El tren
El tren abandona puntualmente el hangar de la estaci¨®n y antes de llegar a campo abierto deja atr¨¢s paredones chamuscados, dep¨®sitos, f¨¢bricas, bardas podridas de jardincitos traseros con latas de geranios. El viajero contempla por la ventanilla matorrales y arboledas, carrizales, pardos rastrojos y las primeras colinas verdes donde se ondula el trigo o la alfalfa. Ahora una llanura tapizada de flores moradas y amarillas se diluye a lo lejos en el humo de unos montes azules y el zumbido agradable del tren se funde muy bien con el silencio del vag¨®n. El sosiego del paisaje sume al viajero en un placer de dulces sensaciones olvidadas, pero en ese momento en el vag¨®n suena el primer tel¨¦fono m¨®vil con una musiquilla de pasodoble y la voz algo cascada de una se?ora entrada en a?os se apodera de todo el espacio. Primero pregunta c¨®mo sigue la urea de su prima, que en los ¨²ltimos an¨¢lisis le hab¨ªa salido muy alta, y a continuaci¨®n comienza a relatar con todo pormenor la operaci¨®n de ves¨ªcula a la que acaba de ser sometida. El viajero se entera del nombre del cirujano, de lo borde que era una de las enfermeras, de algunos puntos de la cicatriz que todav¨ªa le supuran. El tren ha alcanzado ya la velocidad de 250 kil¨®metros por hora y se va tragando terraplenes con amapolas, valles h¨²medos donde pace el ganado y riachuelos que espejean entre hileras de hayas plateadas. En el vag¨®n se establece un breve interludio de paz y el paisaje acapara de nuevo la mente del viajero hasta m¨¢s all¨¢ de los prados. Suena otro m¨®vil. Un se?or muy cabreado le chilla a su socio que el cheque de Mil¨¢n no tiene fondos y que a este paso la empresa se va a declarar en suspensi¨®n de pagos. A estos gritos se superpone otra llamada: una madre le dice a su hija que vaya a la c¨®moda y que abra el tercer caj¨®n, ?ya?, que all¨ª encontrar¨¢ su jersei, el rojo no, el azul, ?ya? y las braguitas. El tren es de alta tecnolog¨ªa, pero el aire del vag¨®n y limpieza de la velocidad se hallan contaminadas por un parloteo anodino o grasiento, siempre insoportable. A trav¨¦s de la ventanilla insonorizada el paisaje despliega la suavidad de un silencio muy puro. El viajero ahora contempla un lago apacible al pie de unos montes con los picos todav¨ªa nevados y tambi¨¦n unos huertos llenos de frutos, mientras en el asiento de al lado alguien cuenta que acaba de expulsar una piedra del ri?¨®n del tama?o de un garbanzo y que la operaci¨®n de hernia discal la dejar¨¢ para m¨¢s adelante. Lejos se ven nubes de lluvia sobre barbechos y campos cosechados.
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