?Una ordinariez!
No hay palabras para describir lo ocurrido ayer en Las Ventas. O s¨ª: un esc¨¢ndalo, una verg¨¹enza, una grav¨ªsima ofensa a la fiesta y a los espectadores.
He aqu¨ª la pel¨ªcula: sali¨® el primer toro, gordo, feo, con hechuras de buey y estampa de bisonte, inv¨¢lido hasta el estado comatoso, que se revolc¨® por la arena mientras la plaza herv¨ªa de enfado y ped¨ªa su devoluci¨®n. Pues no. El se?or presidente decidi¨® que no. El segundo fue otro inv¨¢lido moribundo que perdi¨® las manos en distintas fases de la lidia, y el presidente volvi¨® a hacer mutis por el foro. Y peor fue el tercero, amorfo, sin h¨¢lito de vida, y la protesta subi¨® de tono hasta el punto de que la plaza al completo protest¨® en¨¦rgicamente contra la pasividad de la autoridad. Pero el tal caballero dijo que nones. Y as¨ª con el cuarto, y con el quinto...
Valdefresno / Castella, Mar¨ªn, Perera
Toros de Valdefresno, el 6?, devuelto, desiguales de presentaci¨®n, mansos, muy descastados y absolutamente inv¨¢lidos; el sobrero, de Las Ramblas, soso y deslucido. Sebasti¨¢n Castella: estocada ca¨ªda (silencio); estocada (oreja con protestas). Seraf¨ªn Mar¨ªn: casi entera tendida (silencio); metisaca descarado (silencio). Miguel ?ngel Perera: pinchazo y media tendida (silencio); estocada (silencio). Presidieron los duques de Lugo desde el palco real. Plaza de Las Ventas, 25 de mayo. 16? corrida de feria. Corrida de la Prensa. Lleno.
Si Madrid admite que salga al ruedo de Las Ventas ese primer toro con pintas de buey de carretas y que esos toros mueran en la arena es que aqu¨ª no hay afici¨®n ni nada que se le parezca. Si eso ocurre, como de hecho ocurri¨®, es que esta fiesta est¨¢ enferma y dejada de la mano de Dios.
Lo ocurrido ayer fue un esc¨¢ndalo de proporciones may¨²sculas, una arbitrariedad de la que la m¨¢s responsable es la autoridad, que admite pura basura y permite con su incompetencia que este espect¨¢culo defienda hasta la m¨¢s absoluta ordinariez. Pero, ?qui¨¦n fiscaliza a la autoridad? ?Nadie cesa a un se?or que ayer falt¨® al respeto a los espectadores e infligi¨® un rejonazo de muerte a la fiesta? Si ayer no hubo un mot¨ªn en la plaza es que la temida afici¨®n madrile?a s¨®lo sirve para incordiar a algunos toreros y poco m¨¢s. Un cero, por tanto, para todos los que ayer aceptaron tama?a tomadura de pelo.
Pero, cuidado, que hay m¨¢s responsables. Los organizadores de la corrida ya pod¨ªan haber elegido una ganader¨ªa de mayores garant¨ªas. ?Y acaso no son culpables los toreros que se anuncian? Pues claro que s¨ª, pero en el pecado de su comodidad llevan la penitencia de su fracaso.
?Pero no cort¨® una oreja Castella? Una oreja provinciana que viene a corroborar la incompetencia del presidente y el triunfalismo de la supuesta afici¨®n. Valiente estuvo, ciertamente, y consigui¨® algunas tandas estimables, pero ten¨ªa delante un suced¨¢neo de toro que el torero, con su honradez, ocult¨®. No pudo ocultar, no obstante, los andares cochineros de su primero. Mar¨ªn puso colof¨®n a su tarde con un descarado metisaca en los bajos al quinto, tan moribundo como el segundo. Y Perera tampoco se salv¨® de la quema. Aguant¨® como pudo el esc¨¢ndalo del tercero y se mostr¨® decoroso y afligido ante el deslucido sobrero.
As¨ª las cosas, cada cual se divirti¨® como pudo. Como ese castizo madrile?o que se gast¨® una pasta para que su acompa?ante viera por vez primera la plaza y acab¨® ronco de gritar. Se fum¨® un buen puro, y no par¨® de hablar con gracia de buena gente, mientras la mujer le ped¨ªa que guardara las formas. Pero no hubo manera. No disfrut¨® y, adem¨¢s, se gan¨® la reprimenda de la parienta. Seguro que no vuelve.
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