Otro 'remake'
El director australiano Roger Donaldson ha demostrado ser un gran aficionado a remakes y segundas partes. En 1984 dirigi¨® la tercera versi¨®n de Rebeli¨®n a bordo; en 1993, la segunda de La huida, el pelicul¨®n de Peckinpah y Steve McQueen; y con Un sue?o, una leyenda casi ha rodado una segunda parte de una cinta de los a?os setenta, tambi¨¦n protagonizada por Anthony Hopkins, que era un biopic de Donald Campbell, aqu¨¦l que se mat¨® despu¨¦s de batir el r¨¦cord mundial de velocidad en automotor, y precisamente en el mismo lugar -Utah- en el que su sucesor cinematogr¨¢fico, un neozeland¨¦s llamado Burt Munro, rompi¨® un r¨¦cord similar a mediados de los sesenta, pero en motocicleta.
La diferencia de fondo es que Campbell era un arist¨®crata que se regodeaba en el v¨¦rtigo suicida de su oficio, y el afable Munro, un insignificante representante de las clases pasivas, un jubilado, que vence todos los obst¨¢culos con el tes¨®n, ingenio y flema heroica que los anglosajones suelen ponderar como sus virtudes cardinales.
BURT MUNRO, UN SUE?O, UNA LEYENDA
Direcci¨®n: Roger Donaldson. Int¨¦rpretes: Anthony Hopkins, Diane Ladd, Paul Rodr¨ªguez, Aaron Murphy. G¨¦nero: comedia. Nueva Zelanda-EE UU, 2005. Duraci¨®n: 120 minutos.
Todo lo anterior ya indica que nos hallamos ante una road movie en el sentido m¨¢s literal de la palabra, aunque en moto; y que la pel¨ªcula consiste en el cl¨¢sico recorrido de A a B, de pueblito neozeland¨¦s a Bonneville, desierto salino pr¨®ximo a Salt Lake (Estados Unidos), con todo lo que ocurre en medio contemplado en clave de comedia, amable, grata, bien empaquetada, pero tan prescindible como la haza?a de su modesto protagonista.
Es como una nueva versi¨®n del cine ingl¨¦s de Ealing, el de los a?os cincuenta, blando, cordial, explorador del retru¨¦cano y los peque?os sucesos cotidianos, aunque aqu¨ª surtidos de tan poca materia c¨®mica o dram¨¢tica, que lo m¨¢s sorprendente que cabe decir del viaje de Munro, desde los ant¨ªpodas a la tierra de los mormones, es que todo el mundo con el que se topa en Estados Unidos, aduaneros, polic¨ªas, deportistas, amas de casa, son con ¨¦l de una gentileza que raya en lo celestial. Todo lo que toca le responde con una beat¨ªfica sonrisa. Aunque es verdad que no pasa por Nueva York.
Hopkins es un excelente actor que no cuida demasiado su carrera, un poco como Michael Caine que lo hace todo. Por eso prodiga las interpretaciones de receta como las del afamado can¨ªbal Lecter, o de pel¨ªculas que asume sin dejar de hacer la siesta como la canonizada Lo que queda del d¨ªa. Y en este filme, que calificar de menor ser¨ªa hip¨¦rbole, hace, sin embargo, un trabajo muy serio, aparentemente sencillo, con esa facilidad que tienen los actores brit¨¢nicos para recorrer toda la gama de acentos del ex imperio, que con toda seguridad es aqu¨ª lo ¨²nico que queda del d¨ªa.
Babelia
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