Lecturas de una crisis
Es muy raro que las remodelaciones de Gobierno, decimos del relevo y nombramiento de algunos de sus miembros, no respondan a unos motivos m¨¢s o menos compartidos por los observadores, pero identificables. Superado el efecto sorpresa que suele amenizar estos tr¨¢mites, se acaban encontrando las claves del cambio. Incluso en trances tan ins¨®litos -por citar algunos ilustrativos del Consell auton¨®mico- como los de Milagrosa Mart¨ªnez, que gestiona la Consejer¨ªa de Turismo, o Justo Nieto, que se ocupa de las empresas, o Juan Cotino, de asuntos p¨ªos estos d¨ªas. M¨¢s all¨¢ de las aparentes o posibles humoradas de los gobernantes, lo habitual es que se acaben descifrando las razones de los ceses y sustituciones.
Ahora estamos sumidos todav¨ªa en la perplejidad del ¨²ltimo acomodo llevado a cabo el lunes pasado por el presidente Francisco Camps. Imaginamos que no tardar¨¢ en aflorar el intr¨ªngulis del episodio, acaso ya divulgado cuando aparezcan estas l¨ªneas. Pero la verdad es que mientras las escribimos nos abruman las conjeturas acerca del porqu¨¦, el ahora y as¨ª del reajuste. En realidad, ¨²nicamente el molt honorable y su c¨ªrculo ¨ªntimo deben estar en el secreto, pues a partir de ah¨ª todas las fuentes cualificadas y consultadas no han hecho m¨¢s que formular acertijos en torno a unos hechos que provocan lecturas varias y a menudo contradictorias.
Una de ellas, y quiz¨¢ la dominante, consiste en valorar especialmente el traslado de Rafael Blasco desde Territorio y Vivienda a Sanidad. Apenas habr¨ªa suscitado expectaci¨®n este baile de destinos sin la participaci¨®n de quien es decano y plusmarquista en el cargo de consejero desde que rueda la Generalitat. Su perfil biogr¨¢fico y experiencia garantizan sin duda la eficiencia en cualquier cometido que se le adjudique. Pero ?qu¨¦ ha de resolver o impulsar en un ¨¢rea, como la sanitaria, que nunca ha estado tan encalmada y nutrida de proyectos hospitalarios en ejecuci¨®n? La respuesta que se aduce es que se trata de un caladero electoral excepcional y que la misi¨®n encomendada consiste en mu?irlo durante los pocos meses de legislatura que quedan. Al parecer no era bastante haber promovido 60.000 viviendas protegidas. Insaciables que son.
Menos transparente se nos antoja la designaci¨®n de Esteban Gonz¨¢lez Pons para comandar la pol¨ªtica territorial. Cierto es que habr¨¢ de ce?irse a la ejecutoria ya trazada en ese departamento que tiene pr¨¢cticamente cubierto, en lo fundamental, su panoplia legislativa y, adem¨¢s, no queda tiempo para dise?ar otros objetivos y criterios. Una ventaja para todos, pues el nuevo titular, aunque desde antiguo anhelaba un ¨¢mbito de gesti¨®n de este calado, y hasta este mismo, no ha demostrado todav¨ªa estar curtido para semejante empe?o. Le traiciona a menudo su extraversi¨®n e inteligencia emocional, acaso la juventud, compensadas seguramente por la fidelidad al camarada juvenil y jefe del Consell. Una inc¨®gnita todo ello que no tardaremos en despejar.
Muy de otro costal es la encomienda de la portavoc¨ªa a Vicente Rambla, uno de esos valores firmes de un partido que zurcen cualquier descosido en un Gobierno. Un chico para todo y discreto, cuitan sus cr¨ªticos. Que se le desconozcan o carezca de aptitudes para la comunicaci¨®n es una objeci¨®n menor, pues lo que de ¨¦l se espera en esta tesitura es que avente el alborotado protagonismo de su predecesor. Quiz¨¢s lo que se le pide es eso, exactamente, distanciamiento, aparente objetividad y endoso de todos los m¨¦ritos al presidente y candidato. Estamos en campa?a, por si alguien lo ha olvidado.
Para cuantos siguen con alguna atenci¨®n el panorama pol¨ªtico valenciano no ha de haber pasado inadvertido el fen¨®meno que supone tres cambios de Gobierno en tan solo tres a?os de legislatura y resultar tan dif¨ªcil anotar en qu¨¦ mejoras o innovaciones se han traducido los relevos o las diferentes etapas. Ser¨ªa prodigioso que esta remodelaci¨®n cambiase las inercias, o las insuflase, si es que tal prop¨®sito figura en el plan concebido, que hoy por hoy es una adivinanza. Igual el molt honorable nos sorprende -o no- con una vena maquiav¨¦lica.
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