Tusell y el 'Guernica'

He le¨ªdo con perplejidad la carta de Carlos Robles Piquer publicada ayer en su diario en la que reescrib¨ªa la historia del regreso a Espa?a del Guernica en 1981. No es cierto, como dice Robles Piquer, que a Javier Tusell "su cargo de director general de Bellas Artes le lleg¨® d¨ªas antes de la instalaci¨®n del cuadro en el Cas¨®n del Buen Retiro", pues mi padre fue nombrado director general de Bellas Artes en mayo de 1979, siendo ministro de Cultura Manuel Clavero Ar¨¦valo.

Si acudimos al libro La odisea del Guernica, escrito por Rafael Fern¨¢ndez-Quintanilla -al que Robles Piquer alud¨ªa en su carta- se puede comprobar que la comisi¨®n a la que se refiere y de la que form¨® parte como secretario de Estado de Asuntos Exteriores fue creada tiempo despu¨¦s, en julio de 1980. "La integraban", escribe Fern¨¢ndez Quintanilla, "la presidencia del Gobierno, representada (como hasta entonces) por Alberto Aza; el Ministerio de Asuntos Exteriores, por su secretario de Estado, Carlos Robles, que la presid¨ªa, y el de Cultura, por el ministro Ricardo de la Cierva. La comisi¨®n delegaba sus funciones en el director general de Bellas Artes, Javier Tusell, y en mi persona, como embajador en misi¨®n especial". Fern¨¢ndez Quintanilla se refer¨ªa adem¨¢s, en la p¨¢gina 178, a una reuni¨®n convocada por ??igo Cavero a la que asistieron, entre otros, tanto Robles Piquer como Javier Tusell, pero que el embajador Robles Piquer parece haber olvidado.

El retorno del Guernica a Espa?a fue fruto de una ardua labor llevada a cabo por un grupo de funcionarios, embajadores y altos cargos del Ministerio de Cultura, no fue ni mucho menos obra de una sola persona. Por eso, me parece triste que Robles Piquer se refiera a ella en estos t¨¦rminos, cuando personajes claves en dicha negociaci¨®n como el entonces ministro de Cultura ??igo Cavero, el secretario general del ministerio Joaqu¨ªn Tena o Javier Tusell desgraciadamente no se encuentran entre nosotros para corregirle. Prefiero pensar que los errores que Robles Piquer inclu¨ªa en su carta se deben m¨¢s a un lapso de memoria que a un acto de mala fe.