Caballo Loco lucha contra su pasado
Alan Garc¨ªa dice que ha madurado e intenta dejar atr¨¢s su nefasto mandato de 1985 a 1990, que arruin¨® al pa¨ªs
No le gusta que le recuerden el apodo de Caballo Loco, pero Alan Garc¨ªa (Lima, 1949) no puede terminar de librarse del estigma de haber pasado por la presidencia de Per¨² entre 1985 y 1990 con un mandato caracterizado por la inestabilidad econ¨®mica y pol¨ªtica, que dej¨® al electorado en un grado de desorientaci¨®n tal, que en las siguientes elecciones opt¨® por echarse en brazos de un desconocido candidato de ascendencia japonesa llamado Alberto Fujimori, quien con una bater¨ªa de promesas se impuso al discurso realista del escritor Mario Vargas Llosa.
Diecis¨¦is a?os despu¨¦s, muchas cosas han cambiado tanto en la vida de Garc¨ªa como en Per¨², que han permitido que este abogado, doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, casado en segundas nupcias y padre de cinco hijos, pueda convertirse ma?ana por la v¨ªa de las urnas de nuevo en el presidente del pa¨ªs. Curiosidades de la historia. Fue el primer presidente de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA)... y puede ser tambi¨¦n el segundo.
Garc¨ªa lleva la pol¨ªtica en las venas. Su madre, Nytha P¨¦rez, es una de las fundadoras del socialista APRA, mientras que su padre, Carlos Garc¨ªa Ronceros, dirigi¨® el partido en la clandestinidad y fue encarcelado cuando su mujer estaba embarazada. Tard¨® cinco a?os en conocer al peque?o Alan. Garc¨ªa, por tanto, ha estado vinculado al APRA desde la cuna, un lazo reforzado por su relaci¨®n, casi filial, con otro hist¨®rico fundador del partido, V¨ªctor Haya de la Torre.
Aunque ahora las multitudes le aclaman pidiendo que ocupe la Casa de Pizarro, el Palacio de Gobierno, hace tres lustros tambi¨¦n coreaban su nombre, pero exigiendo que fuera enviado a un penal en Lima. Acusado de corrupci¨®n y perseguido por Fujimori, el l¨ªder del Partido Aprista Peruano (PAP) tuvo que huir del pa¨ªs, primero a Colombia y luego a Francia. Regres¨® s¨®lo cuando fue indultado por el actual presidente, Alejandro Toledo. Todav¨ªa, en las propagandas electorales en su contra, le recuerdan su refugio en la capital francesa a los sones de La Marsellesa y con el lema "Alan, nunca m¨¢s".
Y es que su gesti¨®n no puede ser calificada precisamente de brillante. Llegado a la presidencia con apenas 35 a?os y tras un periodo de aparente estabilidad, varias decisiones llevaron al pa¨ªs a una hiperinflaci¨®n que lleg¨® a alcanzar el 7.000%. En paralelo, las guerrillas de extrema izquierda (el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru y Sendero Luminoso) multiplicaron los asesinatos y secuestros. La respuesta del Estado fue m¨¢s dura a¨²n, alcanzando uno de sus puntos m¨¢ximos con la muerte de unos 300 prisioneros en la llamada "matanza de las prisiones", acaecida durante varios amotinamientos paralelos en junio de 1986.
Pero Garc¨ªa ahora tiene 57 a?os y es el hombre al que el arco pol¨ªtico desde la derecha a la socialdemocracia mira como la figura que puede garantizar la estabilidad de Per¨², al menos hasta 2011. ?l insiste en que ha aprendido de sus errores y bromea diciendo que no quiere que en su epitafio se escriba: "Fue tan imb¨¦cil que se equivoc¨® dos veces". Con un programa de corte socialdem¨®crata y present¨¢ndose como la ant¨ªtesis del modelo populista de Ollanta Humala (y sobre todo del venezolano Hugo Ch¨¢vez), se muestra en p¨²blico como un pol¨ªtico profesional y adopta la posici¨®n de un estadista.
De hecho, en gran parte de la campa?a electoral en la segunda vuelta no ha entrado directamente en pol¨¦mica con su rival, sino que ha apuntado contra otros jefes de Estado como Fidel Castro y Hugo Ch¨¢vez. Al contrario que Humala, el candidato socialista es un gran orador y polemista, y as¨ª lo demostr¨® en el debate que mantuvo hace dos semanas con el ex militar nacionalista, al que no dio opciones. Alan Garc¨ªa est¨¢ a las puertas de algo tan raro en la pol¨ªtica como una segunda oportunidad.
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