Enigmas variados
1. No pensar que era un bar¨®n, sino que Bar¨®n es el primer apellido y Biza el segundo. Bar¨®n Biza. De Argentina acaba de llegarme un documental de televisi¨®n sobre el extra?o caso de este se?or. Hab¨ªa yo escrito hace unos a?os sobre ¨¦l porque siempre me intrig¨® y al mismo tiempo horroriz¨® su historia. Y ahora, en mi ¨²ltimo viaje a Argentina, conocedores de mi antiguo inter¨¦s por el se?or Bar¨®n Biza, vinieron unos periodistas al hotel a anunciarme que, lo m¨¢s pronto posible, pensaban enviarme a Barcelona el reportaje que sobre el enigm¨¢tico Ra¨²l Bar¨®n Biza hab¨ªan realizado para un canal de la televisi¨®n bonaerense.
Ayer estuve viendo la historia filmada de este perverso caballero, perfectamente descrita en el documental, lo que me ha permitido ampliar conocimientos sobre el extra?o caso que hace unos a?os descubr¨ª casualmente en Internet y que me llev¨® a escribir un art¨ªculo (con los cuatro apresurados datos que encontr¨¦ en la Red) y, como consecuencia del mismo, a recibir llamadas y cartas de los m¨¢s variados lectores argentinos que quer¨ªan que les ayudara a divulgar en Espa?a la existencia de la ins¨®lita novela, El desierto y su semilla, que escribiera en 1999 Jorge, el no menos enigm¨¢tico hijo de Bar¨®n Biza.
Ausente de todos los diccionarios -parece que era un escritor escandaloso pero muy mediocre-, en Internet se dice de Ra¨²l Bar¨®n Biza que fue famoso en su ¨¦poca, en los a?os treinta del siglo pasado, por su "delirio provinciano, macabrismo (sic), extrema misoginia, misantrop¨ªa, decadentismo y marginalia (sic)". Creo que se quedaron cortos a la hora de definirlo. Era el hijo ¨²nico de un terrateniente multimillonario de la ciudad argentina de C¨®rdoba. Se cas¨® en primeras nupcias con la bell¨ªsima e intr¨¦pida Myriam Steford, una extranjera que pilotaba avionetas y sobrevolaba con ellas las infinitas posesiones cordobesas del padre de su marido. La joven aviadora se estrell¨® bien pronto, y fue a hacerlo precisamente en los inmensos jardines de su propia casa. La avioneta se hundi¨®, con una verticalidad asombrosa, en la hierba reci¨¦n mojada por la lluvia de aquel intempestivo d¨ªa. Se hundi¨® en el centro mismo de la finca familiar, y el desconsolado y raro marido mand¨® construir, en homenaje a la bella difunta y en el lugar mismo donde hab¨ªa ca¨ªdo el avi¨®n, un obelisco de m¨¢s de ocho metros de altura, en cuyos s¨®tanos -el documental pasea por ellos y parecen la tumba de un fara¨®n- se dice que enterr¨® todas las joyas de la muerta. Aunque la finca ya no es de los Bar¨®n Biza, el extra?o obelisco pueden verlo hoy todav¨ªa cuantos circulan por la carretera provinciana que une la ciudad de C¨®rdoba con Alta Gracia.
En segundas nupcias, Bar¨®n Biza -que mientras tanto no paraba de publicar escandalosas novelas "sexualmente sat¨¢nicas"- se cas¨® con la bell¨ªsima Clotilde Sabattini, jovencita de la alta sociedad argentina e hija de un notable pol¨ªtico cordob¨¦s que (debi¨® de ver enseguida algo raro en Bar¨®n) se opuso f¨¦rrea e in¨²tilmente a la boda. Bar¨®n la secuestr¨® y despu¨¦s, en un descuido paterno, se cas¨® con ella. Tuvieron tres hijos. Un d¨ªa, en un desproporcionado ataque de celos, coincidiendo con los momentos de mayor apogeo del esc¨¢ndalo creado por una de sus horrendas novelas sat¨¢nicas, Bar¨®n Biza desfigur¨® la cara de Clotilde con una botella de ¨¢cido y poco despu¨¦s se suicid¨®.
Recuerdo que, hace unos a?os, en el momento mismo de leer esto en Internet, qued¨¦ impresionado. Cre¨ª que ah¨ª acababa esa historia espeluznante y sat¨¢nica de obelisco extra?o y de ¨¢cido corrosivo, pero para mi sorpresa, a¨²n no hab¨ªa llegado al final. Uno de los tres hijos, Jorge Bar¨®n Biza, ten¨ªa todav¨ªa algo qu¨¦ decir en la historia. Jorge public¨® en 1999 El desierto y su semilla, libro en el que narra c¨®mo fue minuciosamente reconstruido el rostro de su madre al tiempo que, en estructura paralela, trata de reconstruir la desgraciada historia de la desfigurada Argentina del siglo pasado. Seg¨²n quienes lo han le¨ªdo, el libro se aproxima en ocasiones a la obra maestra y, en cualquiera de los casos, el hijo se muestra muy superior, como escritor, a su depravado y macabro padre. Cuando El desierto y su semilla estaba recibiendo un alud de buenas cr¨ªticas, imprevistamente su autor -al que algunos amigos m¨ªos trataron porque trabaj¨® con ellos en el peri¨®dico P¨¢gina 12 y hablan muy bien de ¨¦l- se suicid¨® arroj¨¢ndose desde la duod¨¦cima planta de una casa de pisos de la ciudad de C¨®rdoba. Recuerdo que cuando, cada vez m¨¢s impresionado, le¨ª en Internet lo del suicidio del hijo, qued¨¦ m¨¢s bien frustrado y me dije: "Qu¨¦ gran pena no poder continuar leyendo. Apenas acababa de conocer la existencia de Jorge cuando se me ha matado".
2. "Montserrat es rara. Me refiero a la monta?a, claro. Porque ni las tiendas de souvenirs ni el apacible monasterio lo son. Pero la monta?a... ?Dios s¨ª lo es!", me dice una amiga (argentina tambi¨¦n ella) que lleva unos d¨ªas por Barcelona y que, por cierto, parece obsesionada con la consigna del Ayuntamiento de que demos "nueva vida a los residuos". Bromeo con ella porque se pasa el d¨ªa reciclando. Fue a Montserrat y qued¨® m¨¢s impresionada que yo con la historia de los Bar¨®n Biza. Dice que no es extra?o que ya en tiempos remotos se decidiera que fueran esos extravagantes mont¨ªculos de Montserrat el centro espiritual del pa¨ªs. Es l¨®gico para ella, pues el misterio est¨¢ en el centro exacto de toda inquietud espiritual. Y Montserrat es enigm¨¢tica, dice mi amiga e insiste, como insiste en reciclarlo todo. Las rocas de ese paisaje sagrado le recuerdan a monjes con capirotes. Pero tambi¨¦n cree haber visto en ellas miles de enigm¨¢ticos dedos con los ¨ªndices en alto, tal vez bendiciendo a los peregrinos que van hoy a votar s¨ª en el d¨ªa del Refer¨¦ndum.
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