Respuesta desafortunada
Exterioriza el malestar ante las presiones de su due?o. Y reclama su independencia. Unos dos millones de espa?oles reciben una respuesta inadecuada de su pene. La obsesi¨®n por la erecci¨®n es su principal enemigo. Comprender a nuestro peculiar compa?ero es la clave del ¨¦xito para superar la disfunci¨®n er¨¦ctil.
Observando a los ciervos a finales de septiembre en plena berrea, resulta envidiable la facilidad con la que los machos hacen aparecer sus penes fibrosos. Los humanos somos pr¨¢cticamente los ¨²nicos mam¨ªferos a los que la naturaleza ha dotado de un aparato sexual con mecanismo er¨¦ctil casi totalmente vascular; sin ning¨²n tipo de apoyo, ni ¨®seo ni cartilaginoso. Esta broma evolutiva no parece tener fundamento conocido, pero ha entregado a los machos de nuestra especie un regalo envenenado: el individuo independiente que les cuelga entre las piernas.
Las veleidades autonomistas de este inseparable amigo ponen a muchos hombres en situaciones comprometidas. Es enemigo de las imposiciones. Y se rebela m¨¢s cuanto m¨¢s intentamos controlarlo. S¨®lo responde a las ¨®rdenes del sistema nervioso aut¨®nomo, que, como su propio nombre indica, no suele obedecer a la voluntad de su due?o. Por eso hay aproximadamente dos millones de espa?oles a los que su pene no les responde adecuadamente. A veces, porque ¨¦l mismo o el organismo que lo sustentan est¨¢n enfermos. Las alteraciones vasculares, neurol¨®gicas, endocrinas o de otro tipo que suelen llevar aparejados factores de riesgo -como la diabetes, la hipertensi¨®n, el alcohol, el tabaco?- necesitar¨¢n un tratamiento espec¨ªfico para cada caso.
Con alteraciones o sin ellas, lo que definitivamente deja fuera de combate al habitante d¨ªscolo de la entrepierna varonil es la excesiva obsesi¨®n por el control. Cuando se siente demasiado urgido a cumplir el papel que se espera de ¨¦l se encoge, se rebela y da la espalda a su due?o. Entonces, el portador se asusta, se siente fracasado y aumenta su presi¨®n y su control, empeorando la situaci¨®n y cerrando el c¨ªrculo vicioso de fracaso, miedo al fracaso y vuelta a fracasar. La atenci¨®n fijada en la propia erecci¨®n, con la preocupaci¨®n expectante por ver si ocurre o no, elimina los est¨ªmulos que la hacen posible. Y todos sabemos cu¨¢les son esos est¨ªmulos: er¨®ticos, pasionales, sensuales; en definitiva, sexuales. Esperar con ansiedad a que el pene responda se parece mucho m¨¢s a lo que sentimos en un examen de conducir que a un est¨ªmulo sexual. Y ya resulta dif¨ªcil tener una erecci¨®n en un examen de conducir? Salvo en circunstancias de fantas¨ªas muy especiales.
Todo este proceso de desencuentro entre el miembro y su due?o est¨¢ presente casi siempre que se produce una disfunci¨®n er¨¦ctil. Comprender a nuestro peculiar compa?ero es fundamental para que las cosas funcionen o no empeoren m¨¢s de lo debido, incluso cuando existen otros problemas a?adidos. Y comprenderlo es saber que: a) Le gusta ir a su aire, y por tanto no le gustan las imposiciones; b) Funciona mejor con lo espont¨¢neo que con lo planificado, y c) Es m¨¢s sensible a los sentimientos y a las sensaciones que a la raz¨®n. Si tenemos en cuenta todo esto, nos dar¨¢ m¨¢s satisfacciones que disgustos; si nos obsesionamos por controlarlo, se convertir¨¢ en un rebelde de brazos ca¨ªdos.
Tambi¨¦n ocurre que a veces el pene se parece a su due?o en muchas cosas. Cuando se le da demasiada importancia, tiene tendencia a cre¨¦rselo. Si se siente el centro de atenci¨®n, es muy probable que se vuelva d¨¦spota, holgaz¨¢n y caprichoso. Le va mejor tener que compartir protagonismo y saber que si no funciona, manos, labios o lengua le sustituir¨¢n. Es bueno que sepa que hay cosas para las que no sirve que son tan importantes como la penetraci¨®n. Entonces despierta de su ensimismamiento para hacerse valer. Eso lo sabemos muy bien los sex¨®logos, quienes ante una disfunci¨®n er¨¦ctil planteamos dejar al miembro y a la penetraci¨®n en un segundo plano. Si lo conseguimos y no existe otro problema a?adido, las probabilidades de que vuelva a funcionar son altas.
Pero no s¨®lo nosotros, due?os del artilugio, podemos someterle a una excesiva presi¨®n. Tambi¨¦n puede hacerlo la pareja cuando lo convierte en el term¨®metro del deseo, el amor o la pasi¨®n hacia ella. Y cuando no funciona, en el chivato de una posible infidelidad. As¨ª aumentar¨¢ a¨²n m¨¢s la ansiedad y, como consecuencia, la apat¨ªa del pene. Por eso la complicidad de la pareja ayuda a poner las cosas en su sitio.
El pene tambi¨¦n puede estar enfermo por las causas antes referidas. Habr¨¢ entonces que cuidarlo. Y, adem¨¢s de quitarle presi¨®n, tratar adecuadamente la alteraci¨®n que causa su enfermedad. ?se es el trabajo del sex¨®logo, apoyado a veces por otro especialista (andr¨®logo, ur¨®logo, neur¨®logo, cirujano vascular, endocrino?). Los medicamentos m¨¢s eficaces que se recomiendan son los que ayudan a llevar sangre a los cuerpos cavernosos: por v¨ªa oral (Viagra, Cialis, Levitra, Uprima) o por inyecci¨®n intracavernosa, cuando el caso se agrava (Alprostadil). Y hay que tener en cuenta que ninguno de ellos aumenta el deseo, sino que facilita la erecci¨®n con el concurso de la estimulaci¨®n sexual.
Para mantenerse en plena forma f¨ªsica
01 Centrar toda la atenci¨®n posible en los est¨ªmulos sexuales y no, como suele hacerse, en conseguir una erecci¨®n.
02 No basar toda la relaci¨®n sexual de manera exclusiva en la penetraci¨®n. Tambi¨¦n hay vida m¨¢s all¨¢ del coito.
03 Abandonarse a los sentimientos y a las sensaciones, sin pretender controlar todo lo que sucede durante el encuentro.
04 El pene erecto no ha de convertirse en la varita m¨¢gica de las relaciones sexuales. Las hay sin penetraci¨®n, en las que las caricias, los abrazos, los besos o los masajes er¨®ticos son los verdaderos protagonistas.
05 Enterrar ciertos mitos, como el relativo a la vejez o ciertas enfermedades. Si no hay otro problema, la avanzada edad, por s¨ª sola, no tiene por qu¨¦ representar el fin de la erecci¨®n. Muchos parapl¨¦jicos incluso conservan sus erecciones.
06 La abstinencia sexual prolongada no es el remedio adecuado, sino todo lo contrario. Huir nunca es la soluci¨®n.
Manuel Lucas Matheu es m¨¦dico y presidente de la Sociedad Espa?ola de Intervenci¨®n en Sexolog¨ªa (www.seisex.com).
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