Bieito despliega la magia y la violencia de 'Peer Gynt' en el coraz¨®n de los fiordos
El p¨²blico noruego acoge con entusiasmo el radical montaje de la pieza de Ibsen
Bajo los bosques opresivos que la imaginaci¨®n ha poblado de criaturas sobrenaturales, entre el chillido de las gaviotas que recoge el eco agreste de los fiordos y junto a la estatua de Ibsen de mirada de Medusa y patillas de piedra, Calixto Bieito estren¨® el jueves por la noche su Peer Gynt. La magia, la violencia y el (extra?o) sentido de la gran obra de Ibsen se desplegaron como una tormenta sobre el escenario del coqueto Den Nationale Scene, en Bergen (Noruega) -un teatro inaugurado en 1850 y del que el propio Ibsen, el centenario de cuyo fallecimiento se celebra este a?o, fue responsable- envueltas en la est¨¦tica feroz del director catal¨¢n.
Sangre, v¨®mito, sexo a espuertas, bolsas de basura, rock estridente y gui?os de humor jalonan la puesta en escena de Bieito, que convierte a los trolls de la obra en un grupo de perversos sadomasoquistas, hace tararear a Peer (Joel Joan) el Satisfaction de los Stones, convierte el regreso del personaje a Noruega en una espectral fiesta de la espuma y hasta pone a todo el mundo a cantar... ?el himno del Bar?a! A los espectadores les encant¨®.
El espect¨¢culo, en catal¨¢n, se representa hasta el martes en Bergen y luego podr¨¢ verse en el Festival Grec de Barcelona, en Salamanca y en el Festival de Oto?o de Madrid, entre otros lugares de Espa?a. El ¨¦xito en Noruega -el director del festival de Bergen, Deer Boye Hasen, calific¨® sin ambages a Bieito de "genio" en la fiesta posterior al estreno- impulsar¨¢ la contrataci¨®n internacional del montaje.
Peer Gynt es una pieza desmesurada en la que se funden un concentrado del imaginario noruego, lo autobiogr¨¢fico (incluida la correosa relaci¨®n de Ibsen con su patria: "No es f¨¢cil tener Noruega por patria", dec¨ªa) y una extra?a peripecia existencial, la del protagonista, cuyo significado es lo suficientemente ambiguo para que cada cual haga su propia interpretaci¨®n. Bieito la ha montado por encargo para el festival internacional de Bergen, tir¨¢ndose a la piscina de hielo con devoci¨®n y respeto, pese a lo que pudiera parecer por lo estridente del espect¨¢culo.
Y esa estridencia es mucha: el rey de los trolls (sensacional Boris Ruiz) extrae un miembro negro de la bragueta y se masturba ante la cara del p¨²blico zamp¨¢ndose luego el resultado, su hija (?Llu¨ªs Villanueva!) convierte el hidromiel que se ofrece a Peer en una lluvia dorada, Anitra (Ana Salazar) pasa de odalisca a flamenca e inventa el taconeo-orgasmo, un m¨²sico se columpia con las verg¨¹enzas al aire, un tipo se amputa un dedo, sale Pap¨¢ Noel, etc¨¦tera. A ratos, este Peer Gynt parece un musical rock, un Peer Gynt superstar.
Pese a que algunos integrantes de la nutrida expedici¨®n catalana a Bergen para asistir al estreno observaban con aprensi¨®n las caras de los locales -Ibsen es un tesoro nacional-, ¨¦stos evidenciaron pas¨¢rselo estupendamente. Y es que estas bravas gentes han visto de todo, no en balde ¨¦sta es la patria del valeroso vikingo Olaf Tryggvason, del polar Fridtjof Nansen, de la Kon Tiki y de los h¨¦roes de Telemark. ?De qu¨¦ les va a impresionar un troll rijoso si han aguantado a Quisling?, y c¨®mo les van a asustar las sevicias que padece Joel Joan si en Escandinavia se invent¨® el sacrificio a Od¨ªn conocido como ?guila de sangre que consiste en abrir la espalda de la v¨ªctima y extraerle, viva, los pulmones a cada lado de la columna para componer unas atroces alas. Tampoco hay que olvidar que Ibsen escrib¨ªa durante un tiempo con un escorpi¨®n vivo en un frasco a la vista: le pon¨ªa trocitos de fruta para que inyectara el veneno y consideraba su presencia estimulante.
Debate
Bieito se inventa una jocosa escena que hace transcurrir fuera del escenario, en el entreacto, en la que Peer y otros personajes simulan un debate p¨²blico sobre Peer Gynt y el car¨¢cter nacional, entre otros temas. En el teatro de Bergen esa escena, con mucho de improvisaci¨®n, se desarroll¨® en el vest¨ªbulo ante la mirada at¨®nita de la estatua del universal violinista Ole Bull -precisamente el hombre que llev¨® a Ibsen a Bergen- y acab¨® con un brindis por el petr¨®leo noruego y el himno del Bar?a, al que se apuntaron incluso los espectadores noruegos. El p¨²blico en general -hubo algunas, pocas, deserciones- se mostr¨® tremendamente receptivo a la propuesta de Bieito, aplaudi¨® en diversos episodios y hasta particip¨® dando palmas y haciendo coros en varios momentos musicales
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