbitrarias que no dejan de transformar en galimat¨ªas lo m¨¢s esencial de nuestro medio. Nunca se han preguntado ?por qu¨¦ es mejor el ensanche decimon¨®nico que sus zonas de extensi¨®n? ?el viejo que el nuevo Campolivar? ?el primer pol¨ªgono de la playa de San Juan de Alicante, o la Urbanizaci¨®n Ciudad Ducal de Gandia, que Port Saplaya? Si su respuesta es afirmativa, es un primer paso en defensa del urbanismo. Si es negativa, es que queda mucho por hacer y hay que reconsiderar la informaci¨®n que les llega a los ciudadanos. Porque si no, ?a qu¨¦ jugamos?
Carmen Blasco, Francisco J. Mart¨ªnez y Matilde Alonso son arquitectos y profesores de Urbanismo en la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia.
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