'Andazul¨ªa'
No pod¨ªa ser m¨¢s que alguien que tuviese el talento ling¨¹¨ªstico de Arcadi Espada, unido a una atenci¨®n hipersensible y a una constante vigilancia de todos los decires que le asaltan el o¨ªdo desde la prensa y otros textos p¨²blicos, el que no se dejase escapar un p¨¢rrafo, ya aprobado, del Pre¨¢mbulo del proyecto de reforma del Estatuto andaluz (El Mundo, 2-V-06). El p¨¢rrafo, que Espada no vacila en calificar, con toda la justicia del mundo, de "monstruoso", reza, seg¨²n su propia transcripci¨®n, de esta manera:
"Andaluc¨ªa ha compilado un rico acervo cultural por la confluencia de una multiplicidad de pueblos y de civilizaciones, dando sobrado ejemplo de mestizaje humano a trav¨¦s de los siglos. La interculturalidad de pr¨¢cticas, h¨¢bitos y modos de vida se ha expresado a lo largo del tiempo sobre una unidad de fondo que acrisola una pluralidad hist¨®rica, y se manifiesta en un patrimonio cultural tangible e intangible, din¨¢mico y cambiante, popular y culto, ¨²nico entre las culturas del mundo".
Por mi parte, me voy a quedar rezagado con respecto a la direcci¨®n en que se mueve el comentario cr¨ªtico de Espada (aunque tampoco en sus palabras pueda dejar de resonar inevitablemente, aun sin mentarlo expressis uerbis, el que es aqu¨ª el demonio principal: el pestilente narcisismo andaluz), para detenerme en el tr¨¢mite de la expresi¨®n por s¨ª misma.
Empecemos por el rasgo general que, de principio a fin, recorre y caracteriza el p¨¢rrafo transcrito: no hay en ¨¦l una sola palabra requerida en raz¨®n de demanda por la necesidad de un contenido, sino que el contenido mismo se ha compuesto y se ha determinado a partir de la oferta de ingredientes verbales preexistentes: viejas acu?aciones estereotipadas por la inercia verbal, de las que van virtualmente acompa?adas por un t¨¢cito "ya sabes lo que quiero decir". En una palabra, como la mayonesa. ?sta, en efecto, fue inventada -si no recuerdo mal- por el cocinero de los oficiales de la guarnici¨®n brit¨¢nica asediada en Mah¨®n: "?Y qu¨¦ puedo yo darles de cenar esta noche a estos golosos, si no puedo mandar afuera un solo soldado a por provisiones sin que me lo maten de un tiro por el campo? Me las tendr¨¦ que ingeniar como sea para sacar alguna cosa rica con lo que hay en la despensa".
El p¨¢rrafo del pre¨¢mbulo andaluz citado por Espada est¨¢ hecho "con lo que hay en la despensa", como la mayonesa; los cocineros del estatuto se las arreglaron con las existencias que ten¨ªan a mano, pero no porque no quisiesen poner en riesgo la vida de ning¨²n soldado, sino porque su paladar cerebral se conformaba, y acaso hasta se complac¨ªa, con esa mayonesa elaborada a base de los inertes y baratos estereotipos que ya hay en la despensa.
La gratuidad, en cuanto indiferencia frente al contenido, se manifiesta en el recurso a muletillas formales, como la terna de miembros, que ofrece dos ejemplos: una terna simple y una terna de parejas. Esta f¨®rmula parece responder a una preocupaci¨®n por la exhaustividad: una banqueta con tres patas se tiene de pie; deja al hablante la comodidad de sentir que satisface la demanda de informaci¨®n del oyente, completa sus preguntas, imaginadas sobre el modelo, tan gen¨¦rico, de "largo-ancho-alto", "eslora-manga-puntal", etc¨¦tera. La terna simple con que nos encontramos en el texto citado es de tan extrema gratuidad, que nos descubre otra caracter¨ªstica del mismo: su naturaleza de "relleno". Dice as¨ª: "La interculturalidad de pr¨¢cticas, h¨¢bitos y modos de vida..."; ?sabr¨ªa decirme usted, mi estimado se?or Arcadi Espada, qu¨¦ l¨ªmites precisos podr¨ªan interponerse entre "pr¨¢cticas", "h¨¢bitos" y "modos de vida" que comportasen en su espectro sem¨¢ntico tan siquiera ¨¦sa m¨ªnima franja de exclusi¨®n que habr¨ªa que exigirles para que sean separadamente desplegados en una misma enumeraci¨®n? No vamos a negar aqu¨ª matices ni connotaciones; las sinonimias perfectas son poqu¨ªsimas, pero la propia marcha del texto es tan sumaria, que no permite que uno piense en cosas y que no deje de o¨ªr m¨¢s que palabras-comod¨ªn. A¨²n m¨¢s redonda, m¨¢s euf¨®nica y m¨¢s inapelablemente convincente les ha salido la terna de parejas, que reza como sigue: "Se manifiesta en un patrimonio cultural tangible e intangible, din¨¢mico y cambiante, popular y culto, ¨²nico entre las culturas del mundo".
Este expediente de repartir una serie de adjetivos -tanto da que sean seis, como aqu¨ª, o que sean cuatro, ocho, o los que fueren- en parejas copuladas es bastante corriente en la prosa escrita castellana, y no tiene por qu¨¦ ser, en principio, un mero recurso ret¨®rico, sino que suele estar l¨®gicamente motivado: los criterios m¨¢s frecuentes en la formaci¨®n de las parejas son los de oposici¨®n u homogeneidad; tomemos los adjetivos "sano", "enfermo", "joven", "viejo"; de las tres parejas de combinaciones binarias que esos cuatro elementos nos ofrecen, s¨®lo dos de ellas ser¨¢n l¨®gicamente aceptadas; a saber: 1: "j¨®venes y viejos, sanos y enfermos", o 2: "j¨®venes y sanos, viejos y enfermos"; la 3, salvo un contexto muy rebuscado, hallar¨¢
en el o¨ªdo una fuerte resistencia: "j¨®venes y enfermos, viejos y sanos". De los tres pares de adjetivos que califican el "patrimonio cultural" del texto comentado, vemos c¨®mo el primero y el tercero toman el criterio de la oposici¨®n; el primero, de una oposici¨®n privativa, y el tercero, de una oposici¨®n, por as¨ª decirlo, "distributiva". Es el segundo par: "din¨¢mico y cambiante", el que suena rar¨ªsimo y hace sospechar que probablemente es un mal consensuado producto de una discusi¨®n infructuosa y tal vez un tanto encarnizada. Es posible que empezasen por tratar de recoger los atributos correspondientes al espeluznante t¨®pico de "tradici¨®n y modernidad"; la modernidad quedar¨ªa cubierta con cualquiera de los dos adjetivos propuestos: "din¨¢mico" o "cambiante", o sea con el que acabase siendo consensuado. Pero, ahora ?c¨®mo hacer honor a las prerrogativas de la tradici¨®n? En medio de la cada vez m¨¢s desatada ideolog¨ªa de que todo est¨¢ cambiando aceleradamente, de que nadie puede ni debe quedarse un solo paso atr¨¢s, con el creciente desprestigio de lo que no se mueve, de lo que "se aferra al pasado", a un ayer prescrito y aun proscrito, ?qu¨¦ adjetivo podr¨ªa implementar con la cautela suficiente, casi como pasando de puntillas, la parte de la tradici¨®n? Y esto en una regi¨®n en la que el culto de lo tradicional -garant¨ªa de "lo aut¨®ctono"- es el m¨¢s celoso y acendrado "entre las culturas del mundo". La cosa -siempre seg¨²n lo que yo me imagino que pudo pasar- ten¨ªa mal arreglo; pero la f¨®rmula de la terna de parejas, prospectada por delante de los seis adjetivos que habr¨ªan de llenarla, o m¨¢s bien rellenarla, ten¨ªa un tan arm¨®nico efecto de columpio o doblar de campanas, que, antes que renunciar a ella, pudo haberse preferido rellenar la vacante con esa extra?a semi-redundancia de "din¨¢mico y cambiante".
En cuanto a la primera de las tres parejas copuladas: "tangible e intangible", que as¨ª de pronto podr¨ªa sonar un tanto m¨ªstica, no hay que temer que exija, para su intelecci¨®n, remontarse tan alto como a una reminiscencia del Credo de Nicea: "Visibilium omnium et invisibilium", sino que es muy probable que tenga explicaci¨®n en una procedencia mucho m¨¢s cercana: en Francia y en un pleito reciente: el de la reivindicaci¨®n de la "m¨¦moire", palabra bastante m¨¢s encumbrada que su traducci¨®n castellana: "memoria hist¨®rica". En nuestra pareja, "tangible", por la propia obviedad de aquello que designa, no tiene otra funci¨®n que la de mero soporte de "intangible". Jos¨¦ Vidal Beneyto, en su art¨ªculo Guerra de nacionalismos / 1 (EL PA?S, 6-V-06), habla de cuatro opciones del concepto de "naci¨®n", de las que la que aqu¨ª importa es la que designa como "naci¨®n-herencia". A ¨¦sta, pues, ser¨ªa a lo que pretende remitirse el panfleto estatutario con lo "intangible" del "patrimonio cultural". La institucionalizaci¨®n de la "m¨¦moire" (en Francia se ha llegado a hablar hasta de "devoir de m¨¦moire") no se contenta ya con que las tradiciones sigan siendo meras tradiciones, que ser¨ªa dejarlas al modesto nivel de las costumbres; ahora quieren tener "calado", "profundidad hist¨®rica". La repelente expresi¨®n de "patrimonio cultural" connota inmediatamente la noci¨®n de "herencia"; en palabras de Chirac: "C'est un h¨¦ritage que nous devons assumer tout entier". El patrimonio hereditario implica, a su vez, que las naciones son linajes; estas "naciones-linaje" -y tanto las profesas como las postulantes-, para acreditar su abolengo, su solera, y legitimar su nobleza, apelan a lo que entre los apologetas cristianos se designaba como "auctoritas uetustatis". A esta "vetustez" se remite por dos veces el "Pre¨¢mbulo": "a trav¨¦s de los siglos", "a lo largo del tiempo", y es justamente a eso que yacer¨ªa en las profundidades del ayer, pero a¨²n palpitar¨ªa plenamente vigente en lo "tangible", a lo que, a mi entender, pretenden aludir con lo "intangible". Lo intangible goza, adem¨¢s, del privilegio de sustraerse a toda posible verificaci¨®n t¨¢ctil.
En el "rico acervo cultural" andaluz -y como en cualquier otro, por supuesto- solamente el folclore es "distintivo", pues es lo que espec¨ªficamente se ha acu?ado, concentrado y petrificado de una vez para siempre con esa funci¨®n. Ah¨ª es, en efecto, donde se ejerce, de manera ostensible y recurrente, el culto de la propia identidad. As¨ª que me temo que no va a quedar lugar ni justificaci¨®n posible para el segundo par de adjetivos copulados que califican "patrimonio cultural", o sea para "din¨¢mico y cambiante", porque la autocomplacencia que comporta el culto de la "identidad" -y decirlo resulta redundante- necesita que la propia imagen sea siempre id¨¦ntica a s¨ª misma. "Din¨¢mico y cambiante", cualquiera que haya podido ser su g¨¦nesis -ya sea la que yo he supuesto, ya sea otra-, se han quedado ah¨ª pasmados, como una reverencia al signo de los tiempos, pero completamente fuera de lugar, junto al exacerbado, ensimismado, tradicionalismo de una gente que exige reconocerse fielmente en el espejo a cada recurrencia, que se gusta tanto a s¨ª misma y est¨¢ tan encantada de ser y de haber sido desde siempre como es que no podr¨ªa dejar de cuidar escrupulosamente de que todo se repita a?o tras a?o exactamente igual.
Los redactores del "Pre¨¢mbulo" se han preocupado, finalmente, de anticiparse a disipar posibles dudas u objeciones, ajust¨¢ndolo todo, sin resquicio, al m¨¢s plausible "como debe ser". Todo ten¨ªa que quedar repugnantemente mono. Si la "confluencia de una multiplicidad de pueblos y civilizaciones" podr¨ªa hacer pensar en el surgimiento y hasta perduraci¨®n de conflictos, se le sale al paso, disipando recelos y temores, con la cl¨¢usula "dando sobrado ejemplo de mestizaje humano a trav¨¦s de los siglos"; si "la interculturalidad de pr¨¢cticas, h¨¢bitos y modos de vida" podr¨ªa a su vez suscitar la imagen de separaciones o aislamientos sociales, he aqu¨ª que de nuevo se tranquiliza a los lectores con la f¨®rmula -por otra parte sumamente misteriosa- de que esa interculturalidad "se ha expresado a lo largo del tiempo sobre una unidad de fondo que acrisola una pluralidad hist¨®rica". En mis tiempos, ante este tipo de frases en forma de atrevidos arreboles l¨®gico-sem¨¢nticos, se sol¨ªa exclamar: ??teme usted esa mosca por el rabo! El texto entero, en fin, confeccionado con pereza, con desinter¨¦s, y uno dir¨ªa que incluso con aburrimiento y con desd¨¦n, acumulando t¨®picos y convencionalismos y adob¨¢ndolo todo con muletillas pedag¨®gicas y comodines moralizantes, parece puro relleno de un vac¨ªo ya innecesario por s¨ª mismo y que, por tanto, precisamente rellenado se revela a¨²n m¨¢s positiva y manifiestamente vac¨ªo e innecesario. No s¨®lo es "monstruoso" como pieza de literatura jur¨ªdica en s¨ª misma, sino tambi¨¦n por la tremenda inmoralidad que comporta el haberlo aprobado en calidad de documento p¨²blico, para tir¨¢rselo a la cara a sus destinatarios, que se supone que son los andaluces.
Rafael S¨¢nchez Ferlosio es escritor.
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