La ¨¦pica de la preocupaci¨®n
La prudencia lleva aparejada casi siempre la preocupaci¨®n, y viceversa, y en ese campo se mueve ahora una buena parte de la sociedad espa?ola. El anuncio realizado por Rodr¨ªguez Zapatero de que el Gobierno empezar¨¢ a hablar formalmente con los representantes de ETA el pr¨®ximo junio y las previas declaraciones de la propia ETA, y de Batasuna, empe?adas en marcar un terreno pol¨ªtico en el que es imposible moverse sin hundirse, anuncian una etapa caracterizada por lo que un escritor ingl¨¦s denomin¨® "la ¨¦pica de la preocupaci¨®n", opuesta, afortunadamente, a "la ¨¦pica de la tragedia".
Hasta ahora parece que todo el escenario est¨¢ ocupado por un ¨²nico y muy importante pulso: cu¨¢ndo y c¨®mo se abren las llamadas "mesas" de negociaci¨®n. Existe acuerdo previo en que deben ser dos: una, integrada por representantes del Gobierno y de ETA, para hablar de temas relacionados con los presos y la "desmilitarizaci¨®n" (en vocabulario etarra); y otra, con representantes de todos los grupos pol¨ªticos para discutir de la autodeterminaci¨®n, seg¨²n los abertzales, y de la reforma estatutaria, seg¨²n los constitucionalistas.
El pulso estriba en que ETA y Batasuna exigen que sean mesas conectadas, mientras que el Gobierno y casi todos los partidos (incluido el PNV) quieren que no sean paralelas. Para unos y para otros, ¨¦ste es un tema "de principios". El Gobierno y los partidos no quieren que la "mesa pol¨ªtica" parezca, o est¨¦ realmente, tutelada o amenazada por ETA, y la organizaci¨®n terrorista no quiere renunciar a su "papel" sin que antes Batasuna y los partidos pol¨ªticos vascos "desaten los nudos" de la territorialidad (Navarra) y del reconocimiento, a largo plazo, de derecho a la autodeterminaci¨®n. La contradicci¨®n es, por ahora, total y la preocupaci¨®n, grande.
En situaciones como ¨¦sta, la experiencia dice que los interlocutores pueden hacer cosas extra?as. El presidente del Gobierno, por ejemplo, hizo una muy rara cuando anunci¨® el inicio de las conversaciones formales con ETA, nada menos que en un mitin de su propio partido. No se ha dado todav¨ªa una explicaci¨®n razonable, as¨ª que s¨®lo queda formular hip¨®tesis, m¨¢s o menos argumentadas: la m¨¢s comentada es que Zapatero opt¨® por dar una sacudida al escenario y colocarlo ante un hecho consumado: la primera mesa empezar¨¢ sin que se sepa nada, al menos p¨²blicamente, de la segunda. Algunos especialistas especulan tambi¨¦n con la hip¨®tesis de que exista en ETA y en Batasuna una l¨ªnea transversal dispuesta a no echar todo a perder empecin¨¢ndose en la simultaneidad de las mesas. A ese grupo, muy nervioso ya por la presi¨®n judicial y legal a la que se encuentran sometidos, ir¨ªa dirigido tambi¨¦n el mensaje. Hay que darse prisa.
Si estas hip¨®tesis fueran ciertas, ser¨ªa muy de lamentar que el PP pusiera por delante las formas incorrectas del anuncio, y negara su apoyo al Gobierno justo en el instante en que m¨¢s lo necesita: cuando intenta poner en marcha los contactos formales con ETA sin haber fijado d¨ªa para la otra mesa. Si esa fuera la situaci¨®n real, y aunque s¨®lo se tratara de un empuj¨®n, incluso de un simple apa?o, el PP, como todos los ciudadanos dem¨®cratas, tienen la obligaci¨®n de imponer la ¨¦pica de la preocupaci¨®n a la ¨¦pica de la tragedia. Como dec¨ªa un an¨®nimo ciudadano de Belfast interrogado por The Guardian en 1991: "Las balas que nos tienen que inquietar no son las que llevan nuestro nombre, sino las que ponen: a quien le pueda interesar".
Lamentablemente, no est¨¢ nada claro que la organizaci¨®n terrorista vaya a recorrer el camino de la paz. La entrevista con dirigentes etarras publicada en Gara parece un simple resumen de la larga conversaci¨®n (250 p¨¢ginas) con Arnaldo Otegi que public¨® el mismo peri¨®dico hace unos meses, pero con formato de libro (Ma?ana, Euskal Herria). Una lectura atenta de las dos piezas, y la convicci¨®n de que lo mejor con este tipo de organizaciones es escuchar con mucha atenci¨®n lo que dicen, permitir¨ªa dudar de que hayan dado ya realmente los pasos necesarios para llevar a buen t¨¦rmino el abandono de la violencia. Incluso, de que est¨¦n convencidos de lo inevitable de ese recorrido. Todos, ellos y nosotros, deber¨ªamos ser conscientes de que, como dicen los mejores especialistas brit¨¢nicos, los equ¨ªvocos en estos temas, al final, no sirven para nada. solg@elpais.es
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