Suso de Toro dialoga con los fantasmas del horror y la memoria en su nueva novela
El escritor gallego ahonda en 'Hombre sin nombre' en las heridas abiertas de la guerra
En la nada precisa hora del desvelo que llevan a cuestas los fantasmas, todo es confuso. Pero hay ciertas cosas que es necesario poner en su sitio para vivir finalmente en paz. Por eso, Suso de Toro (Santiago de Compostela, 1956) ha escrito Hombre sin nombre (Lumen), una novela con las voces resonantes de un auto sacramental donde el escritor gallego ajusta cuentas con el horror y la memoria. "Me gustar¨ªa que el libro funcionara como un exorcismo", dice.
La santa compa?a que camina entre las p¨¢ginas de Hombre sin nombre recorre Europa de extremo a extremo. "Desde Galicia hasta Leningrado", asegura Suso de Toro. Por eso se trata de una novela que no s¨®lo abarca Espa?a y sus traumas, consecuencias y cuentas pendientes, sino de algo que va m¨¢s all¨¢: "Del horror y la inmoralidad", asegura el autor de Trece campanadas.
Est¨¢ preocupado, nervioso, nada relajado ante la aparici¨®n de una obra que para ¨¦l es muy importante. Ni ser escritor de cabecera de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, seg¨²n confes¨® el mismo presidente del Gobierno, que dijo compartir su visi¨®n del pa¨ªs en su ensayo Otra idea de Espa?a, le da seguridad. "Lo que m¨¢s me gusta de Zapatero es su independencia de criterio. Es lo que despista a sus adversarios".
Pero dice que la desaz¨®n se debe a las promociones: "No me gusta empezar la representaci¨®n", asegura nada m¨¢s saludar. Aunque cualquiera lo dir¨ªa despu¨¦s de o¨ªrle disertar sobre la literatura hecha para ser le¨ªda en solitario y la que se cre¨® para la voz, para ser dicha. "El Quijote inaugura la primera, el di¨¢logo a solas con el lector, mientras que Shakespeare, por ejemplo, escribi¨® para la voz".
?l ha elegido, con una clara y palpable obsesi¨®n por la dramaturgia, que Hombre sin nombre funcione como una novela para ser dicha, donde hablen sus protagonistas, fantasmas que no encontrar¨¢n descanso hasta saldar sus deudas. "Todos mis libros est¨¢n poblados de fantasmas. No hay nada mejor que hacerlos hablar". Por eso, Hombre sin nombre est¨¢ forjada con los variados y consistentes genes de Macbeth, de Otra vuelta de tuerca, de Henry James, de la desesperada b¨²squeda de un nuevo lugar en el mundo que ti?e La vida es sue?o, de Calder¨®n, del grito transparente de Samuel Beckett o de la lucha por la supervivencia que hay en muchas criaturas deambulantes de Valle-Incl¨¢n.
Es una obra muy ambiciosa literariamente. "Tengo miedo de que el tema no deje ver la apuesta que he hecho", asegura. Y tiene tanto pavor al tema, como dice ¨¦l, a ese asunto sin nombre como la conciencia desnuda que protagoniza la novela, que ni siquiera se ha atrevido a pronunciar, en hora y media de conversaci¨®n sobre lo divino y lo humano, su nombre: Guerra Civil.
Cuando se lo mencionas, se produce en su cara una especie de catarsis y el discurso se centra y se endurece. "Tengo miedo a abrir la tapa del s¨®tano y que se lo trague. Es un agujero negro". Pero un agujero al que necesitamos enfrentarnos: "Por una cuesti¨®n moral", dice De Toro, "este libro surge de c¨®mo hemos recordado el 23-F, entre otras cosas. Por esa enfermedad en la relaci¨®n con nuestro pasado que tenemos los espa?oles. En eso seguimos infantilizados y combatirlo es lo que me ha dado valor para escribir el libro".
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