Golondrina al F¨®rum
La semana pasada, antes de que el dragon-khan de la pol¨ªtica catalana volviera a helar la sangre con un inaudito triple tirabuz¨®n -expulsi¨®n de ERC del Gobierno y doble convocatoria electoral-, el Ayuntamiento de Barcelona anunciaba una amplia oferta de conciertos y actividades culturales en la zona del F¨®rum para este verano, coincidiendo con los dos a?os del inicio de un "evento" que, si no cambi¨® el mundo, s¨ª cambi¨®, para bien, ese rinc¨®n del levante de la ciudad antes tan olvidado. Decid¨ª viajar hasta all¨ª en el ¨²nico medio en que no lo hab¨ªa hecho anteriormente: en barco. Hacer una cr¨®nica sobre un viaje en golondrina parece una temeridad no menor que la de empezar una novela con la marquesa saliendo de su casa a las cinco de la tarde, pero alguien ten¨ªa que hacerlo.
La traves¨ªa vale la pena. Ofrece una perspectiva sobre la propiedad inmobiliaria que habr¨ªa vuelto a admirar a Pich i Pon
El catamar¨¢n Trimar, de 26,60 metros de eslora por 8 de manga, con capacidad para 196 pasajeros m¨¢s cuatro tripulantes -el patr¨®n, un marinero, un mec¨¢nico y una chica que atiende en el bar-, pone sus motores en marcha -dos MAN de seis cilindros y 750 caballos cada uno, capaces de desplazar 70 toneladas- a las 11.30 de la ma?ana, con puntualidad. El billete para adulto en activo cuesta 9,70 euros. La vuelta durar¨¢ hora y media. Desde el muelle del Portal de la Pau, Crist¨®bal Col¨®n, melanc¨®licamente tintado por el guano de las gaviotas, parece a?orar su carabela, que un mal d¨ªa de hace ya a?os ardi¨® y desapareci¨® -?para siempre?- de la vida de los barceloneses. El Trimar realiza un elegante giro de 180 grados apoy¨¢ndose en sus dos propulsores y se encamina hacia la nueva bocana. Los adolescentes del Lyc¨¦e Bellevue de Ly¨®n olvidan por un momento el temario de sociales previamente distribuido por sus tutores -en el que, entre otras cuestiones, se pide una definici¨®n de La Rambla y de qu¨¦ cosas hacen all¨ª los nativos- y se agolpan por babor para admirar la impresionante entrada del Aida Vita de G¨¦nova, un crucero que amarrar¨¢ junto al World Trade Center. Fellini, en Amarcord, ha explicado como nadie la fascinaci¨®n que produce el desplazamiento de un gran buque; en el restaurante del Mar¨ªtim, hoy cerrado, sol¨ªan apagar las luces del comedor cuando el ferry de la Trasmediterr¨¢nea pon¨ªa rumbo hacia las Baleares a medianoche. El momento se cargaba de una magia especial.
Joan, el patr¨®n, lleva apenas dos meses y medio al mando del Trimar. Le gusta la vida sobre el agua: antes trabaj¨® en un palangrero con base en Vilanova y tambi¨¦n hab¨ªa ido a por grandes atunes frente a las costas de Castell¨®n. "No pararemos en el puerto del F¨®rum, no hay nada especial que ver all¨ª, parece que le cuesta arrancar", informa, aunque no duda de que si el anunciado plan municipal funciona, la compa?¨ªa acabar¨¢ fijando un punto de embarque, como ya lo tuvo durante la celebraci¨®n del F¨®rum. "Por cierto, ?usted sabe por qu¨¦ le llamaron 'evento'? Ahora a las cosas las llaman 'eventos'...", reflexiona, y de repente adquiere la gravedad de un capit¨¢n conradiano.
Frente al Club Nataci¨® Barcelona, Joan pone el Trimar contra viento -proa a sur- y se queda en punto muerto. "Es que tenemos un esparcimiento de cenizas", explica. Anda, y eso, ?ocurre a menudo? "En los dos meses y medio es el segundo". Por popa, los deudos lanzan la urna al agua, que flota durante unos instantes y luego se sumerge. Unas flores mecidas por las olas es el rastro que queda de toda una vida. Los adolescentes del Bellevue observan la escena con la aprensi¨®n que la muerte causa a quienes tienen toda la vida por delante.
La traves¨ªa vale la pena. Ofrece una perspectiva sobre la propiedad inmobiliaria que habr¨ªa vuelto a admirar a Pich i Pon. Ya en el F¨®rum, la placa fotovoltaica y la escalinata benaresiana que bajo ella desciende hasta el muelle componen una escultura audaz que contrasta con la severidad fabril de la depuradora y las centrales el¨¦ctricas junto a la desembocadura del Bes¨°s. La vuelta a puerto no tiene nada de repetitivo: navegar con tierra por babor o hacerlo por estribor perfila dos mundos relacionados, pero nada id¨¦nticos. Joan alarga la vuelta pasando bajo el Pont d'Europa y acerc¨¢ndose a la d¨¢rsena donde se encuentran amarrados dos fatigados cargueros, el Kapitan Vakula y el Kapitones Kaminskas. Est¨¢n descargados. "Con carga se sumergen hasta ese punto de ah¨ª: 10 metros". La maniobra de aproximaci¨®n y amarraje por proa en el Portal de la Pau es un homenaje a la suavidad del trabajo bien hecho. Joan ha avisado por radio para que en tierra reciban las amarras. El marinero y el mec¨¢nico las lanzan con suavidad, mientras Joan pone un punto de reversa. Fin del trayecto.
Los estudiantes franceses se pierden Rambla arriba, con ¨¢nimo de descubrir nuevas costumbres de los nativos en su esplendoroso paseo. Es m¨¢s que probable que nadie les haya hablado, ni falta que les hace, del dragon-khan que hay montado muy cerca de all¨ª, en la plaza de Sant Jaume. Ellos ya tienen bastante con el big-splash de Villepin y Sarkozy en su pa¨ªs.
Los deudos, dos hombres y cuatro mujeres, han perdido la rigidez de la solemnidad y hablan con la animada serenidad que proporciona ver cumplida una ¨²ltima voluntad. "En el declive de la traves¨ªa / del viento hacia la noche maquillada / no quedar¨¢ de nuestros cuerpos nada: / an¨®nimo mester de juglar¨ªa" (Pere Gimferrer, inicio del poema 'Forever Cuca', en Amor en vilo, Seix Barral, 2006).
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