Stradivarius revive en el Palacio Real
Gewandhaus interpreta a Beethoven y Mozart con instrumentos de la colecci¨®n regia
Al menos 350 personas viajaron anoche desde el Palacio Real de Madrid hasta los parajes m¨¢s ¨ªntimos de sus propias emociones, donde las l¨¢grimas y las pasiones aguardan durmientes la llegada de la m¨²sica, en el ¨²ltimo concierto, con instrumentos de Antonio Stradivarius, del XII Ciclo de C¨¢mara organizado por Patrimonio Nacional. Con traje corto ellas, oscuro ellos, las personas reunidas aguardaban con expectaci¨®n la audici¨®n de los dos violines, la viola y el violonchello que el Palacio Real atesora, en lo que compone la ¨²nica colecci¨®n del mundo de estos instrumentos sin parang¨®n. Los reunidos se hallaban en el Sal¨®n de Columnas, sobre alfombras de la Real F¨¢brica de Tapices, sentados en sillas Carlos IV, observados por bustos de alabastro de emperadores romanos y bajo los lagrimones de ara?as de La Granja suspendidas de una b¨®veda enfrescada por Corrado Giaquinto, con un destellante rompimiento en gloria.
El grupo Gewandhaus, procedente de la hoy celebrada ciudad alemana de Leipzig y que, por sus dos siglos de historia figura como el de m¨¢s solera de Europa, acometi¨® los dos cuartetos de c¨¢mara, de Mozart en Re mayor, y de Beethoven en Do mayor, respectivamente, con impecable hechura. Los instrumentos que portaban fueron construidos hace tres siglos para el rey Felipe V de Espa?a por el cremon¨¦s Antonio Stradivarius (1643-1737), considerado el m¨¢s c¨¦lebre constructor de instrumentos de cuerda de la historia. Dada su delicadeza -¨²nicamente 10, de los cuatro centenares en todo el mundo, est¨¢n ornamentados con los grifos y dragones que los decoran- suelen aflorar tras largos periodos de tiempo.
Por la destreza de los cuatros maestros, y la calidad de violines, viola y violonchello, los m¨²sicos alcanzaron suavemente el ¨ªmpetu de los allegrettos de Mozart, con sus cadenetas trenzadas y los juguetones bucles que enzarzan los sones de sus andantes. Luego, con el cuarteto dedicado por Beethoven a su protector, el pr¨ªncipe Razumovsky, los asistentes fueron guiados hacia los ¨¢mbitos donde el m¨²sico de Bonn pareciera lidiar con los dioses su particular combate en pos de la m¨¢s excelsa belleza. El bordoneo del violonchello, el salto sorprendente de la gravedad al gozo, su merodeo constante por la periferia de lo sagrado -que no era otra cosa para Beethoven, como lo fue para el poeta H?lderlin que la Naturaleza- trasladaron a muchos de los oyentes hasta los horizontes granates o dorados de la evocaci¨®n y de la memoria.
Los expertos se?alan que las medidas de cuidado y seguridad de la colecci¨®n de Stradivarius del Palacio Real son extraordinarias. Rara vez salen de Espa?a, salvo para alguna revisi¨®n; cuando lo han hecho para su restauraci¨®n, como sucedi¨® en 1991, en que viajaron a Francia para ser tratados por el profesor ?tienne Vatelot, lo hacen en recipientes blindados, en diferentes medios de transporte para impedir que un accidente diezme la colecci¨®n. Gozan, asimismo, de identificadores electr¨®nicos de muy reducido tama?o, que permiten su localizaci¨®n en cualquier lugar donde se hallen.
La celebridad de los instrumentos procede de su excelsa sonoridad, lograda por el maestro cremon¨¦s gracias a unas cajas de madera de abeto y arce, chopos y tilos de bosques de Italia, Croacia y Dalmacia. Gozan de un dise?o de contornos y hendiduras de gran elegancia, que Stradivarius estiliz¨® hasta la perfecci¨®n.
Todos los especialistas subrayan que el secreto de sus violines reside en su barniz, cuya f¨®rmula qu¨ªmica desapareci¨® a la muerte de su inventor. Antonio Stradivarius demostr¨® empero ayer que su obra sigue viva, porque ¨¦l fue capaz de extraer del hond¨®n m¨¢s rec¨®ndito de la madera el latido viviente de la m¨²sica que, anoche, pareci¨® aprovechar el rompimiento en gloria de Giaquinto para ascender, desde las partituras de Beethoven y de Mozart, hacia el ¨¦ter de donde procede.
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