Recordando a Cajal
La historia de Espa?a es como un complejo edificio, constituido por innumerables departamentos, relacionados por galer¨ªas de todo tipo. Forma el conjunto una red tupida, de la que se pueden extraer, para recordar, acontecimientos y personajes muy diversos. De alguno de ¨¦stos, es posible prescindir si lo que pretendemos es reconstruir el conjunto de la historia espa?ola sin demasiado detalle, esbozando ¨²nicamente sus l¨ªneas directrices m¨¢s generales y recordando s¨®lo a los protagonistas m¨¢s destacados. No todos coincidir¨¢n en cu¨¢les son esas "l¨ªneas directrices" y los protagonistas que hay que citar. Yo sostengo que en lo que a personajes se refiere, uno de los que siempre deber¨ªa aparecer es Santiago Ram¨®n y Cajal (1852-1934).
Su gran legado cient¨ªfico es que explor¨® y describi¨® el sistema nervioso como nadie lo hab¨ªa hecho hasta entonces
Cajal se interes¨® mucho por la literatura y es uno de los grandes cient¨ªficos que m¨¢s obra literaria dej¨®
Es cierto que Cajal no perteneci¨® a la clase que m¨¢s frecuentemente puebla los libros de historia, la de los gobernantes, pol¨ªticos, militares, l¨ªderes religiosos o grandes exploradores, ni tampoco a la de aquellos que, con alguna frecuencia, acompa?an a los anteriores, escritores, pintores, escultores o m¨²sicos. Pero aunque no perteneciese a esas clases, se le puede considerar como un gobernante o un pol¨ªtico que hizo del conocimiento de la naturaleza su negociado, y como un militar que luch¨®, contra la ignorancia, con m¨¢s arrojo que el guerrero m¨¢s temerario. Fue tambi¨¦n un sacerdote de una religi¨®n maravillosa, la que tiene como dios la b¨²squeda de la verdad, y un intr¨¦pido explorador, pero de regiones, las del cerebro, a las que es m¨¢s dif¨ªcil acceder que a las m¨¢s frondosas junglas. Fue, asimismo, un escritor, pintor, escultor y m¨²sico que nos mostr¨®, orquest¨® y describi¨® universos que no nos emocionan menos que la obra "art¨ªstica" m¨¢s conmovedora. Santiago Ram¨®n y Cajal fue, dig¨¢moslo ya, un cient¨ªfico, el m¨¢s grande que ha dado jam¨¢s Espa?a, el ¨²nico que pertenece por derecho propio al pante¨®n de los grandes cient¨ªficos de la historia de la humanidad.
Que calificarlo de esta manera no es fruto de la pasi¨®n de sus compatriotas es algo muy f¨¢cil de demostrar. Utilizar¨¦ un solo ejemplo, entre muchos posibles. Yo lo escuch¨¦, no sin sentir alguna emoci¨®n, durante el acto en el que en 1997 la Universidad Aut¨®noma de Madrid otorg¨® el t¨ªtulo de doctor honoris causa al hombre que efectu¨® tales manifestaciones, el premio Nobel de Medicina (1981) David Hubel. "Para cualquiera que investigue sobre el cerebro", dijo entonces, "Ram¨®n y Cajal es sin duda el cient¨ªfico m¨¢s grande en ese campo. Es al conocimiento del cerebro lo que Albert Einstein es al conocimiento del universo". Y a?adi¨®: "Para la neurobiolog¨ªa, sus contribuciones son equivalentes, por decirlo de alguna manera, a la doble h¨¦lice en biolog¨ªa molecular".
Y ?qu¨¦ es lo que hizo Cajal? ?Por qu¨¦ lo recordamos? Expresado brevemente, su gran legado cient¨ªfico es que explor¨® y describi¨® el sistema nervioso como nadie lo hab¨ªa hecho antes, estableciendo los principios b¨¢sicos de la neurobiolog¨ªa: que las c¨¦lulas nerviosas, las neuronas, son los elementos independientes de la organizaci¨®n del cerebro y que se comunican entre s¨ª a trav¨¦s de "uniones" llamadas sinapsis. Si alguna vez los humanos logramos comprender -y lo lograremos- qu¨¦ es la inteligencia, o c¨®mo es posible, y qu¨¦ quiere decir, que tengamos conciencia de nosotros mismos, lo haremos construyendo sobre los conceptos del sistema nervioso que estableci¨® Cajal.
Un genio que no surgi¨® de la nada
Cualquier gran descubrimiento cient¨ªfico nos lleva inmediatamente a preguntarnos c¨®mo es posible que su autor pudiera llegar a realizarlo, ?qu¨¦ fuerzas creativas, o que circunstancias personales, le permitieron dar semejante paso? En el caso de Cajal esta cuesti¨®n adquiere tintes especialmente marcados ya que naci¨® y trabaj¨® en un pa¨ªs, Espa?a, que no se ha distinguido en ciencia tanto, ni de lejos, como pueden ser Francia, el Reino Unido o Alemania. Pues bien, aunque no tuviese predecesores o contempor¨¢neos de su nivel, Cajal tuvo maestros, como Aureliano Maestre de San Juan, que le inici¨® en los estudios microgr¨¢ficos, o Luis Simarro, que le ense?¨® las t¨¦cnicas de tinci¨®n del italiano Camillo Golgi, con quien compartir¨ªa el Premio Nobel. En f¨ªsica, qu¨ªmica o matem¨¢ticas habr¨ªa sido mucho m¨¢s dif¨ªcil que se produjesen situaciones de este tipo, que ayudasen a que surgiese "un Cajal", por la sencilla raz¨®n que el estado de estas ciencias en la Espa?a del siglo XIX era mucho peor que el de la medicina, una disciplina que nunca puede faltar, por razones obvias, en un pa¨ªs.
La grandeza de Cajal
Ahora bien, aunque se pueda considerar a Cajal dentro de una cierta tradici¨®n (m¨¦dica), no hay que confundirse: fue un cient¨ªfico extraordinario, un gigante. Uno de esos individuos dotados de tal fuerza, perseverancia y originalidad que cuando nos comparamos a ellos nos vemos como pigmeos. Y su grandeza no se mostr¨® ¨²nicamente en las ciencias histol¨®gica y biol¨®gica, aunque fue en ellas donde alcanz¨® su mayor notoriedad.
Su curiosidad y vitalidad fueron tales que destac¨® tambi¨¦n en otras facetas, como en la fotograf¨ªa en color, de la que fue uno de sus pioneros, o en la pintura, para la que estaba magn¨ªficamente dotado, como muestran sus maravillosos dibujos histol¨®gicos, peque?as piezas de arte que iluminan sus trabajos. Tambi¨¦n descoll¨® en la bacteriolog¨ªa, que le promet¨ªa grandes recompensas sociales, pero de la que se apart¨® para investigar cuestiones m¨¢s fundamentales. En algunos momentos de su vida se obsesion¨® por el culturismo y por el ajedrez. Patriota espa?ol apasionado, particip¨® en la guerra de Cuba, de la que regres¨® enfermo de paludismo, y cuando fue necesario dio parte de su tiempo a la tarea de ayudar a la mejora de la ciencia en Espa?a, como cuando en 1907 acept¨® la presidencia de la recientemente creada Junta para Ampliaci¨®n de Estudios, puesto que mantuvo hasta su muerte en 1934.
Cajal escritor
Como si nada de lo humano le fuese ajeno, tambi¨¦n se interes¨®, y mucho, por la literatura. De hecho, es uno de los grandes cient¨ªficos que m¨¢s obra literaria dej¨®, sino el que m¨¢s. Dejando de lado sus libros cient¨ªficos, algunos aut¨¦nticas obras maestras, como su Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados (1899-1905), es obligado citar su apasionante autobiograf¨ªa, Recuerdos de mi vida (1901-1917; recientemente recuperado por la editorial Cr¨ªtica). Otro texto imprescindible es Reglas y consejos sobre investigaci¨®n cient¨ªfica, libro innumerables veces reeditado (hace muy poco por la editorial Gadir) y que constituye una versi¨®n modificada de su discurso de entrada (1897) en la Real Academia de Ciencias. Hizo, asimismo, sus pinitos en la narrativa, con obras como Cuentos de vacaciones (reunidos en la colecci¨®n Austral en 1941), que no pasar¨¢n a la historia de la literatura por su estilo, pero que ser¨¢n recordados por la noble ingenuidad de su autor, que con sus historias pretend¨ªa probablemente ayudar a difundir temas cient¨ªficos entre los legos. Charlas de caf¨¦ (1920, reeditada en 2000 por Espasa, en unas Obras selectas suyas) es un, ingenuo pero sincero, conjunto de pensamientos y aforismos. Finalmente, como una especie de testamento, en 1934 apareci¨® El mundo visto a los ochenta a?os (Impresiones de un arterioscler¨®tico), tambi¨¦n recogido en Obras selectas, cuyo t¨ªtulo lo dice todo. Sus primeras l¨ªneas no pueden sino emocionar, aunque no admiremos el estilo de su autor: "Hemos llegado sin sentir a los helados dominios de Vejecia, a ese invierno de la vida sin retorno vernal, con sus honores y horrores, seg¨²n dec¨ªa Graci¨¢n".
En Charlas de caf¨¦, Santiago Ram¨®n y Cajal escribi¨®: "?Dichosos los hombres que ofrendan su vida a una idea grande, porque ellos perdurar¨¢n en ella y por ella!". No pensaba en ¨¦l cuando lo escribi¨®, pero se le aplica como anillo al dedo. Record¨¦mosle por ello, por su maravillosa ciencia. Leamos tambi¨¦n sus libros, siempre sinceros, inocentes y frescos como cuando los escribi¨®. Si la excusa para recordarle es que este a?o se cumplen los cien a?os de la concesi¨®n del Premio Nobel de Medicina y Fisiolog¨ªa, pues bien. Es una excusa como otra cualquiera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.