Los intocables
Leo en la carta de Luis Y¨¢?ez en relaci¨®n con el art¨ªculo que S¨¢nchez Ferlosio escribi¨® sobre el pre¨¢mbulo al nuevo Estatuto andaluz que el pol¨ªtico Y¨¢?ez llama "intocable" al intelectual Ferlosio. No s¨¦ si Ferlosio disfruta de esa envidiable condici¨®n pero si as¨ª fuera reconozco que me encantar¨ªa. Gozar de intocables como Ferlosio es una tranquilidad para todos aquellos que somos "tocables". Hay muchos tocables que hubi¨¦ramos escrito un art¨ªculo en el mismo sentido que el de Ferlosio (con menos erudici¨®n, por supuesto), pero los tocables, hartos de andar "tocando" teclas que pueden granjearnos m¨¢s enemigos ideol¨®gicos nos la envainamos con frecuencia y damos una de cal y otra de arena para que no se nos expulse al limbo. Los tocables que disienten, conozco much¨ªsimos de esos, hubi¨¦ramos escrito un art¨ªculo sobre ese pre¨¢mbulo al Estatuto, sobre la indefinible definici¨®n "realidad nacional" y sobre la poca necesidad que tenemos los seres humanos, incluidos los que somos andaluces, de que se nos defina de alguna manera. Somos muchos los espa?oles vinculados con Andaluc¨ªa: por nacimiento, por simpat¨ªa, por lazos familiares o por gusto, pero convivimos con esos lazos sin que eso marque nuestra actitud ante el mundo, sin participar de toda la parafernalia cultural andalucista. Somos muchos los tocables a los que nos gustar¨ªa poder vivir en un mundo en el que los andaluces fueran un poquito menos andaluces, los vascos menos vascos, los catalanes menos catalanes. Eso de "s¨¦ t¨² mismo" es estupendo para vender la Coca-Cola pero asfixiante como lema de vida. Los ciudadanos deber¨ªamos rebelarnos, salir a las calles gritando: "?Seamos un poco menos nosotros mismos!". La intocabilidad ferlosiana es m¨¢s bien el ejercicio de un derecho, el de disentir. Hay un temor impreciso que ha llenado nuestras pantallas en blanco, temor a ser expulsado del para¨ªso de los tuyos. ?Ahora estamos con la realidad andaluza? Acept¨¦mosla. Comulguemos con ruedas de molino, qu¨¦ importa. Dejemos que los pol¨ªticos hagan malabarismos poniendo nombre a nuestros asuntos privados, porque si se nos ocurre se?alar la m¨¢s m¨ªnima pega hasta nuestros propios amigos nos advertir¨¢n al o¨ªdo: "Ya sabemos todos que es una tonter¨ªa, pero c¨¢llate, que le haces el juego a la derecha". Esa frase m¨¢gica con la que se impone la censurilla amable.
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