La rebeli¨®n vecinal contra los parqu¨ªmetros impide su funcionamiento en Carabanchel
Los expendedores de recibos siguen rotos o quemados, y los vigilantes renuncian a multar
Carabanchel ha quedado fuera de la ley de los parqu¨ªmetros. Casi tres meses despu¨¦s de la implantaci¨®n del servicio de estacionamiento regulado (SER) en el casco hist¨®rico de este distrito perif¨¦rico, el Ayuntamiento parece haber renunciado a hacerlo cumplir: aparcar pagando en sus 1.541 plazas verdes y azules es casi imposible, porque no hay forma de sacar el boleto. El gobierno municipal admite que la mitad de las m¨¢quinas est¨¢ "fuera de servicio": destrozadas o quemadas por los vecinos que se oponen al servicio. Y los vigilantes del SER act¨²an en consecuencia: en lugar de multar, dejan en los parabrisas notas de aviso que permiten a los conductores aparcar al menos dos horas gratis.
Una portavoz del departamento de Movilidad del Ayuntamiento asegur¨® el pasado martes que el SER se estaba aplicando "con normalidad" en todos los barrios, incluido Carabanchel, aunque admiti¨® que en este distrito del sur -uno de los tres que m¨¢s batalla han plantado contra los parqu¨ªmetros, junto a Fuencarral y Hortaleza- grupos de v¨¢ndalos segu¨ªan quemando m¨¢quinas expendedoras. "Pero se reponen", subray¨®.
Un paseo por la veintena de calles de Carabanchel incluidas en la zona SER desmiente esa versi¨®n oficial a primera vista. El propio Ayuntamiento admiti¨® ayer que s¨®lo 12 de los 30 parqu¨ªmetros de Carabanchel Alto -epicentro de la rebeli¨®n vecinal- siguen en pie, pero una redactora de este peri¨®dico no pudo hallar ni una sola m¨¢quina en funcionamiento. A algunos les han roto los cajetines inform¨¢ticos, otros tienen selladas con silicona y pintura las ranuras por donde habr¨ªa que meter las monedas; la mayor¨ªa est¨¢n quemados y pintarrajeados. "Hace semanas que no los reponen", aseguran los vecinos.
Pr¨¢cticamente ninguno de los coches aparcados ayer por la tarde en plazas verdes o azules de la avenida de los Poblados, la calle de la Chirimoya, la de la Duquesa de Tamames o la de Jer¨®nimo Iborra ten¨ªan a la vista ning¨²n boleto de visitante y tampoco tarjetas de residente.
Con una excepci¨®n: despu¨¦s de dar vueltas durante dos horas, el forastero encuentra un veh¨ªculo con una tarjeta en el salpicadero que asemeja la oficial. El texto, sin embargo, mata toda esperanza. Reza as¨ª: "Esta tarjeta autoriza a su titular a estacionar su veh¨ªculo en el barrio sin que le cobren m¨¢s impuestos a cambio de un servicio que no ha pedido, que no quiere y que no necesita". Es el distintivo acu?ado por los rebeldes hace ya tres meses, cuando comenz¨® la guerra de los parqu¨ªmetros en los barrios de la periferia.
Aviso en el parabrisas
Adem¨¢s de romper las m¨¢quinas expendedoras, los vecinos han pintado de blanco o naranja muchas de las rayas verdes (para residentes) y azules (para visitantes) que delimitan las zonas de aparcamiento regulado. Y las frases "parqu¨ªmetros NO" o "parqu¨ªmetros ?fuera!" est¨¢n escritas por todo el barrio: frente a la iglesia, a la salida de las cafeter¨ªas, en las marquesinas de los autobuses...
Ante la imposibilidad de saber si los veh¨ªculos aparcados en plazas del SER son de vecinos que secundan la insumisi¨®n contra los parqu¨ªmetros o, simplemente, de personas que, queriendo pagar su resguardo, no han podido encontrar ninguna m¨¢quina en funcionamiento, los vigilantes han recibido una instrucci¨®n clara de Movilidad: no multar en las primeras dos horas, seg¨²n confirmaron cuatro de ellos a este peri¨®dico.
"Les dejamos una nota en el parabrisas en la que les avisamos de que est¨¢n vulnerando la ordenanza y les damos un plazo de dos horas para abandonar esa plaza. Si a las dos horas no se han ido, les multamos. Sabemos que, a los que est¨¢n estacionados en plaza verde, les estamos regalando al menos una hora, porque el m¨¢ximo son 60 minutos. Pero, ?qu¨¦ podemos hacer?", explicaron estos vigilantes, ninguno de los cuales quiso dar su nombre.
Ellos aseguran que, pasado ese periodo de tregua de dos horas, s¨ª multan. Los vecinos sostienen que no. "Hay d¨ªas que ni pasan por aqu¨ª. Y no me extra?a", afirma Fidel mientras apura un caf¨¦ en el bar Florida.
En grupos de cuatro
Los vigilantes hacen la ronda en grupos de cuatro: "S¨®lo en este barrio nos lo permiten, para defendernos mejor de las agresiones", dicen. Apenas dos horas despu¨¦s, en la calle del Aguacate, estos controladores fueron rodeados e increpados por un grupo de vecinos. Acabaron llamando a la Polic¨ªa Municipal, aunque al final todo qued¨® en otro "mal rato" de los que ya se han hecho habituales para ellos. "Hay gente que nos dice: 'Oiga, no me multe, yo tengo tarjeta de residente pero no la ense?o para que los gamberros no me rompan la luna del coche'. Es posible que sea verdad, pero, cuando multamos, no hacemos excepciones", a?adi¨® una de las vigilantes.
Tampoco en Carabanchel Bajo funcionan la mayor¨ªa de los parqu¨ªmetros -el Ayuntamiento asegura que est¨¢n en servicio "14 de las 22 m¨¢quinas expendedoras"; este peri¨®dico s¨®lo encontr¨® ayer una-, aunque el llamamiento a la insumisi¨®n parece haber calado menos: en las calles de Eugenia de Montijo o Antonio Antoranz, filas enteras de veh¨ªculos luc¨ªan ayer las tarjetas de residentes en sus salpicaderos. No as¨ª los visitantes, que no ten¨ªan forma de pagar salvo si se acercaban a la m¨¢quina a¨²n en pie de la plaza de la Parroquia.
"En Carabanchel Bajo est¨¢ la Junta Municipal, la comisar¨ªa... Hay mucha polic¨ªa, y la gente se corta m¨¢s. Incluso los vigilantes trabajan all¨ª con m¨¢s soltura", reflexionaba Enrique, comerciante de Carabanchel Alto. "Aqu¨ª, sin embargo, vienen, se pasean, ponen notitas... Pero multar, no multan a nadie".
"Gallard¨®n pincha en hueso"
"Vamos a ver. Aqu¨ª no hay tanto comercio, no hay industria. Lo que hay son casitas bajas sin garaje. ?Por qu¨¦ nos ponen aqu¨ª los parqu¨ªmetros? Si es que no tiene sentido", sentencia Ver¨®nica, que vive en Sanchinarro y cada d¨ªa viene a trabajar a un local de la calle Antonio Antoranz.
"Mire, el problema de aparcamiento en Carabanchel aparece por la noche, cuando todos vuelven a casa despu¨¦s de trabajar en el centro. Y de noche no funcionan los parqu¨ªmetros, as¨ª que no arreglan nada", dice Paloma mientras ve jugar a su hija en la plaza de la Emperatriz.
Pero tambi¨¦n hay quien trabaja en el barrio. Enrique, empleado en una tienda de telas, apunta otro dato que "el alcalde deber¨ªa tener en cuenta": a Carabanchel Alto no llega el metro. "?En qu¨¦ voy a venir a trabajar si no es en coche?", pregunta. A su lado, un cliente murmura: "Esta pelea de los parqu¨ªmetros no va a acabar. Gallard¨®n, en este barrio, ha pinchado en hueso".
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