Nadie busque ¨¦pica
Es menos dif¨ªcil de entender de lo que dicen algunos, esto que ha pasado en Montenegro. Hace 130 a?os era un Estado independiente muy digno. No entra en los augurios m¨¢s razonables que lo sea ahora al menos pronto. Triste consuelo es que con la actual Serbia no lo habr¨ªa sido nunca. Estados existentes en 1914, surgidos de pueblos aliados durante siglos contra turcos y austriacos, unidos por imposici¨®n de los m¨¢s fuertes en una federaci¨®n que s¨®lo supo mantenerse bajo dictaduras, antes y despu¨¦s de la II Guerra Mundial, la alianza serbio-montenegrina s¨®lo era un triste remanente de una Yugoslavia que el nacionalismo panserbio hab¨ªa liquidado y mantenido para quedarse con los despojos patrimoniales de la federaci¨®n desaparecida. Convertida esa facci¨®n europea del peor Bizancio balc¨¢nico poscomunista que era la Yugoslavia serbio-montenegrina en una balsa pauperizada a la deriva, expoliada por capitanes rufianes, repleta de grumetes encanallados y sin escr¨²pulos y cada vez m¨¢s hu¨¦rfana de la gran dignidad, cultura y decencia de sus mejores hijos que desde hace quince a?os huyen hacia otras costas europeas o americanas, el s¨¢lvese quien pueda es una mera expresi¨®n del instinto de supervivencia. La historia en la regi¨®n es ya triste y mentirosa.
Nadie busque ¨¦pica en esta historia tan pedestre, triste y tan escaso recorrido. Nadie caiga en un rid¨ªculo a¨²n mayor que el habido, tomando parte por un presidente Milo Djukanovic que en cualquier pa¨ªs europeo llevar¨ªa a?os en una c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad debido a sus negocios. O por Bulatovic, un c¨®mplice de las peores barbaridades que desde Montenegro se perpetraron contra la poblaci¨®n bosnia, o por Kostunica que ya simboliza la obstinaci¨®n serbia en el error culpable, o Draskovic, ese ministro tan inteligente al que s¨®lo se puede creer sabi¨¦ndose uno muy idiota. La subsistencia o desaparici¨®n de esta alianza que no exist¨ªa m¨¢s que para los negocios il¨ªcitos de muchos no merece media l¨¢grima de nadie.
No reporta triunfos ni beneficios a nadie en la regi¨®n salvo a aquellos electores montenegrinos que realmente crean que habi¨¦ndose liberado de la mafia de Belgrado son libres ya tambi¨¦n de la de Podgorica, propietaria de todas las lanzaderas de tabaco, inmigrantes, droga y dem¨¢s servicios en el Adri¨¢tico. Y probablemente a tanto personaje por aqu¨ª que quiere seguir insultando a los espa?oles con paralelismos grotescos y olvida que fue el socialismo nacionalista serbio el que hizo de la ya fenecida Yugoslavia un infierno. La votaci¨®n del domingo es un explicable intento de reaccionar frente al lodo que todo lo penetra con la corrupci¨®n, la culpa por los cr¨ªmenes de guerra, la falta de autoestima compensada con un orgullo grotesco, la miseria, la falta de informaci¨®n e incentivos, la vida triste, embrutecida y roma. En Serbia y en Montenegro. Ahora, la mayor¨ªa de los montenegrinos han resucitado a los verdes al movimiento nacional enfrentado al panserbismo blanco. Como en 1878 durante el Congreso de Berl¨ªn. Esto se llama progreso.
El nacionalismo de Serbia no ha sabido enfrentarse a los tiempos modernos de la forma en la que lo han hecho los centroeuropeos que r¨¢pidamente -hasta los m¨¢s militantes como el croata o el h¨²ngaro- se han asimilado en capitalismo, europe¨ªsmo, competencia y globalidad. En Serbia el aparato comunista del Estado ha sobrevivido a Slobodan Milosevic y en los a?os posteriores a la muerte de Zoran Djindjic, el presidente del Gobierno que quiz¨¢ pod¨ªa haber evitado esta nueva tragedia a los serbios, se ha instalado con la suficiente comodidad como para hacer del presidente Vojislav Kostunica un ser agradecido y del general y criminal de guerra Ratko Mladic un h¨¦roe en la rec¨¢mara. El resultado del domingo es tan solo la pen¨²ltima estaci¨®n de la cat¨¢strofe serbia. Pronto Belgrado tendr¨¢ que explicar a su poblaci¨®n que tambi¨¦n ha perdido para siempre Kosovo y que en la Voivodina, centroeuropea ella, pocos quieren seguir agonizando con nacionalsocialismo en vena.
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