Realmente genial
El Teatro S?o Carlos de Lisboa ha encargado una nueva tetralog¨ªa wagneriana a Graham Vick, y ¨¦ste se ha descolgado levantando el patio de butacas para que el escenario se ampl¨ªe y adopte una disposici¨®n envolvente, con un anfiteatro al fondo de unas 12 filas de las butacas de siempre (nada de mecano-tubos o similares) y la orquesta debajo del palco principal a la entrada tradicional de la sala, con todas las arpas que la partitura requiere. Los yunques ni se sabe d¨®nde est¨¢n, pero cuando tienen que sonar suenan. ?Una extravagancia? En absoluto. En todo caso, una demostraci¨®n de las limitaciones que los espacios convencionales causan a la ¨®pera cuando se tienen ambiciones espaciales que se salen de lo com¨²n. Es algo as¨ª como la b¨²squeda de los mecanismos ideales de la escucha, en aspiraci¨®n de Luigi Nono.
El oro del Rin
De Wagner. Orquesta Sinf¨®nica Portuguesa. Director musical: Emilio Pom¨¤rico. Nueva producci¨®n. Director esc¨¦nico: Graham Vick. Escenograf¨ªa y figurines: Timothy O'Brien. Teatro S?o Carlos. Lisboa, 28 de mayo.
Lo primero que hechiza de este montaje es el sonido. Uno siente a Wagner como si estuviese en el interior de la m¨²sica. De repente se escucha a Alberich en el palco de la derecha, o a Wotan y Fricka en el de la izquierda. Los personajes te cantan al o¨ªdo, o a un metro, qu¨¦ m¨¢s da. La sensaci¨®n que eso produce es hipn¨®tica. Un grupo de figurantes -excepcional- prolonga los movimientos del p¨²blico invadiendo la escena y sorprendi¨¦ndose ante la orquesta o las situaciones. Con todo ello, el espectador vive la ¨®pera de una manera muy participativa. Est¨¢ sacudido visceralmente por el drama.
Dramaturgia
Lo importante, en cualquier caso, es la dramaturgia, la evoluci¨®n de las psicolog¨ªas. Se vuelve al teatro de siempre. La lucha atroz por el poder, la frivolidad, la ambici¨®n, la envidia, el ego¨ªsmo, quedan clarificados con este montaje. No hay coartadas. Al pan, pan, y al vino, vino. Uno se siente tentado a evocar los montajes de Wieland Wagner de los cincuenta, pero en el planteamiento de Vick la dimensi¨®n es m¨¢s teatral y menos ritual. Y se mantiene una estructura de cuento, con una serpiente que es serpiente y un sapo que es sapo. Ello permite la definici¨®n profunda de los personajes, como Alberich, de cercano al mono a poderoso sin escr¨²pulos; o Loge, p¨¦rfidamente ingenuo.
Una escena como la de los nibelungos sometidos a la explotaci¨®n jam¨¢s la he visto con una fuerza expresiva semejante. Eso s¨ª, con ordenadores y cotizaciones bancarias en vez de yunques, y con un exceso de coca¨ªna hasta la sangre en funci¨®n del rendimiento productivo.
Alberich, Loge, Fasolt y Fafner est¨¢n retratados de una forma reveladora. En general todos los personajes, aunque algunos como Wotan muestre insuficiencias vocales, disculpables ante la ambiciosa magnitud teatral del empe?o. Emilio Pom¨¤rico dirige con tensi¨®n a una orquesta entregada.
El p¨²blico se puso en pie como un resorte al finalizar la representaci¨®n e hizo dar varias vueltas al ruedo a los artistas entre bravos y aclamaciones, que se intensificaron, si cabe, cuando apareci¨® el equipo esc¨¦nico. Ello prueba la importancia del factor teatral en la sensibilidad oper¨ªstica de hoy. Y es que lo de Graham Vick ha sido, sencillamente, revolucionario.
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