De La Reuni¨®n a la Creuse: herida abierta de un ¨¦xodo
El Estado franc¨¦s priv¨® de su infancia a 1.630 ni?os de la isla africana. D¨¦cadas despu¨¦s, se querellan contra ¨¦l
El 24 de junio van a reunirse en Gu¨¦ret (departamento de la Creuse) los supervivientes de un ins¨®lito tr¨¢fico de ni?os organizado por el Estado franc¨¦s. Los ni?os son hoy adultos que se querellan contra ese Estado por "violaci¨®n de las leyes sobre la familia y la protecci¨®n de la infancia, violaci¨®n de las convenciones internacionales y por no respetar los derechos de la infancia". Todos ellos fueron trasladados, entre 1963 y 1980, desde la isla africana de La Reuni¨®n a regiones despobladas de Francia, sobre todo La Creuse. Oficialmente, unos eran hu¨¦rfanos, otros abandonados y a otros s¨®lo se les reten¨ªa temporalmente lejos de sus familias y su isla. En la pr¨¢ctica, todos han crecido lejos de su patria chica y sus familiares y, a veces, de sus hermanos. Y eso no fue lo m¨¢s duro.
"Cuando llegu¨¦ descubr¨ª el fr¨ªo, la necesidad de jers¨¦is de cuello de cisne, de llevar zapatos, la nieve y una comida horrible", cuenta Simon A-Poi
"Cuando llegu¨¦ a Gu¨¦ret ten¨ªa 13 a?os. Mi madre hab¨ªa muerto dos a?os antes, y yo estaba en un orfanato", explica Jean-Charles Serdagne, hoy de 53 a?os y camionero. "Era buen alumno, y me prometieron que en Francia podr¨ªa estudiar para dise?ador industrial o arquitecto pero, apenas hab¨ªa bajado del avi¨®n, ya me dijeron que el Estado no ten¨ªa dinero para pagarme los estudios y me colocaron como mozo de labranza en una granja, cerca de Gu¨¦ret. Mi patr¨®n me hac¨ªa trabajar gratis,aunque recib¨ªa alg¨²n dinero de la DDASS (Direcci¨®n Departamental de Asuntos Sanitarios y Sociales). Dorm¨ªa en el granero y no ten¨ªa derecho a utilizar los servicios. Si ¨¦l consideraba que no trabajaba lo bastante me pegaba. Cuando me escap¨¦ fui capturado y en la comisar¨ªa, esposado a un radiador, recib¨ª una paliza de los gendarmes".
El relato de Serdagne se detiene al llegar a ese episodio. La humillaci¨®n sufrida sigue viva. Es un pasado que no pasa, que sigue ah¨ª, como una herida abierta. "Voy a reclamarle al Estado lo que hubiera podido ganar todos estos a?os trabajando como dise?ador industrial y lo que me deben de los viajes anuales que me prometieron a La Reuni¨®n y que no pude efectuar hasta hace muy poco". Hace apenas cuatro a?os descubri¨® que la hermana de su madre se hab¨ªa interesado por ¨¦l enseguida, que lo hab¨ªa reclamado, pero los servicios sociales dijeron entonces que "el ni?o tiene una nueva familia en Francia y est¨¢ bien atendido".
Simon A-Poi, cocinero de 52 a?os, lleg¨® a La Creuse con 12. "En mi expediente, como en el de los dem¨¢s, est¨¢ previsto el viaje de ida, pero no el de vuelta. En el avi¨®n viajaba un n¨²mero indeterminado de beb¨¦s que no aparecen en las estad¨ªsticas oficiales. Cuando llegu¨¦ descubr¨ª el fr¨ªo, la necesidad de jers¨¦is de cuello de cisne, de llevar zapatos, la nieve y una comida horrible. Hasta mi mayor¨ªa de edad viv¨ª con dos familias distintas, una de ellas amable y generosa, pero yo prefer¨ªa volver a la residencia: all¨ª pod¨ªa hablar en creole, encontrarme con los que viv¨ªan algo parecido, hacer m¨²sica con ellos". En la memoria de Simon A-Poi ha quedado una madre que se paseaba con ¨¦l por la playa d¨¢ndole la mano. La ausencia de esa mano es lo que no perdona. "Debr¨¦ [primer ministro franc¨¦s] estaba al corriente de todas las irregularidades. El Estado es culpable".
El testimonio, filmado, del fallecido Alix Hoair, parece confirmar la escasa delicadeza de una pol¨ªtica de Estado que consideraba m¨¢s importante el equilibrio demogr¨¢fico que el equilibrio emocional de los ni?os, a veces explotados sin disimulo. "Yo dirig¨ªa la residencia en la que se acog¨ªa a quienes llegaban de La Reuni¨®n o a quienes no encontraban familia que les diese trabajo y alojamiento. Un d¨ªa vino a verme un campesino y me pidi¨® que le diera uno de esos negritos que s¨®lo comen una vez al d¨ªa, duermen en la paja y trabajan mucho gratis. Descubr¨ª que la gente de la DDASS colocaba a menudo los ni?os en granjas que ten¨ªan hijos para que as¨ª los campesinos pudieran enviar a los v¨¢stagos a estudiar, a Limoges o a Par¨ªs, mientras los negritos trabajaban en su lugar". Alix Hoair hizo llegar sus cr¨ªticas a Debr¨¦ por escrito. Dos meses despu¨¦s Hoair y su esposa perd¨ªan su trabajo por orden directa del prefecto de la Creuse.
40 a?os despu¨¦s
El ebanista y hoy cantante Jean-Pierre Moutoulatchimy relativiza todas esas cr¨ªticas. "Primero, ?por qu¨¦ han tardado cuarenta a?os en formularlas?", se pregunta. Simon A-Poi da una respuesta: "Hasta que apareci¨® el libro de Jean-Jacques Martial, en 2003, pens¨¢bamos que lo que hab¨ªamos vivido era duro pero normal. Nos dijeron que el Estado nos daba una oportunidad de empezar una nueva vida, y nos lo cre¨ªmos". Para Moutoulatchimy las nociones de oportunidad y nueva vida son pertinentes: "En mi casa ¨¦ramos 11 hermanos y un sueldo de miseria que ganaba mi padre. Los 11 hijos acabamos siendo enviados a la metr¨®poli, en distintos viajes. Eso significa que hemos vivido otra vida, una vida nueva, distinta de la que hubi¨¦ramos tenido en La Reuni¨®n, en un orfanato abarrotado y en unas condiciones sanitarias espantosas. Yo, cuando llegu¨¦ a Gu¨¦ret, fui feliz".
Moutoulatchimy no pretende defender al ciento por ciento la acci¨®n de Debr¨¦, pero para ¨¦l la "deportaci¨®n" aparece como una gran oportunidad porque no mitifica sus or¨ªgenes. "Atenci¨®n, ahora canto m¨²sica de La Reuni¨®n y la mezclo con la de aqu¨ª. Estoy contento de mi doble filiaci¨®n cultural, no reniego de nada. Es verdad que el trabajo en las granjas era duro, muy duro, pero tambi¨¦n lo era para los nativos de La Creuse. Y si se quiere ganar dinero, hay que trabajar".
Serdagne prefiere emplear la expresi¨®n "esclavismo moderno" para referirse a los inacabables -"y los siete d¨ªas de la semana"- d¨ªas pasados labrando, sembrando o cosechando. "El 70% de los menores de La Reuni¨®n fuimos destinados a oficios terribles", concluye sin que Moutoulatchimy est¨¦ de acuerdo.
Viaje, o deportaci¨®n, entre dos mundos
LA ISLA DE LA REUNI?N est¨¢ en el oc¨¦ano ?ndico, al oeste de Madagascar. Tiene 2.500 kil¨®metros cuadrados, es de origen volc¨¢nico y se halla a m¨¢s de 9.000 kil¨®metros de Par¨ªs. Es un lugar densamente poblado -900.000 personas ahora, pero s¨®lo 65.000 en 1801-, con una capital (Saint Denis) que cuenta con m¨¢s de 140.000 habitantes. En 1961, s¨®lo el 3,61% de la poblaci¨®n ten¨ªa m¨¢s de 65 a?os. El centro de la isla est¨¢ ocupado por volcanes de m¨¢s de 2.000 metros de altura, y el clima es tropical, oscilando entre los 18? y los 31? en la costa, con la consabida estaci¨®n lluviosa. El az¨²car y el turismo son las principales fuentes de ingresos.
El departamento de La Creuse est¨¢ en el centro de Francia. Tiene 5.500 kil¨®metros cuadrados y Par¨ªs queda a 350 kil¨®metros. Es una de las zonas menos pobladas de Francia -120.000 personas ahora, pero 218.000 en 1801- y tiene la localidad de Gu¨¦ret -14.000 habitantes- como capital. En 1961, el 22,5% del censo ten¨ªa m¨¢s de 65 a?os. Todo el territorio se sit¨²a entre los 200 y los 900 metros de altura. En la Creuse hiela al menos 100 d¨ªas al a?o y la lluvia se reparte regularmente a lo largo del a?o. Fabricaci¨®n de muebles, tapices, cer¨¢mica y recambios de autom¨®vil completan los ingresos que aporta la agricultura.
Entre 1963 y 1980 el Estado franc¨¦s organiz¨® el traslado -deportaci¨®n lo llaman sus v¨ªctimas- de 1.630 ni?os de entre 7 y 14 a?os, desde La Reuni¨®n hacia la Creuse y otros departamentos. El impulsor de esa pol¨ªtica fue Michel Debr¨¦, primer ministro de De Gaulle entre 1959 y 1962 y diputado por La Reuni¨®n entre 1963 y 1980. Con ese traslado pretend¨ªa ayudar a la formaci¨®n de los hijos de las familias insulares pobres y contribuir a repoblar unos departamentos franceses. Las buenas intenciones alimentan las calderas del infierno.
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