Verano ovino
Julio de la Losa, uno de los ¨²ltimos trashumantes que quedan en Espa?a, hizo un alto con sus 1.200 ovejas en el esquileo de Cabanillas del Monte (Segovia), del siglo XVIII, para participar en una exhibici¨®n del viejo oficio del esquilador. Este pastor, que pasa el invierno en la Casa de Campo, en Madrid, para cruzar al lado norte del Guadarrama por Somosierra, continuar por la ca?ada Soriano-Occidental y recalar en la localidad madrile?a de Bustarviejo, en verano, prest¨® alguna de sus reses ovinas para que el maestro Geminiano Herranz Ayuso, de 76 a?os, ofreciera al p¨²blico una clase magistral de esquileo a tijera, sin que faltara la salve que escribi¨® Javier Bustamante y Ezpeleta, conde de Bassoco, a partir de la cantada por el padre del primero, tambi¨¦n maestro de cortar lana. El vizconde de Altamira, Rodrigo Pe?alosa, representante de la familia propietaria del inmueble -dise?ado por el arquitecto D¨ªaz de Gamones, responsable tambi¨¦n de la construcci¨®n del Palacio de Riofr¨ªo- aspira a que esta iniciativa ponga en valor un edificio hist¨®rico ligado a una actividad tan importante en su d¨ªa como la trashumancia, as¨ª como la del oficio del esquilador, hoy desaparecida. Se trataba de toda una cadena de producci¨®n: adem¨¢s de los esquiladores, la primera en jerarqu¨ªa de esta labor, trabajaban los atadores, que preparaban a las ovejas; los morenos, que daban ceniza a las heridas que pudieran practicarle la falta de precisi¨®n de las tijeras; los recibidores, que recog¨ªan y hac¨ªan vellones con la lana, o las mujeres encargadas de lavarla.
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