Intelecto de la vi?eta
Entre buena parte de los amantes del c¨®mic circula la extendida idea de que la saga cinematogr¨¢fica de los X-Men supone la demostraci¨®n plena de que las vi?etas gr¨¢ficas de aventura y acci¨®n, mezcladas con la ciencia-ficci¨®n, pueden tener altura intelectual m¨¢s all¨¢ del mero entretenimiento. Quiz¨¢ se haya llegado a tan discutible conclusi¨®n m¨¢s por comparaci¨®n a la baja que por aut¨¦ntico convencimiento, visto el panorama de las andanzas en celuloide de los salvapatrias con superpoderes. As¨ª, con la excepci¨®n de alg¨²n momento de los spiderman de Sam Raimi y de los dos primeros tercios del Batman de Christopher Nolan, la mayor¨ªa de traslaciones de c¨®mics de superh¨¦roes son fuegos de artificio en los que si se rasca, s¨®lo se halla el vac¨ªo.
X-MEN: LA DECISI?N FINAL
Direcci¨®n: Brett Ratner. Int¨¦rpretes: Hugh Jackman, Ian McKellen, Famke Janssen, Halle Berry. G¨¦nero: ciencia-ficci¨®n. EE UU, 2006. Duraci¨®n: 99 minutos.
Los defensores de la profundidad te¨®rica de la saga de los X-Men, formada por X-Men (2000), X-Men 2 (2003) y la que hoy se estrena, X-Men: la decisi¨®n final, basan su afirmaci¨®n en que en ellas se contiene una rotunda defensa del derecho a la diferencia, una denuncia de la posibilidad de exterminio de ciertas razas y una advertencia sobre los peligrosos desmanes de las empresas farmac¨¦uticas modernas. Cierto que en la primera mitad del metraje de esta tercera entrega, dirigida por Brett Ratner, sustituto del reputado Bryan Singer, se habla de todos estos temas, pero de una forma tan epid¨¦rmica, tan banal, que querer infundirle un sello de respetabilidad intelectual a un producto como ¨¦ste suena m¨¢s a excusa no pedida que a verdadera convicci¨®n.
A X-Men: la decisi¨®n final no se le exige m¨¢s que entretenimiento, espectacularidad y un buen rato de desconexi¨®n cerebral, lo que ofrece s¨®lo a medias. Lo dem¨¢s es puro artificio de imaginer¨ªa descriptiva. Ratner, acostumbrado a recoger migajas de sagas que comienzan a oler a chamusquina (ya dirigi¨® Red Dragon, con un An¨ªbal Lecter cada vez m¨¢s cascado narrativamente), se ajusta m¨¢s a los c¨®digos del cine de usar y tirar de lo que lo hac¨ªa Singer y se olvida de los 135 minutos que duraba la segunda parte para ce?irse a poco m¨¢s de 90, una duraci¨®n mucho m¨¢s l¨®gica teniendo en cuenta la peripecia que se cuenta. Quiz¨¢ lo mejor sea que el excelente director Bryan Singer, autor de Sospechosos habituales y Verano de corrupci¨®n, haya renunciado a seguir ocupando su tiempo como realizador de los X-Men. Aunque luego uno cae en la cuenta de que lo ha hecho para ocuparse de la nueva saga de Superman, que ver¨¢ la luz en todo el mundo el mes que viene. ?Lo dotar¨¢ tambi¨¦n de esa ansiada altura intelectual?
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