Vivir loco y morir cuerdo
Parec¨ªa el Mar¨ªa Guerrero de Madrid en los d¨ªas en que Fernando Fern¨¢n-G¨®mez hac¨ªa su particular homenaje a Cervantes. En algunos momentos, ese Quijote espl¨¦ndido que naci¨® para derribar molinos, bien perge?ado con su triple y altivo escudo, ten¨ªa algo de loco. Aunaba tres almas progresistas de distinto pelaje y condici¨®n, inauguraba etapa hist¨®rica, insinuaba su vocaci¨®n de levantar alfombras y, en su m¨¢ximo momento de espl¨¦ndida ambici¨®n, hasta nos prometi¨® una nueva carta magna para Catalu?a. Eran los tiempos de la locura feliz, cuando se atisbaban horizontes lejanos en las intenciones de los reci¨¦n llegados y el olor a nuevo inundaba las fosas de la utop¨ªa. ?Ser¨ªa verdad que nos gobernar¨ªan distinto? Y sobre todo, ?ser¨ªa verdad que nos gobernar¨ªan bien? Pero la bella locura de la esperanza se trunc¨®, muy pronto, en locura a secas, y lo que ten¨ªa que ser la legislatura de la nueva Catalu?a se transmut¨® en carrera de obst¨¢culos enfebrecida, cuya velocidad de crucero no nos permit¨ªa ni cambiar la cara de tontos que se nos iba quedando. Despu¨¦s del primer error, no vendr¨ªan m¨¢s. El segundo, de bulto, nos obligaba a la resignaci¨®n: son nuevos, nunca gobernaron juntos, hay que dar tiempo. Pero a partir del tercer magno error, situado el Gobierno en ese punto cr¨ªtico que permite el rid¨ªculo, las ilusiones empezaron a poblar los ba¨²les del recuerdo. Ser¨¢ que esto no ir¨¢ bien. Ser¨ªa, y cuando alzaron a Vendrell hasta el p¨²lpito de la consejer¨ªa, convertida su nominaci¨®n en un aut¨¦ntico chantaje pol¨ªtico, ya vimos que esto s¨®lo pod¨ªa ir a peor. Los que conoc¨ªamos al detalle la densa biograf¨ªa del personaje no s¨®lo no nos asombr¨¢bamos ante el monumental l¨ªo de las cartas, sino que adivin¨¢bamos la magnitud de la tragedia: ese nombramiento culminaba una carrera de desprop¨®sitos. El no al refer¨¦ndum de ERC fue el veneno final, la ¨²ltima dosis que mat¨® un cuerpo a todas luces ag¨®nico. Por mucha ¨¦pica victimista y pancartera que los chicos de ERC esgriman ahora, que lo har¨¢n, lo cierto es que no son v¨ªctimas de nada, sino culpables de un sue?o roto que hoy ha sumido en el des¨¢nimo a miles de personas. En s¨®lo dos a?os, gracias a la vocaci¨®n autodestructiva de una de las partes y a la debilidad de las otras dos, el tripartito se ha cargado las ilusiones colectivas de mucha gente que hab¨ªa vuelto a creer en la pol¨ªtica. Gente que, de hecho, hab¨ªa vuelto a ilusionarse por la pol¨ªtica. M¨¢s all¨¢ de la situaci¨®n ca¨®tica actual, e incluso m¨¢s all¨¢ del estr¨¦s postraum¨¢tico en que queda el refer¨¦ndum estatutario, lo peor de todo es el desenga?o masivo. ?C¨®mo haremos para recomponer el espejo de la ilusi¨®n, si lo tenemos hecho mil pedazos? No ser¨¢ f¨¢cil.
M¨¢s bien ser¨¢ dif¨ªcil. Pero en estos tiempos dif¨ªciles, que lo son, me permito un aplauso para un hombre solo. Ese hombre cejijunto y abatido que ayer miraba a c¨¢mara con el cansancio en la retina y tomaba una decisi¨®n dolorosa ha sido, en muchos aspectos, un hombre grande. No ser¨¦ yo quien ahorre cr¨ªticas a Pasqual Maragall. En algunos momentos ha pecado de err¨¢tico, no ha tomado a tiempo decisiones dif¨ªciles y, fruto de la debilidad, ha permitido m¨¢s de lo que permit¨ªa su responsabilidad institucional. Pero hay algo que merece un elogio sereno y comprometido. Maragall ha tenido claro desde el primer momento que este pa¨ªs necesitaba dotarse de un cuerpo legal nuevo, no s¨®lo m¨¢s soberano, sino mucho m¨¢s ¨²til. Y en este empe?o, que es empe?o de estadista, ha luchado contra vientos y molinos, ha tragado bilis ¨¢cidas, ha permitido protagonismos ajenos, ha aceptado renuncias y ha dado tiempo a todos los tiempos. Y ahora, en el naufragio, su empe?o es m¨¢s empe?o que nunca. Quiere salvar el Estatuto, incluso a costa de s¨ª mismo, lo cual nos dice dos cosas de la talla del pol¨ªtico: que es capaz de vivir loco -personalidad heterodoxa y rica, la suya-, pero sobre todo es capaz de morir cuerdo. Y saber acabar, lo aseguran los sabios, es mucho m¨¢s complejo que saber empezar. Puede que algunos discrepen de este punto. Los hay -y estoy entre ellos- que creen que hacer el refer¨¦ndum en este momento de estr¨¦s pol¨ªtico, sometido el Estatuto a todos los virus ajenos posibles, no es una buena idea. Pero m¨¢s all¨¢ de esta reflexi¨®n divergente, algo resulta indiscutible. Maragall cree en la necesidad de un Estatuto nuevo para Catalu?a. Cree que es mucho mejor que lo que ahora tenemos. Cree que el momento espa?ol presenta una voluntad de apertura que nunca se sabe si regir¨¢ los destinos del futuro. Hay que aprovechar cuando se deshielan los mares, para pescar el salm¨®n... Y finalmente, Maragall cree en su determinaci¨®n, seguro de llegar hasta el final, tanto como inseguro de que otro l¨ªder fuera tan tozudo y consecuente. Me atrevo a decir, desde la cr¨ªtica pero tambi¨¦n la admiraci¨®n, que Pasqual Maragall est¨¢ defendiendo los intereses del pa¨ªs que gobierna, m¨¢s all¨¢ incluso de sus propios intereses.
En los tiempos del naufragio, bueno es decir que el capit¨¢n se mantiene a flote.
Pero no es f¨¢cil. Hoy el pa¨ªs est¨¢ sometido a din¨¢micas centr¨ªfugas que truenan por los flancos y lo presionan como si fuera una olla hirviendo. Por un lado, el PP de sus peores tiempos, agresivo, torticero, manipulador. Por otro, la ERC de las barricadas, encantada de volver a la trinchera del ruido. Y ambos encontr¨¢ndose en la pancarta del no, profusamente acompa?ados por Legionarios de Cristo y ultracat¨®licos varios, antisistemas compulsivos, bufones del reino jur¨¢sico y enfadados con todo. Lo m¨¢s freaky de cada casa. Ciertamente es seguro que estamos ante un momento hist¨®rico, porque hist¨®rico es todo momento de cambio legal. ?Cu¨¢ntos estatutos vivir¨¢ la generaci¨®n de cada cual? Pero al mismo tiempo, gestionaremos ese fragmento de la historia con extra?a c¨®lera, desconcierto masivo y altas dosis de locura colectiva. En fin, veremos. Que a pesar de todo, Maragall tiene muchas vidas, y es un gato.
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