?Nos escucha Bush?
La segunda mitad del ¨²ltimo mandato presidencial de George W. Bush, en niveles hist¨®ricos de impopularidad, amenaza con convertirse en una enorme tortura para ¨¦l y sus colaboradores m¨¢s estrechos, los que no han decidido apearse de un periodo de gobierno que ya ofrece pocas esperanzas de enderezarse. Las nuevas revelaciones sobre un ingente sistema de vigilancia telef¨®nica a ciudadanos estadounidenses en todo el pa¨ªs puede estar generando ya estos d¨ªas una presi¨®n insoportable sobre la Casa Blanca.
El diario USA Today volv¨ªa el viernes a la carga con un informe sobre las actividades de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), y hablaba nada menos que de millones de conversaciones telef¨®nicas grabadas e identificadas en todo el territorio, con la cooperaci¨®n necesaria de las tres mayores grandes compa?¨ªas telef¨®nicas del pa¨ªs. Si en su d¨ªa la NSA dijo que s¨®lo controlaba llamadas con el exterior -y no contenidos, sino conexiones y contraste de n¨²meros-, el diario asegura que el control masivo est¨¢ volcado sobre las llamadas nacionales. De ser escuchas sobre el contenido, la violaci¨®n de la ley estadounidense ser¨ªa flagrante.
Bush insiste en que no ha habido escuchas y que su Gobierno defiende a ultranza la intimidad de los ciudadanos. Pero las contradicciones se acumulan y va a ser dif¨ªcil de explicar sin consecuencias pol¨ªticas una vigilancia tan amplia. A medida que se suceden las revelaciones, adem¨¢s, son cada vez menos los que creen a un presidente con la credibilidad por los suelos. Es de esperar que el Congreso y los ciudadanos exijan que se haga toda la luz para evitar que la lucha global antiterrorista, en cuyo nombre se han cometido ya innumerables desafueros, acabe tambi¨¦n con el ejemplar derecho a la privacidad de los estadounidenses.
La interminable cadena de fiascos en Irak, la par¨¢lisis en numerosos frentes internos y externos, y las contradicciones y mentiras acumuladas en seis a?os por la Administraci¨®n republicana se han convertido ya en losas casi insoportables con vistas a las pr¨®ximas elecciones para la renovaci¨®n parcial del Congreso. En todo caso, los legisladores en Washington tienen sobrados motivos para reactivar la fiscalizaci¨®n de unas pr¨¢cticas que, de ser ciertas en sus peores detalles, amenazan la libertad de los estadounidenses y atentan contra los principios b¨¢sicos de la gran democracia.
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