Mam¨¢ y mam¨¢
La familia cambia con rapidez. Del modelo tradicional -extensa, patriarcal y autoritaria- se pasa a la diversidad de opciones de convivencia. La constituida por mujeres lesbianas se hace cada vez m¨¢s frecuente. En ellas no hay mam¨¢ y pap¨¢, sino mam¨¢ y mam¨¢.
Para una mujer f¨¦rtil, quedarse embarazada no es un problema. Tiene m¨²ltiples formas de conseguirlo. Pero formar una familia con otra mujer implica mucho m¨¢s que tener un hijo. Durante muchos a?os, las mujeres lesbianas se han visto abocadas a ahogar su deseo de maternidad o a ejercerlo bajo el manto vergonzante de la madre soltera. Con todo, muchas se han atrevido a transgredir las convenciones y han formado familias lesbianas que ahora pueden salir del armario al amparo de una ley que les reconoce todos los derechos. Algunas tienen hijos que aportan de relaciones anteriores, otras han acudido al banco de semen y otras a la adopci¨®n, pero todas tienen en com¨²n un factor diferencial: la necesidad de normalizar su situaci¨®n y ser aceptadas por la sociedad.
Dalien y Joke saben que han de dotar a su hijo de referentes masculinos, y se los procuran
Diana Guerra aconseja decirles la verdad desde muy peque?os y no escamotear la informaci¨®n
No son familias aisladas. Al contrario, cuentan con una red social de parientes y amigos
Dalien Prins y Joke Beepers forman una de estas familias. Son holandesas y viven con sus hijos, In¨¦s y F¨¦lix, en un buc¨®lico paraje, cerca del lago de Banyoles (Girona), al que se accede por una carretera estrecha y muy poco transitada. Su casa es una antigua mas¨ªa que Dalien compr¨® y un amigo arquitecto rehabilit¨® respetando la estructura de piedra vista, pero con una transgresi¨®n fundamental: que entrara luz por todas partes. La casa se asienta sobre una suave colina rodeada de c¨¦sped. Al fondo, en un prado vallado, un caballo pasta apaciblemente. Es el caballo con el que In¨¦s so?aba cuando viv¨ªa en Holanda.
Dalien y Joke forman pareja desde 1981, de modo que el a?o pasado celebraron, con un viaje a Granada, sus 25 a?os juntas. Se conocieron en el hospital donde trabajaban como enfermeras cuando ten¨ªan 23 a?os. No se hab¨ªan planteado tener hijos, pero cuando Dalien ten¨ªa 32 a?os le diagnosticaron un c¨¢ncer de ovario, y como hab¨ªa riesgo de que pasara al otro, el m¨¦dico le pregunt¨® si quer¨ªa ser madre, pues, si no era as¨ª, no ten¨ªa sentido conservarlo. "Decid¨ª no correr riesgos, pero entonces me vino un fuerte deseo de maternidad. As¨ª que le propuse a Joke que lo tuviera ella".
Padre conocido
Pensaron en la posibilidad de acudir a un banco de semen, pero creyeron que era mejor que su hijo tuviera padre conocido. Muchas parejas lesbianas toman esta opci¨®n por la misma raz¨®n. Un matrimonio amigo que ya ten¨ªa hijos mayores se ofreci¨® para que Joke pudiera inseminarse con semen del marido. Pactaron las condiciones y el a?o 1992 naci¨® In¨¦s. "Fue muy bien y estamos muy agradecidas por este gesto de amistad", recuerda Joke. Pero con el segundo hijo decidieron no repetir la experiencia. ?Por qu¨¦? "Incluso cuando hay tanta amistad surgen roces. In¨¦s ten¨ªa una buena relaci¨®n con su padre, y nosotras, tambi¨¦n; pero fue inevitable que la otra pareja quisiera interferir en su educaci¨®n. Ejerc¨ªa una cierta tutela, de modo que cuando In¨¦s cumpli¨® tres a?os y decidimos darle un hermano, fuimos a un banco de semen y nos acogimos a una modalidad de inseminaci¨®n en la que el ni?o, de mayor, puede conocer su filiaci¨®n", explican. Un cambio legal permiti¨® hace cinco a?os que Dalien adoptara a los dos hijos.
"Hemos planeado siempre los temas de la forma m¨¢s abierta posible", explica Joke. "Si ellos ven que somos diferentes y que lo valoramos como algo positivo, les ayudar¨¢ a ser valientes, a ser ellos mismos sin miedos". Consideran que es bueno que conozcan a otros ni?os en la misma situaci¨®n para que vean que no son los ¨²nicos, pero tambi¨¦n han de saber que su familia no es convencional. Y han de poder administrar tanto la informaci¨®n como los silencios. "No siempre tienen ganas de explicar si tienen o no tienen padre y d¨®nde est¨¢", dice. Dalien duda un momento cuando se le pregunta en qu¨¦ se diferencia una pareja formada por dos mujeres. Mira a Joke y sonr¨ªe. Se adivina una gran complicidad entre ellas: "Bueno, la relaci¨®n de mujeres tiene una intensidad emocional muy alta, mientras que la relaci¨®n de hombre y mujer puede ser m¨¢s racional, aunque a veces tambi¨¦n menos profunda. Y en la pareja heterosexual, la mujer tiene en las amigas un elemento de descompresi¨®n, cosa que en nuestro caso es m¨¢s dif¨ªcil".
Son conscientes de que uno de los riesgos que corren es recluirse en un mundo de relaciones confortables formado por lesbianas. El precio ser¨ªa un cierto enclaustramiento, tambi¨¦n de los hijos. "Tenemos claro que somos muchas m¨¢s cosas que madres lesbianas", afirma Dalien. "Pero tenemos necesidad de relacionarnos con parejas que est¨¢n en la misma situaci¨®n porque reconforta estar en un ambiente en que tu diferencia es normal y tiene valor. En cualquier caso, relacionarte con otras lesbianas ha de ser una ayuda para reforzarte en tu elecci¨®n, nunca una limitaci¨®n". En el medio rural en que Dalien y Joke viven desde hace cuatro a?os, abrirse a otras relaciones es m¨¢s dif¨ªcil que en una gran ciudad. El colegio es un buen medio para hacerlo, pero no todos han trabajado la diversidad familiar. "Se tiende a la normalizaci¨®n de lo que es m¨¢s frecuente", dice Joke, "y eso puede ser opresivo para los que somos diferentes".
In¨¦s no lo ha vivido de forma conflictiva. F¨¦lix, en cambio, tiene alguna dificultad. Es un ni?o muy especial, con un trastorno parecido al autismo que necesita estructuras s¨®lidas y univalentes. Ahora tiene nueve a?os y est¨¢ en una edad en la que precisa referentes masculinos. A veces le dice a Dalien: "T¨² eres mi padre", y choca su mano con fuerza, como hacen los hombres. Dalien y Joke saben que han de facilitarle referentes masculinos, y procuran que los tenga.
"Los ni?os tienen m¨¢s demanda de figura masculina que las ni?as no por una cuesti¨®n patol¨®gica, sino por una cuesti¨®n de identidad sexual. Pero esa figura no tiene por qu¨¦ ser necesariamente la de un padre. Pueden ser los abuelos, los amigos, los t¨ªos. Las familias lesbianas suelen tener c¨ªrculos muy aptos para construir lazos y redes de soporte", explica Diana Guerra. Ella tiene una amplia experiencia como psic¨®loga cl¨ªnica y durante mucho tiempo ha realizado las evaluaciones psicol¨®gicas que el Instituto Dexeus de Barcelona exige a las mujeres que se someten a reproducci¨®n asistida. "Confieso que muchas veces me he quitado el sombrero ante las parejas lesbianas", sostiene con rotundidad. "Son las parejas m¨¢s concienciadas, las que tienen m¨¢s elaborado su deseo de maternidad". De una muestra de 600 mujeres solas que han solicitado inseminaci¨®n en este centro, s¨®lo el 15% son lesbianas. "Recibimos entre cinco y seis solicitudes al mes, algunas de parejas extranjeras", precisa.
Orgullo y diferencia
Durante los debates sobre la ley que permite el matrimonio a las parejas homosexuales se dijo que el hecho de crecer en estas familias podr¨ªa tener efectos perniciosos sobre el desarrollo de los ni?os. Incluso sobre su identidad sexual. Diversos estudios realizados en los a?os noventa en Estados Unidos, Reino Unido, Canad¨¢, Suecia o B¨¦lgica coinciden en sus conclusiones: no se han observado diferencias apreciables entre los ni?os crecidos en familias homoparentales y los ni?os educados por progenitores heterosexuales. No hay diferencias en el desarrollo intelectual o emocional ni en la identidad y orientaci¨®n sexual. Y tampoco en el rendimiento escolar o las relaciones sociales.
Tampoco las hay en Espa?a. Mar¨ªa del Mar Gonz¨¢lez, profesora de Psicolog¨ªa Evolutiva y de la Educaci¨®n de la Universidad de Sevilla, ha dirigido el ¨²nico estudio realizado en nuestro pa¨ªs sobre el desarrollo infantil y adolescente en familias homoparentales, publicado en el a?o 2002 por encargo de la Junta de Andaluc¨ªa y la Oficina del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid. "La mayor parte de los problemas de las parejas lesbianas son comunes a cualquier familia, pero hay aspectos diferenciales que no se pueden obviar porque si se ignoran no se les da a los ni?os las herramientas que necesitar¨¢n para relacionarse con los dem¨¢s. Las madres lesbianas han de abordar abiertamente ese hecho diferencial con sus hijos, transmitirles el orgullo y la satisfacci¨®n de vivir ese amor; pero, al mismo tiempo, dotarles de estrategias de defensa", explica.
Una de las madres que participaron en el estudio tuvo que matricular a su hijo en un colegio religioso concertado. "Mira, Luis, las lesbianas somos personas normales, pero no le gustamos a todo el mundo. Puede que en el colegio te encuentres a alguien que no nos acepte", le dijo. La verdad es que eso ocurre much¨ªsimo menos de lo que las madres lesbianas temen. De hecho, Mar¨ªa del Mar Gonz¨¢lez se ha sorprendido del alto nivel de tolerancia que en pocos a?os se ha instaurado en la sociedad espa?ola. "Lo hemos visto en el estudio que hacemos en j¨®venes y adolescentes", relata. "Todos nos dicen que han vivido su infancia con mucha normalidad. S¨®lo si insistes acaban recordando alguna an¨¦cdota". Como ¨¦sta: "Tu madre es bollera", le dijo una compa?era a una chica de 14 a?os con la que obviamente no se llevaba bien. "Mi madre es lesbiana y feliz. ?Puedes decir t¨² lo mismo de la tuya?", le respondi¨® ella.
Diana Guerra aconseja siempre decirles la verdad a los hijos desde muy peque?os y no escamotear la informaci¨®n, aunque ¨¦sta debe darse a demanda y en la forma adecuada a la edad. En el caso de la fecundaci¨®n con semen de donante, una forma de decirlo es: "T¨² est¨¢s aqu¨ª porque hubo un pap¨¢ generoso que regal¨® la semilla para que pudi¨¦ramos formar esta familia". Cuanto m¨¢s asumida tengan su realidad, mejor se defender¨¢n de posibles incomprensiones. Porque cuando un ni?o o un adolescente explican que en su familia no hay un padre y una madre, sino dos madres, la principal dificultad es de comprensi¨®n, de hacer casar esa informaci¨®n con la idea tradicional de familia. De hecho, incluso personas abiertas e informadas escudri?an con disimulo en la forma de vestir o de comportarse para tratar de adivinar cu¨¢l de ellas hace de madre y cu¨¢l de padre. Ignoran que muy pocas adoptan roles definidos de mujer o de hombre. En el estudio de Mar¨ªa del Mar Gonz¨¢lez, s¨®lo un 20% de los homosexuales entrevistados, que son en su mayor¨ªa lesbianas, adoptan un rol sexual definido (el 5% masculino y el 15% femenino). El restante 80% tiene un perfil androg¨¦nico, con rasgos tanto del rol tradicional masculino (decisi¨®n, autonom¨ªa o asertividad) como del femenino (empat¨ªa, sensibilidad y sociabilidad).
Lo que cuesta 'salir del armario'
Toda la pared lateral del espacioso sal¨®n es un enorme collage con fotos y dibujos de los tres hijos de Elisabet Vendrell y Dolors Chavarr¨ªa: el mayor, Miquel, tiene ahora 11 a?os; Marl¨¨n, ocho, y el peque?o, Josep, tres. Es una pareja que ha sorteado todas las pruebas imaginables porque est¨¢n juntas desde hace 20 a?os. Elisabet es profesora de universidad y Dolors trabaja en la Direcci¨®n General de Infancia de la Generalitat de Catalu?a. Se conocieron cuando Elisabet ten¨ªa 20 y Dolors 23, de manera que para ellas, antes de su relaci¨®n, pr¨¢cticamente s¨®lo recuerdan infancia.
Tuvieron su primera relaci¨®n l¨¦sbica cuando ni siquiera sab¨ªan qu¨¦ quiere decir la palabra lesbiana. R¨¢pidamente vieron que aquello era amor, y al cabo de un a?o viv¨ªan juntas; pero nadie se escandaliz¨®, porque ?qu¨¦ m¨¢s normal que dos amigas muy amigas de fuera de Barcelona busquen piso juntas en la ciudad? En ese momento, ni se les pas¨® por la cabeza tener hijos. "La presi¨®n social es tan fuerte que t¨² misma interiorizas que ser lesbiana implica renunciar a formar una familia", recuerda Elisabet. "Nosotras somos creyentes, y nuestro primer contacto con ambientes homosexuales fue a trav¨¦s del grupo Gais Cristians/nes de Catalunya. Nos reun¨ªamos un par de veces por semana para rezar y organizar salidas, cenas, eucarist¨ªas y todo tipo de actividades", recuerdan.
Llevaban ocho a?os viviendo juntas cuando decidieron abrir un poquito la puerta del armario: lo contaron a los hermanos, pero su relaci¨®n continu¨® semioculta bajo un manto de silencio. Aunque disfrutaban de una vida de pareja plena, ten¨ªan la sensaci¨®n de que les faltaba algo importante, hasta que un d¨ªa se atrevieron a verbalizar un deseo que hasta entonces permanec¨ªa soterrado. Pensaron que cuando tuvieran 50 a?os y estuvieran solas, nadie les agradecer¨ªa haber renunciado a tener hijos por no da?ar la imagen de la familia. Ya ten¨ªan 33 y 30 a?os, y el reloj biol¨®gico comenzaba a sonar. Pero tener hijos implicaba salir del armario completamente. "No pod¨ªamos permitir que fueran ellos los que nos abrieran el camino", recuerda Dolors. Entonces se llevaron la primera de las sorpresas: algunas de las hermanas, que en principio no se hab¨ªan mostrado hostiles a su relaci¨®n, reaccionaron esta vez con virulencia: "?Qui¨¦nes sois vosotras para hacerle eso a unos ni?os, para condenarles a la marginaci¨®n? Pensad qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando ning¨²n ni?o de la clase quiera convidarles a la fiesta de cumplea?os". La frase se les clav¨® como un aguij¨®n, hasta el punto de que cuando Miquel, mucho tiempo despu¨¦s, fue convidado a la primera fiesta de cumplea?os, el alivio que sinti¨® Elisabet le hizo caer en la cuenta de cu¨¢nta mella hab¨ªa hecho en su subconsciente aquella admonici¨®n. En realidad, el rechazo a que tuvieran hijos no era s¨®lo por lo que pudieran sufrir los ni?os, sino porque la presencia de ni?os obligaba a proclamar a los cuatro vientos algo que hasta entonces no hab¨ªa ido m¨¢s all¨¢ del susurro familiar.
Familia numerosa
Decidieron que ir¨ªan a por todas: una solicitar¨ªa una adopci¨®n internacional y la otra intentar¨ªa una inseminaci¨®n artificial con semen de donante. En Nicaragua les dieron a Miquel, un ni?o de dos a?os y medio dulce como la miel. Cuando volvieron a su casa, en Barcelona, se cerraron alrededor de su ni?o como una almeja orgullosa protege a su perla. "Suerte que los amigos no te abandonan, porque para nosotras no exist¨ªa nada m¨¢s que nuestro hijo", recuerda Elisabet. Al adoptar a Miquel hab¨ªan dejado una nueva solicitud. Dos a?os m¨¢s tarde lleg¨® Marl¨¨n, tambi¨¦n de dos a?os, una ni?a preciosa que trajo a casa la revoluci¨®n permanente. "Nos ha dado mucha ca?a", reconoce Dolors. Quer¨ªan un tercer hijo, pero la inseminaci¨®n artificial no daba resultado. Les quedaba la opci¨®n de la fecundaci¨®n in vitro, pero eso significaba riesgo de gemelos. Cuatro ser¨ªan demasiados. Esta vez quer¨ªan un beb¨¦-beb¨¦ y fueron a buscarlo a Marruecos. Josep ten¨ªa apenas dos meses cuando lleg¨® a casa.
Cuando vamos a recogerle al colegio Pau Vila, en plena falda de Montju?c, Josep pasa de los brazos de Elisabet a los de Dolors y las abraza mimoso. Es un ni?o alegre y vivaracho que pronto cumplir¨¢ tres a?os. A una la llama mam¨¢, y a la otra, mare. Ellas se han implicado mucho en la escuela de sus hijos. "Siempre hemos ido con la verdad por delante", dicen. Y se sienten muy bien acogidas. Pese a las reticencias iniciales, tambi¨¦n la familia acogi¨® a los ni?os con la mayor normalidad. Sin embargo, siempre queda alguna reserva. Cuando se aprob¨® la ley que permite el matrimonio homosexual, Elisabet y Dolors decidieron hacer una boda con convite, regalos y un ritual civil en el Sal¨® de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, que ofici¨® la teniente de alcalde Imma Mayol. Incluso en la familia m¨¢s cercana hubo quien se sinti¨® inc¨®modo con la invitaci¨®n, y algunos parientes, ni asistieron, ni se excusaron. Ellas hab¨ªan salido del armario, pero a la familia le costaba m¨¢s. Lo cual confirma la importancia de que la ley que legaliz¨® las uniones homosexuales consagre el derecho al matrimonio convencional y no a una forma especial de uni¨®n. "Una cosa es que te toleren y otra que te acepten. Con el matrimonio estamos en plano de igualdad", dice Dolors. Con la nueva ley han visto cumplidas unas aspiraciones muy sentidas. Por esta raz¨®n tienen al presidente Rodr¨ªguez Zapatero en un altar.
La importancia del ritual
La boda es una declaraci¨®n p¨²blica de amor y una afirmaci¨®n de normalidad. As¨ª lo entendieron tambi¨¦n Montse Guti¨¦rrez Lapi y Maritxell Mu?oz. Era una ma?ana de marzo y la ceremonia se celebraba en la sede del distrito de Ciutat Vella, en Barcelona. Montse lleg¨® del brazo de su hijo Dani, de 15 a?os. Las dos vest¨ªan un traje de ¨¦poca id¨¦ntico, pero en diferente color, con falda de cola y chaqueta corpi?o, al estilo de las pioneras del Lejano Oeste, y cada una con su ramo de flores. Montse era tan feliz y ten¨ªa una alegr¨ªa llorona tan contagiosa que acab¨® arrancando l¨¢grimas a todos los invitados. Hubo discursos y cada una tuvo quien le llevara a casa el ramo con un verso. Al final de la ceremonia hubo arroz y fotograf¨ªas en la escalinata. Pronto se hizo un grupito de observadores. "Si son dos se?oras", dec¨ªa una mujer mayor a su marido. "S¨ª, es una bollera", dec¨ªa Montse, con una punta de desaf¨ªo muy propia de quien ha luchando muchos a?os por su derecho a la diferencia. Pero al instante fue la propia Montse la que abri¨® los ojos como platos. Sobre la escalinata acababa de irrumpir la siguiente boda y su correspondiente lluvia de arroz. Eran s¨®lo cuatro: los novios (dos chicos) y los testigos (otros dos). El que iba de novia se agitaba nervioso para la foto. Pese a la desapacible ma?ana, llevaba un vestido de gasa transparente tan m¨ªnimo que a cada movimiento quedaba al descubierto un llamativo y provocativo tanga. "?Ser¨¢ posible? ?Ser¨¢ posible?", exclamaba una escandalizada Montse. "Tolerancia, Montse, tolerancia", le dec¨ªan, divertidas, sus amigas. Lo cual demuestra que el concepto de normalidad es siempre muy relativo.
Al modo de Almod¨®var
No era la primera vez que Montse daba fe p¨²blica de su amor. Ella y su anterior pareja, Violant, fueron las primeras lesbianas que se inscribieron en un registro de parejas de hecho, en el Ayuntamiento de Badalona, y su historia demuestra que, en caso de ruptura, las parejas de lesbianas est¨¢n sometidas a las mismas tensiones y conflictos que las heterosexuales. Regentaban juntas el bar del Casal Lambda. Montse aport¨® a la pareja el hijo de siete a?os que hab¨ªa tenido de una relaci¨®n heterosexual anterior, y durante los seis a?os que estuvieron juntas, ambas cuidaron del ni?o, aunque Montse siempre tuvo muy claro que la madre de Dani era ella. "Mi hijo siempre ha sido mi mochila", dice.
Despu¨¦s de una ruptura conflictiva, la relaci¨®n con el ni?o no pod¨ªa dejar de resentirse. Violant lamenta no poder verle. Montse asegura que es el ni?o quien no quiere. Cualquier abogado especializado en derecho matrimonial reconocer¨ªa como muy normal el tipo de reproches que se intercambian. Y cualquier madre separada encontrar¨ªa tambi¨¦n muy normal el sentimiento que tuvo Montse cuando, hace dos a?os, su hijo le dijo de repente que quer¨ªa irse a vivir con el padre, en Francia. Hab¨ªa roto con Violant en mayo, y en diciembre su hijo quer¨ªa irse con el padre. "Ahora veo claro que he de dejar que el ni?o eche a volar; pero en aquel momento, la sensaci¨®n de p¨¦rdida, vac¨ªo, abandono y traici¨®n era tan poderosa que me hund¨ª", recuerda.
Tambi¨¦n Violant echa de menos a Dani. "Es un ni?o muy abierto, y para m¨ª era como si fuera mi hijo; pero no ten¨ªa ning¨²n derecho sobre ¨¦l y ahora no puedo reclamar verle". Violant est¨¢ muy contenta con la ley de matrimonios homosexuales porque resuelve este problema: "Esta ley regulariza las relaciones, y eso es muy importante para la estabilidad emocional de los ni?os", sostiene.
Tatuadas y con piercings, Montse y Meritxell adoran las pel¨ªculas de Pedro Almod¨®var, y la historia de sus respectivas rupturas sentimentales bien dar¨ªa para un gui¨®n almodovariano, incluida la entra?able figura de la madrina de boda, Alejandra Chac¨®n, la mejor amiga de Montse, que es novillera y ha toreado en la Monumental. Montse tiene 37 a?os y se supone que ha seducido a la dulce Meritxell, de 30, por lo que algunas de sus antiguas amistades les han dado la espalda; pero ellas est¨¢n tan seguras de su relaci¨®n que llevan casi dos a?os juntas y est¨¢n casadas. Montse es expansiva y dicharachera. Meritxell es silenciosa, pero cuando habla demuestra que tiene las cosas muy claras. Tambi¨¦n respecto a Dani: "La madre es ella", dice. Lo cual no significa que no se implique en su educaci¨®n, aunque a distancia. Por el momento, tener hijos no forma parte de su proyecto vital.
C¨ªrculos protectores
Tampoco en el horizonte vital de Mar¨ªa, abogada de 34 a?os, figuraba en principio la maternidad. Pero s¨ª en el de su compa?era, con la que ahora lleva seis a?os de convivencia. "En mi fuero interno, yo hab¨ªa descartado por completo la maternidad por el hecho de ser lesbiana. Pero mi compa?era siempre hab¨ªa tenido claro que no quer¨ªa perderse esa experiencia y lo plante¨® al segundo a?o de vivir juntas", recuerda. Las dos consideraban imprescindible implicar tambi¨¦n a los padres. Si no lo hubieran conseguido, cree que seguramente hubieran tenido igual al ni?o, pero a costa de un distanciamiento que les hubiera dolido mucho. "Yo siempre he tenido claro que hay que ir con la verdad por delante, y para m¨ª es muy importante que nuestro hijo tenga un entorno totalmente normalizado. Por eso en nuestra decisi¨®n de tener un hijo hemos querido implicar a la familia y a los amigos. Queremos construir a su alrededor unos c¨ªrculos favorables que le protejan y le hagan fuerte cuando tenga que salir al exterior".
Recurrieron a una fecundaci¨®n con semen de donante. "No ten¨ªamos un amigo al que recurrir para algo as¨ª, pero tampoco creo que sea la mejor opci¨®n porque se crean unos v¨ªnculos muy especiales, y si se rompen, el perjudicado es el ni?o", sostiene. El beb¨¦ tiene ahora nueve meses, y ellas se sienten plenamente colmadas.
Salir del armario, sin embargo, no es f¨¢cil. Mar¨ªa lo ha hecho, pero su pareja todav¨ªa no porque teme las repercusiones laborales. Y por eso ella no da su apellido. "Lo he hecho por mi hijo, y ahora me doy cuenta de que se vive mucho mejor. Pero cada uno tiene su momento", comenta. Mar¨ªa pertenece a la Asociaci¨®n de Familias Lesbianas y Gays de Catalu?a, la ¨²nica que existe en Espa?a. La integran un centenar de familias, la inmensa mayor¨ªa formadas por mujeres. Muchas son familias con hijos mayores, pero cada vez son m¨¢s las parejas de menos de 30 a?os y ni?os peque?os. Como a todas las familias, les preocupa la educaci¨®n de sus hijos, y conseguir que la escuela trabaje la diversidad familiar es ahora su objetivo prioritario.
Alta autoestima
Los hijos son muchas veces el reflejo de los padres. Tambi¨¦n en las familias lesbianas. El estudio de Mar¨ªa del Mar Gonz¨¢lez analiza c¨®mo son los progenitores de estas familias y encuentra una alta autoestima en el colectivo de padres homosexuales (3,27 en una puntuaci¨®n de 1 a 4). Para el 76%, tener hijos es "lo m¨¢s importante de su vida", y su preocupaci¨®n principal, que "crezcan y sean felices" (79%). Creen que lo m¨¢s importante de su relaci¨®n con los ni?os es el cari?o (83%), y entre los valores a transmitirles figura en primer lugar (90%) "el respeto a los dem¨¢s y la tolerancia". Y aplican mayoritariamente un modelo educativo de "estilo democr¨¢tico", en el sentido en que lo defini¨® Baumrid: una educaci¨®n basada en el afecto y la comunicaci¨®n con exigencia de disciplina inductiva, es decir, mediante normas claras y razonadas.
No son tampoco familias aisladas. Al contrario: cuentan con una red social de parientes y amigos de una media de 10 personas con las que se relacionan habitualmente. En consecuencia, el rendimiento acad¨¦mico de sus hijos es bueno. Los profesores valoran la competencia de estos ni?os con un 2,4, de un rango de 1 a 3. Presentan adem¨¢s altos niveles de autoestima y similares habilidades sociales que el resto de los ni?os. Si acaso, la ¨²nica diferencia apreciable es que los hijos de familias homoparentales ten¨ªan una mayor tolerancia a la diferencia y la diversidad, y tambi¨¦n a la homosexualidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.