Miedo a la historia
Que la necesidad de enfrentarnos a un mundo cambiante nos obligue a hacer nuevas preguntas a la historia, a tomar en cuenta problemas que con anterioridad dej¨¢bamos en un lugar secundario y, en consecuencia de ello, a modificar el relato establecido, es algo que perturba a muchos, y en especial a nuestros pol¨ªticos de la derecha -aunque, por desgracia, no s¨®lo a los de la derecha-, que parecen creer que la "Historia de Espa?a" debe verse como un canon establecido, sagrado e intocable.
Pero, ?qu¨¦ canon ser¨ªa ¨¦ste? ?Tal vez el del Caudillo, que sosten¨ªa que desde Felipe II hasta su llegada providencial todo hab¨ªa sido decadencia, y que abominaba del siglo XIX por entero? "El siglo XIX, que nosotros hubi¨¦ramos querido borrar de nuestra historia", dijo en 1950 Francisco Franco, a quien ni siquiera la guerra de la Independencia le parec¨ªa digna de recordar (en ella los h¨¦roes eran guerrilleros, y encima liberales).
?O el canon tradicional anterior, elaborado a lo largo del siglo XIX bajo los auspicios de un academicismo patrocinado por el Estado? Al igual que en otros pa¨ªses, este canon sustitu¨ªa la historia de lo que leg¨ªtimamente podr¨ªa llamarse la naci¨®n, esto es el conjunto de los ciudadanos, por la del Estado y la adornaba con mitos heroicos, en especial de car¨¢cter guerrero. En 1929 Jean Norton Cru public¨® una investigaci¨®n sobre los relatos acerca de la Primera Guerra Mundial que le llev¨® a la conclusi¨®n de que "toda la historia militar" era una mentira deliberada, un conjunto de leyendas encaminado a hacer aceptable la guerra a quienes no la hab¨ªan experimentado personalmente (y que, de conocerla mejor, se negar¨ªan a participar en ella).
Tal vez convenga recordar que este canon heroico fue ya denunciado en 1898 por Santiago Ram¨®n y Cajal, que advert¨ªa, sin que nadie le haya hecho caso, ni entonces ni ahora: "Se necesita volver a escribir la historia de Espa?a para limpiarla de todas estas exageraciones con que se agiganta a los ojos del ni?o el valor y la virtud de su raza. Mala manera de preparar a la juventud para el engrandecimiento de su patria es pintar ¨¦sta como una naci¨®n de h¨¦roes, de sabios y de artistas insuperables".
Y, sin embargo, eso es lo que se sigue propugnando desde arriba. En la pedagog¨ªa de las conmemoraciones p¨²blicas hemos visto en los ¨²ltimos a?os celebraciones de reyes y reinas que han llegado al extremo de ocuparse de alguien que, como Isabel II, ten¨ªa bien poco que celebrar. En contrapartida, el 75? aniversario de la Segunda Rep¨²blica Espa?ola est¨¢ transcurriendo casi en la clandestinidad, con un Gobierno socialista en el poder.
Una historia que abra espacios de reflexi¨®n acerca de problemas que necesitan repensarse, y que no siempre resultan gloriosos, es algo que no s¨®lo se evita, sino que se combate. En los Estados Unidos, nos dice James W. Loewen en Lies my teacher told me, los libros de texto manipulan todo lo que se refiere a acontecimientos como la guerra de Vietnam, a los que los profesores temen referirse cr¨ªticamente porque pueden ser despedidos como consecuencia de la presi¨®n de los padres, que exigen que no se ense?en a sus hijos cuestiones conflictivas.
Dudo que a alguien de quienes tienen, entre nosotros, poder de decisi¨®n en estas materias se le haya ocurrido que m¨¢s oportuno que seguir en el habitual ejercicio del patrioterismo conmemorativo ser¨ªa comenzar a plantearse para dentro de tres a?os la conveniencia de revisar a fondo, con motivo de su cuarto centenario, un acontecimiento como la expulsi¨®n de los moriscos, en el que tal vez encontr¨¢semos motivos de reflexi¨®n acerca de problemas plenamente vigentes en nuestro tiempo.
En un hermoso texto que se titula Historia y estupidez nacional, donde denuncia la insensatez de haber repetido en Irak los errores que se cometieron en Vietnam, Arthur Schlesinger Jr. ha escrito recientemente: "Las concepciones del pasado est¨¢n muy lejos de ser estables. Las revisamos continuamente a la luz de las urgencias del presente. La historia no es un libro cerrado o un veredicto final. Siempre est¨¢ en proceso de hacerse. Dejad que los historiadores prosigan la b¨²squeda del conocimiento, por equ¨ªvoca y problem¨¢tica que pueda ser. La gran fuerza de la historia en una sociedad libre es su capacidad para la autocorrecci¨®n". Tal vez sea precisamente a la libertad a lo que temen quienes nos niegan esta capacidad de rectificar.
Josep Fontana, catedr¨¢tico de Historia, dirige el Instituto Universitario de Historia Jaume Vicens i Vives de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.
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