El Partido Socialista y la cuesti¨®n nacional
Pasados los efectos inmediatos de la transici¨®n, orillados los compromisos derivados del pacto con los nacionalismos perif¨¦ricos, el influjo del marxismo-leninismo y la din¨¢mica del antifranquismo radical, el Partido Socialista tendi¨® a abordar con serenidad la cuesti¨®n nacional en Espa?a. Mejor que una ortodoxia al respecto, puede hablarse de una "ortopr¨¢ctica" que culmina con la experiencia gubernamental iniciada en 1982. Aunque no se produjese una revisi¨®n sistem¨¢tica de la ret¨®rica desplegada en el momento de la transici¨®n, el Partido Socialista recuper¨® sustancialmente la actitud ante el tema de una tradici¨®n socialdem¨®crata ligada a la vida de la II Internacional.
Con independencia de los fervores filonacionalistas perif¨¦ricos ligados al final de la Primera Guerra Mundial que ser¨ªan parcialmente recuperados por el socialismo radical de finales de la II Rep¨²blica, la posici¨®n socialista ante la cuesti¨®n, tal como ilustra el propio Pablo Iglesias, y despu¨¦s dirigentes como Fernando de los R¨ªos, Juli¨¢n Besteiro, Indalecio Prieto o Rodolfo Llopis, y de ello es buena prueba la actitud del PSOE en los debates constituyentes y estatutarios de la II Rep¨²blica, marcha estrechamente unida a la cosmovisi¨®n liberal-dem¨®crata dominante en el primer tercio del siglo XX espa?ol: defensa de una naci¨®n espa?ola de preferente signo c¨ªvico-pol¨ªtico y acuerdo con la idea de buscar una satisfacci¨®n a las reivindicaciones del nacionalismo catal¨¢n; un acuerdo susceptible de ampliarse a otros nacionalismos perif¨¦ricos.
Ya en la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n de 1978 se impuso en el socialismo espa?ol una actitud realista, plasmada en el art¨ªculo 2 del texto constitucional: reconocimiento de una naci¨®n espa?ola indisoluble, ampliable al reconocimiento de las nacionalidades y regiones que la integran. Esta f¨®rmula, a la que se ha atenido el socialismo espa?ol hasta tiempos recientes, es la que parece entrar en crisis en el momento actual.
La aprobaci¨®n por el Congreso de los Diputados del proyecto de reforma del Estatuto de Catalu?a, una aprobaci¨®n reforzada en cuanto a su significado por la reciente apelaci¨®n de Pasqual Maragall a la doble soberan¨ªa de Catalu?a y Espa?a, la irresponsable definici¨®n de Andaluc¨ªa como "realidad nacional" en el nuevo proyecto de estatuto de la Comunidad, los movimientos perceptibles en el PSE del Pa¨ªs Vasco y en otros puntos de Espa?a, nos ponen en la pista de que la direcci¨®n socialista parece estar dispuesta a abrir un proceso constituyente en relaci¨®n con la cuesti¨®n.
Partiendo del reconocimiento de la solidez de la naci¨®n espa?ola, habr¨ªa que estar ciego para no alarmarse por el significado del nuevo enfoque pol¨ªtico para la vida de la naci¨®n y el Estado de los espa?oles. Y la primera raz¨®n para la alarma radica en los argumentos que pueden explicar la nueva pol¨ªtica ante el tema. En una primera aproximaci¨®n a la cuesti¨®n, aparece en el horizonte una estrategia muy pragm¨¢tica a favor de la conservaci¨®n del poder: forzar una alianza del PSOE con los nacionalismos perif¨¦ricos que cierre el camino a una alternancia en el gobierno de Espa?a a cargo del Partido Popular. Si ¨¦ste es el escenario alegado para el cambio de estrategia an
te la cuesti¨®n nacional, me parece una decisi¨®n, adem¨¢s de imprudente, de limitada capacidad de ¨¦xito. El proceso de liquidaci¨®n de ETA va a manifestar de inmediato al Gobierno las dificultades de una negociaci¨®n con el nacionalismo vasco. La disoluci¨®n t¨¢ctica de la cuesti¨®n nacional que parecen apuntar los negociadores socialistas va a tener que enfrentarse con un movimiento nacionalista que tiene muy claros sus objetivos pol¨ªticos en la materia. Negociar con los pol¨ªticos de Vitoria no va a ser una reproducci¨®n de las negociaciones con los compa?eros de comit¨¦s del Partido Socialista. Del mismo modo que la tentaci¨®n de Pasqual Maragall de convertirse en el constructor de la soberan¨ªa de Catalu?a no va a ser contrapesada por el celo partidista de Jos¨¦ Montilla.
La alianza de gobierno con las fuerzas pol¨ªticas nacionalistas de Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco y Galicia va a descubrir al Partido Socialista la existencia de unos aliados capaces de elevar sus reivindicaciones hasta el punto de hacerlas inasumibles. En definitiva, y al margen del coste electoral que esta apuesta implica, habr¨¢ que optar entre el entendimiento con el Partido Popular o el entendimiento con el conglomerado de los nacionalismos perif¨¦ricos. El entendimiento con los populares tiene el inconveniente de que va a plantear en alg¨²n momento la alternancia en el gobierno. El entendimiento con los nacionalistas garantiza, por el contrario, el mantenimiento del gobierno, pero no est¨¢ tan claro que, antes o despu¨¦s, no vayan a cuestionar la existencia de Espa?a.
Puede que la operaci¨®n de reforma de la pol¨ªtica nacional no tenga un objetivo tan definido como es el de la construcci¨®n de una nueva mayor¨ªa. Estar¨ªamos entonces ante una irresponsable pol¨ªtica de agitaci¨®n ante un tema de gran importancia en la vida p¨²blica espa?ola. Hay una explicaci¨®n m¨¢s alarmante para la decisi¨®n de los socialistas andaluces de proclamar a Andaluc¨ªa "realidad nacional" que la de ofrecer una cobertura al proyecto pol¨ªtico del Partido Socialista de Catalu?a. Esa explicaci¨®n ser¨ªa la de aceptar que los socialistas andaluces creen en serio en la existencia de una "realidad nacional" en su comunidad.
En conclusi¨®n, creo que el Partido Socialista debe pararse a reflexionar sobre este tema. Salvo que no exista el partido, sustituido por un entramado de pol¨ªticos profesionales atentos a los intereses de su carrera, una hip¨®tesis en exceso pesimista, resulta inconcebible que un cambio como el apuntado vaya adelante ante la indiferencia del principal partido pol¨ªtico del pa¨ªs. Lo que se est¨¢ poniendo en cuesti¨®n es la f¨®rmula constitucional de 1978 en materia nacional. Una f¨®rmula que era la decantaci¨®n de un largo pasado socialista en la materia. Lo que no parece admisible, pese a toda la buena voluntad que se le presuma, es que el cambio de la misma sea el resultado de un tacticismo pol¨ªtico improvisado por una minor¨ªa de dirigentes amparados en la gesti¨®n del poder.
-Andr¨¦s de Blas Guerrero es catedr¨¢tico de Teor¨ªa del Estado de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia.
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