Paisaje despu¨¦s de la batalla
Ocurre con la mayor parte de las cosas que emprendemos o nos ocurren en la vida, especialmente aquellas que no acaban de forma totalmente satisfactoria. Si una vez finalizadas tuvi¨¦semos que volver a empezar, seguramente no har¨ªamos lo mismo y evitar¨ªamos cometer los mismos errores. Pero no volvemos a empezar. Procuramos aprender de la experiencia, de los fallos cometidos, saber cu¨¢les son los l¨ªmites de lo que podemos y no podemos hacer. Pasamos p¨¢gina, y seguimos adelante. Porque, qui dia passa, any empeny.
Es sobre una actitud que creo que se levantar¨¢ la participaci¨®n y se construir¨¢ el s¨ª mayoritario en el refer¨¦ndum del pr¨®ximo domingo. Nadie en Catalu?a est¨¢ contento con el Estatuto; especialmente, con el proceso que se ha seguido en su elaboraci¨®n. Hay cansancio y fatiga, y la mayor¨ªa no quiere repetir esa experiencia agotadora.
Quiz¨¢ donde mejor se ha captado este estado de ¨¢nimo haya sido en el lema de Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU) para el refer¨¦ndum. No es mala cosa que vayamos a votar sin demasiada euforia. No salimos de una dictadura, sino que buscamos, al menos la mayor¨ªa, mejores instituciones e instrumentos pol¨ªticos y jur¨ªdicos para afrontar los nuevos problemas y construir el futuro com¨²n. Y el Estatuto los tiene.
Nunca segundas partes fueron buenas. Volver a empezar a partir de cero es una actitud frustrante y peligrosa. Es querer construir sobre tierra quemada. La historia pol¨ªtica comparada nos dice que aquellos pa¨ªses que siguen ese curso de acci¨®n se abocan al fracaso, al estancamiento econ¨®mico y al enfrentamiento social y pol¨ªtico, porque despu¨¦s de un intento de partir de cero acostumbra a venir otro, pero en sentido contrario. Es el principio de la acci¨®n y la reacci¨®n.
Eso fue el tr¨¢gala con el que a lo largo de nuestra historia pol¨ªtica del siglo XIX y primeras d¨¦cadas del XX cada fuerza pol¨ªtica quer¨ªa obligar a la otra a comulgar con sus ruedas de molino. Un curso de acci¨®n pol¨ªtica que nos aboc¨® al estancamiento, al retraso en todos los ¨®rdenes y, lo que ha sido m¨¢s dram¨¢tico, al enfrentamiento civil y pol¨ªtico sistem¨¢tico.
El proceso de elaboraci¨®n del Estatuto ha tenido algo de guerra civil, pero por otros medios. Una guerra incruenta, pero pol¨ªtica y socialmente agotadora. Los pactos pol¨ªticos y los excesos doctrinales del comienzo expulsaron a unos del proceso (el PP de Josep Piqu¨¦); y los retrocesos posteriores necesarios para encajar el texto en la Constituci¨®n dejaron finalmente a otros al margen del acuerdo (ERC).
Ha sido una experiencia agotadora, que en algunos momentos ha tenido visos de tr¨¢gala y de viaje al borde de precipicio. Pero ahora, rectificado el rumbo, cuando se vislumbra el final, conviene analizar c¨®mo queda el paisaje despu¨¦s de la batalla para saber en qu¨¦ zonas se debe moderar el impulso y, en su caso, rectificar.
En este sentido, la experiencia comparada de pol¨ªticas de reformas ofrece una lecci¨®n valiosa. Una vez aprobadas, todas las reformas radicales inician su rodaje con un periodo de rectificaci¨®n de los excesos y adaptaci¨®n a la realidad. Por eso convendr¨¢ saber en qu¨¦ ¨¢mbitos se han excedido los l¨ªmites que pueden dificultar que la pol¨ªtica cotidiana transcurra por caminos socialmente pac¨ªficos y pol¨ªticamente eficaces.
Vista la experiencia por la que hemos pasado, parecen existir al menos dos paisajes en los que ser¨¢ necesario alg¨²n acomodo a la realidad. Uno es el paisaje estatutario relacionado con las libertades, derechos y deberes, que da un aire muy invasivo de los poderes p¨²blicos en la esfera individual y familiar. El otro, el de la relaci¨®n con el resto de espa?oles.
Quiz¨¢ donde m¨¢s se ha reflejado el esp¨ªritu intervencionista del Estatuto en la vida privada y social de los ciudadanos es en su t¨ªtulo I, titulado Derechos, deberes y principios rectores. El que haya tenido la curiosidad y la paciencia de leerlo habr¨¢ visto que lo de "deberes" es puramente ret¨®rico porque todos los cap¨ªtulos, desde el 15 al 36, comienzan por la palabra "derechos de...". A partir de ah¨ª, el resto de los art¨ªculos de este t¨ªtulo I establecen obligaciones de los poderes p¨²blicos que tienen que ver con derechos, no con deberes. Su lectura me hace rememorar aquella conocida frase del presidente Kennedy cuando dijo a los americanos que no se preguntasen qu¨¦ es lo que Am¨¦rica pod¨ªa hacer por ellos, sino lo que ellos pod¨ªan hacer por Am¨¦rica.
Posiblemente este t¨ªtulo I es una manifestaci¨®n de esa err¨®nea forma de pensar que las leyes sirven para cambiar la sociedad, en vez de servir para dar cobertura jur¨ªdica a los cambios que previamente se han producido de forma aut¨®noma en su seno. Probablemente este t¨ªtulo es un estertor de la generaci¨®n del 68, un producto fuera de su tiempo.
El otro ¨¢mbito donde habr¨¢ que recomponer cosas es en el de la relaci¨®n con los otros, con el resto de espa?oles. En algunos momentos el miedo a la ruptura, a la quiebra pol¨ªtica y sentimental, fue algo real para muchas personas. Quiz¨¢ por eso, la famosa foto de La Moncloa produjo aquella intensa sensaci¨®n de alivio. Una foto que ya ha dado muchos beneficios a Artur Mas, y que a¨²n le dar¨¢ m¨¢s, tanto en Espa?a, donde el nacionalismo catal¨¢n ha vuelto a ser funcional para la gobernabilidad del Estado, como en Catalu?a, porque ha devuelto a CiU las esperanzas de volver al poder cuando supon¨ªa que pasar¨ªa una larga traves¨ªa por el des¨¦rtico paisaje de la oposici¨®n.
A partir del 19-J habr¨¢ que recomponer el deteriorado paisaje dejado por la batalla del Estatuto. Para ello habr¨¢ que cambiar algunas reglas de la pol¨ªtica catalana. Hasta ahora se ha utilizado la regla del m¨ªnimo com¨²n m¨²ltiplo; es decir, la suma por superposici¨®n de deseos, intereses y planteamientos doctrinales en muchos casos contradictorios. Adem¨¢s, se pretendi¨® dejar todo atado y bien atado blindando las competencias y los acuerdos para evitar posibles conflictos con los poderes del Estado. A partir de ahora, al gestionar su puesta en marcha, convendr¨ªa utilizar la regla del m¨¢ximo com¨²n divisor. Buscar lo que nos une. Aunque a algunos les sepa a poco, es como mejor se avanza, aun cuando los destinos finales no sean compartidos.
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