Estado de derecho
Los siglos XVI y XVII fueron terribles para Europa. La actitud militante y activista de la iglesia calvinista provoc¨® las iras de las dinast¨ªas contrarreformistas cat¨®licas, que emplearon la Inquisici¨®n, la c¨¢rcel, el asesinato y la guerra contra ellos. En la Noche de San Bartolom¨¦ (1572) fue aniquilada, en el contexto de una gran carnicer¨ªa, la ¨¦lite hugonote francesa. Holanda logr¨® salirse de la ¨®rbita de los Habsburgo, pero no as¨ª la aristocracia bohemia. El pr¨ªncipe Wallenstein form¨® un tremendo "Estado modelo" de militares y mercenarios en sus posesiones de Centroeuropa (en que se bas¨® el poeta Friedrich von Schiller para su famosa trilog¨ªa en verso, Wallenstein). En Espa?a, la energ¨ªa cat¨®lica del conde de Olivares dio poco margen a las aristocracias catalana, valenciana o andaluza. Se debat¨ªa sobre la herej¨ªa silesiana o el veneno papista, sobre el valor de los electores en el SIRG y las apariciones de v¨ªrgenes a soldados. Europa sufri¨® su primera Guerra de los Treinta A?os (la segunda se dio en el siglo XX). Fueron tiempos b¨¢rbaros y guerreros. Estragos, mendicidad, inseguridad. Era el poder, siempre el poder. Entonces, en forma de guerra de religiones; en el XX, de ideolog¨ªas.
Pero fue tambi¨¦n el tiempo en el que las dinast¨ªas imperiales dieron paso a Estados independientes. Con el tratado de Westfalia (1648), se estableci¨® una "paz confesional", cierto orden europeo con el impulso de la diplomacia y una pol¨ªtica de pactos, y sobre todo, un a modo de orden estatal que estuvo en el origen del Estado moderno. Luego hubieron de llegar la soberan¨ªa de la naci¨®n, el derecho positivo o los derechos humanos, para dar forma a un orden pol¨ªtico de inspiraci¨®n democr¨¢tica y social como hemos disfrutado en la segunda mitad del XX -algunos, un poco tarde-. Un tejido pol¨ªtico, bien trabado, con sus reglas bien establecidas, y hecho para el mejor gobierno y la defensa de los derechos de la ciudadan¨ªa -si se me permite esta descripci¨®n na?f del Estado de derecho-.
Hay otra l¨ªnea de desarrollo que arranca del Romanticismo alem¨¢n del XVIII y XIX, el nacionalismo, y adquiere carta de naturaleza poderosa en el seno del Imperio Austro-H¨²ngaro. Es la otra pata del Estado-naci¨®n: la idea de una comunidad de origen, grial de emociones y aspiraciones, identidades s¨®lidas, siempre adheridas a una tierra, a un paisaje, a aquello multicolor y nunca marchitado. Es tambi¨¦n humano; tanto como los derechos humanos.
Somos ya algunos (muchos) los que cada d¨ªa apreciamos m¨¢s la primera entre ¨¦stas, nuestras tradiciones pol¨ªticas. La norma del Derecho y su autonom¨ªa, resulta justa, m¨¢s all¨¢ de pragmatismos y juicios morales; como herramienta inteligente de autodeterminaci¨®n personal, que es la que cuenta. Por el contrario, ese p¨¢jaro vivaz de las emociones se nos revela demasiadas veces peligroso: pasiones, amores, odios que impiden una reflexi¨®n sobre nuestra existencia. Y, tal vez -va una de demagogia-, porque el Estado de derecho fue una soluci¨®n de paz (Westfalia), y el nacionalismo ha provocado no pocas guerras.
Viene todo ello al caso de este ¨²ltimo debate de la naci¨®n, en el que han salido aquellas ideas encapsuladas en frases concretas. Dec¨ªa Rajoy: "Lleva dos a?os intentando desbordar el dique de la Constituci¨®n [se refiere a Zapatero] y desfigurar la naci¨®n". ?C¨®mo se desfigura una naci¨®n si no tiene figura? "No puede modificar la Espa?a Constitucional por su cuenta -sigue-. Tendr¨¢ que convencer a los espa?oles, que son los propietarios en esta materia. Solamente votan los ciudadanos; ni las tierras, ni las comunidades, ni las lenguas, ni las historias particulares; los ciudadanos y punto". Y uno tiende, escamado, a asentir.
"Despu¨¦s de haberle escuchado, pienso que usted no tiene ni idea de Espa?a", le responde Zapatero. ?Espa?a es?, y uno se sorprende. Y a continuaci¨®n, le muestra a Rajoy la Espa?a real, que se encuentra en los esca?os. Imagino que piensa en canarios, vascos, catalanes, aragoneses. Creo que no pensaba en hombres y mujeres, viejos y j¨®venes, calvos y rubios.
No. Rajoy apuntaba, pero ignoraba aquello de la "Espa?a compuesta" de Herrero de Mi?¨®n; algo que un Estado de derecho debe contemplar (federalismo y reforma del Senado). Zapatero, apuntaba... mal. Apuntaba a las tierras de Espa?a. Somos de izquierda. Por eso creemos en el Derecho como un valor de la sociedad civil.
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