Cuando Sean Penn quiso matar al presidente Richard Nixon
El actor protagoniza un filme de Niels Mueller basado en un hecho real ocurrido en 1974
Sean Penn es uno de esos actores cuyo talento dentro de las pantallas ha generado tanta literatura como su vida fuera del celuloide. Pero si en 1985 su nombre, que comenz¨® a sonar tras su interpretaci¨®n del surfero Jeff Spiccoli en la pel¨ªcula Fast Times at Ridgemont High, se convert¨ªa en titular de las revistas del coraz¨®n por su boda con la cantante Madonna, dos d¨¦cadas m¨¢s tarde hablar de ¨¦l significa hablar de una carrera brillante coronada con un Oscar por Mystic River, tres candidaturas como protagonista de Pena de muerte, Yo soy Sam y Acordes y desacuerdos, tres t¨ªtulos como director, mucho activismo pol¨ªtico y el dolor reciente por la muerte de su hermano, Chris Penn.
Considerado uno de los mejores actores de su generaci¨®n, Sean Penn regresa hoy a las pantallas espa?olas con El asesinato de Richard Nixon, del guionista y director Niels Mueller. La pel¨ªcula, producida por Alfonso Cuar¨®n, Alexander Payne y Leonardo di Caprio, miembros -como Penn- del ala m¨¢s progresista de Hollywood, tard¨® cuatro a?os en hacerse realidad y pas¨® sin pena ni gloria por las pantallas estadounidenses en 2004. Sin embargo, fue considerada por la cr¨ªtica como uno de los trabajos m¨¢s brillantes de este actor de 45 a?os.
"Soy un grano de arena en esta playa que llamamos EE UU", dice el personaje de Penn
"Es un homenaje a su talento" afirm¨® Michael Wilminton, cr¨ªtico del Chicago Tribune, al referirse a Samuel Bicke, el personaje interpretado por Penn y presente en cada fotograma del filme. El asesinato de Richard Nixon (dirigido por
Niels Mueller) se inspira en hechos reales para ofrecer el retrato atroz de un hombre cuyo fracaso ante el sue?o americano le trastorna hasta el punto de querer matar al presidente. En 1974, seis meses antes de la renuncia de Nixon por el esc¨¢ndalo del Watergate, Sam Byck (el hombre en quien se inspira el filme), un vendedor de muebles de existencia mediocre, se presentaba en el aeropuerto de Baltimore y secuestraba un avi¨®n. Quer¨ªa estrellarlo contra la Casa Blanca, pero no pudo: lo mataron antes de que el avi¨®n despegara. "Lo sorprendente es que yo empec¨¦ a imaginarme la historia y de repente descubr¨ª qu¨¦ hab¨ªa ocurrido realmente en la piel de Byck, as¨ª que me centr¨¦ en ¨¦l" ha explicado Mueller en la prensa estadounidense.
"Me considero un grano de arena en esta playa que llamamos Estados Unidos. Hay 211 millones de granos de arena. Hay 3.000 millones en esta playa que llamamos Tierra". Esta frase, que abre la pel¨ªcula, son las palabras escritas por el verdadero Byck, quien dej¨® constancia de su vida y obsesiones a trav¨¦s de grabaciones que envi¨® a estadounidenses famosos como Leonard Bernstein. De ellas se sirvi¨® Mueller para reflexionar sobre el momento hist¨®rico de un pa¨ªs que sal¨ªa de una d¨¦cada, los sesenta, cargado de asesinatos pol¨ªticos (Kennedy, Luther King) y entraba en otra, los setenta, en la que las conspiraciones se sucedieron mientras los sue?os idealistas de la d¨¦cada anterior se apagaban. "Pero mucha gente de ahora se ha identificado con el personaje. Aunque Byck se equivoca al intentar atribuir responsabilidades por sus fracasos, lo que dice (a veces utilizado literalmente en la pel¨ªcula) sobre la sociedad, los Gobiernos y su impacto sobre los individuos lo comparten muchas personas" asegura Mueller.
Penn personaliza esa crisis interpretando al hombre que quiso asesinar a un presidente, definido en la pel¨ªcula como "el mejor vendedor de la historia. Un tipo que consigui¨® ganar las primeras elecciones diciendo que acabar¨ªa con la guerra de Vietnam y que volvi¨® a ganarlas por segunda vez con el mismo argumento".
Acompa?ado por un s¨®lido reparto de secundarios que incluye a Don Cheadle, Michael Wincott y Naomi Watts, (con quien ya hab¨ªa trabajado en 21 gramos), Penn construye un personaje que se va derrumbando a medida que avanza el filme ante un matrimonio fracasado, un jefe insoportable, un hermano triunfador y un mundo que no responde a sus expectativas de honestidad.
Seg¨²n declar¨® Penn en el diario The Guardian, le ofrecieron el proyecto en 1999 y acept¨® inmediatamente. Y aunque muchos han intentado ver la conexi¨®n pol¨ªtica entre Penn, sus cr¨ªticas a la Administraci¨®n de Bush y el posible paralelismo con ese "presidente mentiroso" que fue Nixon, el actor asegura que fue simplemente la calidad del gui¨®n lo que le convenci¨®. "Obviamente me gustan las cosas que giran en torno a temas que me apasionan. Pero todo lo que est¨¢ bien escrito est¨¢ escrito con pasi¨®n. As¨ª que si el drama de este personaje se hubiera unido a otras situaciones, tambi¨¦n me hubiera interesado".
De sus pasiones fuera de la pantalla, est¨¢ claro que el activismo pol¨ªtico ocupa un lugar prominente. Lo respir¨® desde ni?o junto a su padre, el actor Leo Penn, cuya carrera se vio arruinada en los cincuenta por sus posiciones pol¨ªticas de izquierdas. En los ¨²ltimos a?os ha cambiado su protagonismo como azote de paparazzi o macarra de Hollywood (estuvo en la c¨¢rcel por pegarle a un extra) por la portada de los diarios. Literalmente. Ya sea como portavoz ocasional de pol¨ªticos como John Kerry o como corresponsal del San Francisco Chronicle escribiendo desde Ir¨¢n o Irak, Penn sigue dando titulares. Tampoco se perdi¨® el hurac¨¢n Katrina, donde sirvi¨® como reportero para la revista Rolling Stone. En su siguiente pel¨ªcula como actor, All the king's men, un remake del cl¨¢sico de 1949 dirigido por Robert Rossen y basado en el libro hom¨®nimo de Robert Penn Warren, interpreta precisamente a un pol¨ªtico. Pero ser¨¢ un pol¨ªtico corrupto, como los que ¨¦l critica. Todo un reto trat¨¢ndose de Sean Penn.
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