Bajo el signo de la 'guerra tibia'
"Experiencia no les falta, pues sin ganar elecci¨®n alguna (m¨¢s bien las pierden) siempre se las arreglan para ejercer el poder". El aserto que precede estas l¨ªneas, referido a la derecha peruana, pertenece a un economista que manifest¨® as¨ª su escepticismo frente a la derrota de Lourdes Flores Nano en la primera vuelta de las elecciones. En efecto, en tal ocasi¨®n, dos candidatos "de izquierdas", Ollanta Humala y Alan Garc¨ªa, derrotaron a la postulante conservadora por un margen global que no admit¨ªa dudas. Comenzaron entonces los reacomodos y con ellos la vislumbre de aquello que inspira en el Per¨² de hoy este tipo de a?eja suspicacia.
Ahora, dos meses despu¨¦s, con la segunda vuelta ad-portas, los peruanos somos espectadores, m¨¢s que protagonistas, de un drama electoral inscrito en un campo de deslinde que sobrepasa a los partidos que se enfrentan y al propio pa¨ªs de desconcertadas gentes que es el nuestro. Y es que en realidad, el juego de alianzas y oposiciones ha dejado de ser, como jam¨¢s desde el proceso de independencia pol¨ªtica del siglo XVIII, un fen¨®meno nacional para convertirse en una confrontaci¨®n de diversas concepciones acerca de la democracia, el desarrollo y la inserci¨®n en un mundo globalizado. Concepciones a veces en pugna en una Iberoam¨¦rica que se debate en el caos social dejado por el llamado "Consenso de Washington" como tr¨¢gica secuela.
La derecha ya se ha pronunciado: votar al l¨ªder socialdem¨®crata con la nariz tapada
Alan Garc¨ªa ha optado por mostrar al presidente venezolano como el "enemigo externo"
En este sentido, el dilema continuismo neoliberal o cambio -m¨¢s o menos radical- de modelo, ha cobrado en Latinoam¨¦rica un giro crucial, facilitado sin duda por la cuasi anomia en la que el desastroso Gobierno de George W. Bush ha sumido a la potencia hegem¨®nica del Continente. La propia guerra en Irak, paradigma del error estrat¨¦gico de los neocons, ha contribuido en buena medida a la crisis energ¨¦tica y a la escalada del precio del petr¨®leo.
El presidente venezolano, Hugo Ch¨¢vez, adalid de lo que ¨¦l llama "Socialismo Siglo XXI", ha encontrado en este contexto poder y medios para desarrollar, mucho m¨¢s all¨¢ de su anecd¨®tico desali?o verbal, una bien calibrada estrategia de conflicto de mediana intensidad, de car¨¢cter asim¨¦trico, en el espacio pol¨ªtico social del Continente. Este hecho, en un contexto regional en acelerada evoluci¨®n, parecer¨ªa formar parte de un fen¨®meno m¨¢s global, con diversos pa¨ªses emergentes del mundo en desarrollo como protagonistas y con la crisis de la energ¨ªa como tel¨®n de fondo. Fenecida la ¨¦poca de la guerra fr¨ªa, tal fen¨®meno bien podr¨ªa ser designado como guerra tibia.
En cuando a Hugo Ch¨¢vez y Latinoam¨¦rica, el grado de aceptaci¨®n o de rechazo que merecen sus arengas bolivarianas y sus acciones tanto pol¨ªticas como econ¨®micas var¨ªa de un pa¨ªs a otro, o de un gobierno a otro, pero a nadie deja indiferente.
Es en este marco que se inscriben las elecciones peruanas que culminan este domingo. Y por ello es que el se?or Hugo Ch¨¢vez ha terminado por imponer su presencia en el proceso electoral desde su inicio, cuando hizo p¨²blico su apoyo a Ollanta Humala frente a Lourdes Flores. Y por ello tambi¨¦n Alan Garc¨ªa ha optado, al menos ante el electorado potencial de derechas, por mostrar al presidente venezolano como el "enemigo externo" al que hay que combatir m¨¢s que al propio Humala, reducido, seg¨²n ¨¦l, al papel de "t¨ªtere".
Pero, ?qu¨¦ hay en realidad detr¨¢s de estas gesticulaciones? Parece claro que detr¨¢s est¨¢ el deslinde entre la continuidad del modelo econ¨®mico que el electorado peruano viene rechazando desde hace 20 a?os y el cambio de ese modelo, a tono con las evoluciones que se est¨¢n produciendo en la regi¨®n y con las situaciones propicias de la econom¨ªa y la pol¨ªtica a nivel mundial. Tambi¨¦n estar¨ªa detr¨¢s la posibilidad del surgimiento en una Am¨¦rica Latina en ebullici¨®n, de un l¨ªder carism¨¢tico, elegido por votaci¨®n popular, capaz de enfrentar con ¨¦xito el activismo creciente de Ch¨¢vez.
Y todo parece indicar que en la ¨ªmproba tarea de conciliar su filiaci¨®n socialdem¨®crata con la necesidad de tranquilizar a la arisca derecha empresarial peruana y de conquistar los votos que apoyaron a Lourdes Flores en la primera vuelta, el candidato aprista ha ca¨ªdo en el dulce encanto de la tentaci¨®n Lampedusiana: morigerando su discurso anuncia que ya no es preciso cambiar el r¨¦gimen econ¨®mico aberrante de la Constituci¨®n aprobada por Fujimori, ya no es necesario recuperar los recursos naturales sino renegociar algunos contratos con ciertas empresas, ya no habr¨¢ de revisarse el lesivo Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos sino que se compensar¨¢ (con dinero del contribuyente peruano, claro) a los agricultores arruinados por la invasi¨®n de productos agr¨ªcolas norteamericanos subvencionados. No habr¨¢ reforma tributaria ni est¨ªmulo a la actividad promotora y reguladora del Estado, ni potenciaci¨®n de su actividad empresarial en sectores estrat¨¦gicos.
Si miramos el pasado, la pel¨ªcula es la misma: en 1990, Mario Vargas Llosa, candidato de la derecha que anunci¨® con honestidad una dur¨ªsima pol¨ªtica de ajuste estructural, fue derrotado por Alberto Fujimori, que jug¨® el papel de cr¨ªtico de esa pol¨ªtica, aplicada luego por su gobierno con mayor dureza todav¨ªa. En 2001, Lourdes Flores perdi¨® tambi¨¦n en la primera vuelta, pero Toledo se encarg¨® de que la derecha siguiera gobernando con Pedro Pablo Kuczynki (nuestro S¨¢nchez de Lozada criollo) en el coraz¨®n del entramado. Cinco a?os despu¨¦s, los equilibrios macroecon¨®micos logrados le importan un bledo a las legiones de hombres y mujeres que contin¨²an padeciendo niveles pavorosos de marginalidad y de miseria.
Ahora, frente a este domingo electoral, la derecha ya se ha pronunciado: votar por Alan Garc¨ªa, tap¨¢ndose con dos dedos las narices (Vargas Llosa dixit). M¨¢s claro a¨²n: Hugo Guerra, comentarista estrella de la prensa conservadora, ha advertido: "El APRA, entendamos bien, s¨®lo tiene un 25% propio de electores. Por tanto, prestarle hoy nuestro voto debe ponernos en la posici¨®n de ser los acreedores de un posible triunfo y tambi¨¦n de ser los exigentes supervisores de un gobierno que est¨¢ condenado a ser absolutamente democr¨¢tico y exitoso" (sic). Galimat¨ªas aparte, m¨¢s claro no canta un gallo. El uso de la tercera persona del plural es facundo y fascinante.
Garc¨ªa sabe que el masivo y aplastante apoyo de la prensa fujimorista que sigue asolando al Per¨², y de los sectores econ¨®micos que representa, tiene un precio. Ha sido ya notificado. Pero, si por una vez las volubles "encuestas de opini¨®n" coinciden con la realidad real, y Garc¨ªa triunfa as¨ª sea por un pelo, habr¨¢ de hilar muy fino para no caerse luego de la maroma. No s¨®lo frente a la derecha, sino de cara a vast¨ªsimos sectores populares que no aguantan m¨¢s, que en 18 de los 22 departamentos del Per¨² han optado por quien proclama un cambio en las relaciones con el poder econ¨®mico, Humala, y que a fines de a?o deber¨¢n elegir poderes locales en zonas devastadas por la pol¨ªtica neoliberal, con la fea testuz del "senderismo" demencial asomando en rec¨®nditos parajes.
Si para su desgracia y para desgracia del Per¨², Alan Garc¨ªa sucumbe otra vez a la tentaci¨®n del mesianismo desbocado que lo llev¨®, en los ochenta, a querer arrebatarle a Fidel Castro el supuesto liderazgo pol¨ªtico del Tercer Mundo y se sumerge ahora en la tarea de pararle el carro a Hugo Ch¨¢vez y subirse en ¨¦l, sin multitudes evidentes que lo apoyen y sin petrod¨®lares que le permitan galvanizar militancia y adhesi¨®n populares, que "Dios nos agarre confesados", como dec¨ªa una t¨ªa piadosa. En tal caso podr¨ªa terminar como su mentor Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, con miles de muertos en las calles, la institucionalidad pol¨ªtica hecha polvo y el ostracismo m¨¢s pat¨¦tico como mortaja en vida.
Entretanto, Ollanta Humala y sus variopintas huestes aguardan este domingo con no pocas esperanzas un triunfo sorpresivo. Esperan que en el Per¨² se produzca, como ha sucedido ya en esta regi¨®n, el fracaso rotundo de la supuesta "alianza imbatible" entre los operadores pol¨ªticos de la derecha econ¨®mica y el aparato medi¨¢tico que les sirve de sost¨¦n. Ya en la primera vuelta, la arrogancia y la ligereza con las cuales los medios de comunicaci¨®n, sobre todo la televisi¨®n, usurparon el papel de intermediaci¨®n pol¨ªtica propia de las instituciones democr¨¢ticas con el af¨¢n de demoler a Ollanta Humala, candidato "antisistema", terminaron por propulsarlo a un triunfo -cierto: parcial- pero que hace s¨®lo medio a?o hubiera sido impensable. Si vuelve a suceder, quedar¨¢ probado que los aprendices de brujo no aprenden de la experiencia, que est¨¢n sumidos en un autismo profundo. Ya les sucedi¨® en Venezuela, donde los medios enloquecidos llegaron a pedir, en antena, el asesinato del presidente. Y ah¨ª anda Ch¨¢vez, como un viejo fantasma, rondando por Am¨¦rica.
J. Carlos Ortega es periodista y soci¨®logo peruano.
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