Los enigmas de Col¨®n cumplen 500 a?os
Varios lugares se disputan el paradero de sus restos en v¨ªsperas del aniversario de su muerte
Cinco siglos despu¨¦s de su muerte, que se cumplen el pr¨®ximo s¨¢bado, Col¨®n sigue siendo una personalidad pol¨¦mica por los enigmas que encierra su figura. Hasta el siglo XIX, la ¨¦poca por excelencia de rom¨¢nticos y nacionalistas exaltados, Crist¨®bal Col¨®n no cobr¨® importancia. Fueron ellos los que se inventaron un Descubridor de Am¨¦rica que, en buena parte, no respond¨ªa a la realidad.
Fue un hombre pol¨¦mico en vida y tras su muerte, incluso hoy d¨ªa. Varios lugares se disputan celosamente el privilegio de acoger sus restos, sobre todo Sevilla y Santo Domingo. Fue enterrado en Valladolid y a los tres a?os se traslad¨® el cad¨¢ver a la Cartuja hispalense. El propio navegante expres¨® el deseo de que llevaran su cuerpo a la catedral de Santo Domingo, cosa que se hizo en 1544. En 1795, el arzobispo, por razones pol¨ªticas del momento, evacu¨® todo lo que pudo a la catedral de La Habana, incluida una caja que conten¨ªa los restos de Col¨®n. Pero en 1877, unas reparaciones en el templo dominicano sacaron a la luz una nueva caja con una inscripci¨®n en la que se afirmaba que se trataba de los restos del almirante. Tras el desastre de 1898, los huesos de La Habana fueron a parar a Sevilla. Parece que las pruebas de ADN realizadas en la ciudad hispalense van a confirmar que son despojos de Col¨®n.
Ten¨ªa una gran curiosidad intelectual y vivi¨® algo que ahora no puede darse: la experiencia de adentrarse en lo desconocido, si se except¨²a el espacio
Lo m¨¢s probable es que las dos cajas contengan parte de los restos, debido a que el traslado a la capital cubana se hizo con prisas. De Santo Domingo se enviaron fragmentos de huesos al Vaticano, Pav¨ªa y Caracas. Lo que est¨¢ documentado es que Col¨®n falleci¨® el 20 de mayo de 1506 en Valladolid, y que fue enterrado en la capilla de Luis de Cerda del convento de San Francisco, edificio derruido en 1837, y que unos expertos han precisado que se encontraba en lo que hoy es la Constituci¨®n, a escasos metros de unos grandes almacenes.
El navegante se hab¨ªa empe?ado en llegar a Asia por el occidente, pensando que ser¨ªa un camino mucho m¨¢s corto que pondr¨ªa a disposici¨®n de su patrocinador las especias y las riquezas de China y las islas Molucas. ?Qu¨¦ datos e informaciones pose¨ªa el marino genov¨¦s y d¨®nde los hab¨ªa obtenido? Desde luego, ignoraba la existencia de un continente nuevo y desconocido que, con el tiempo, no llevar¨ªa su nombre, sino el de otro navegante m¨¢s modesto, al servicio de la Corona castellana, llamado Am¨¦rico Vespucio. Posiblemente los obtuvo de su suegro, Diego Perestrello, marino establecido en Portugal que, al morir, le leg¨® una abundante documentaci¨®n. Tambi¨¦n se maneja la hip¨®tesis, con un punto de fantas¨ªa, de que un aventurero hab¨ªa llegado por casualidad a las costas de allende el Atl¨¢ntico y muri¨® a su regreso, no sin antes confiar el secreto a Col¨®n. Juan Eslava Gal¨¢n afirma, en su libro El enigma de Col¨®n y los descubrimientos de Am¨¦rica, que el proyecto no ten¨ªa fundamento cient¨ªfico y estaba plagado de errores, pero se basaba en dos datos aproximados: el conocimiento de la distancia a la que se encontraban las tierras y la ruta que hab¨ªa que seguir para alcanzarlas.
Como se?ala Peter Watson refiri¨¦ndose al descubridor en Ideas. Historia intelectual de la humanidad, la era moderna desconoce la experiencia medieval de adentrarse en lo desconocido, si exceptuamos los viajes espaciales; hizo gala de algo que se valoraba mucho en la sociedad posmedieval y prerrenacentista: la curiosidad intelectual.
Se ha tratado de restar importancia a su haza?a argumentando que, antes o despu¨¦s, otro habr¨ªa hecho lo mismo. Pero, como dice Hugh Thomas, lo que ahora parece inevitable, entonces no parec¨ªa ni siquiera probable, y as¨ª lo certifica el rechazo que tuvo aquel proyecto en las cortes europeas, hasta que los Reyes Cat¨®licos decidieron darle cr¨¦dito tras varios a?os de espera. Todos lo hab¨ªan tachado de chiflado. Lo malo es que, ironiza Felipe Fern¨¢ndez-Armesto en su biograf¨ªa, contagi¨® a otros esa chifladura, que ha quedado plasmada en hip¨®tesis disparatadas.
Por fin lleg¨® a una de las islas Bahamas, que ¨¦l siempre crey¨® que eran la antesala de Asia. Y, precisamente, ¨¦ste es otro de los puntos oscuros de su vida; no se ha podido determinar con exactitud el punto exacto ni a cu¨¢l de las islas arrib¨®. Existen cuatro monumentos que reclaman la gloria de haber sido el escenario en el que fondearon las dos carabelas y la nao.
Tambi¨¦n ha sido notable la disputa entre los pa¨ªses y ciudades que en los ¨²ltimos 150 a?os reclaman ser su cuna natal. No queda ninguna duda de que naci¨® en G¨¦nova en torno a 1451 y de que era hijo de un tejedor. Es verdad, no obstante, que se expresaba mejor en castellano y lat¨ªn que en italiano, lengua que no dominaba del todo. Los genoveses ten¨ªan su propio dialecto, muy alejado del italiano literario, y que no se utilizaba en la escritura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.