"Europa debe adaptar el Estado del bienestar a la inmigraci¨®n"

En diciembre de 1989, cuando el historiador Tony Judt cambiaba de tren en la Westbahnhof de Viena, decidi¨® escribir un libro. Volv¨ªa de Praga, donde V¨¢clav Havel y sus compa?eros hac¨ªan la revoluci¨®n de terciopelo, semanas despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. "Una era acaba y otra empieza", pens¨®. Quince a?os despu¨¦s, Judt (Londres, 58 a?os, profesor en Nueva York y director del Instituto Remarque) publica Postwar

[Posguerra, Taurus, octubre de 2006], un gran retrato de los 60 a?os de reconstrucci¨®n de Europa desde 1945 que no ahorra inc¨®modas realidades sobre la colaboraci¨®n, la resistencia o la guerra fr¨ªa: "La historia como desencanto de los mitos, como ruptura de ciertos recuerdos". Esta Europa que ocupa "una privilegiada situaci¨®n para ofrecer al mundo alg¨²n consejo modesto sobre c¨®mo no repetir los errores que ella cometi¨®" y que podr¨ªa ser el modelo futuro de organizaci¨®n internacional: "Si los europeos no se suicidan pol¨ªticamente, es decir, si mantienen la unidad pol¨ªtica, el siglo XXI podr¨ªa ser el siglo de Europa, un continente pr¨®spero y estable con un modelo ¨²nico que combina las libertades occidentales con la cohesi¨®n social", dice Judt en su despacho del Instituto Remarque, con ventanas que dan a Washington Square, coraz¨®n de la Universidad de Nueva York.

"Creo que es algo terrible, pero Europa tiene que fijar l¨ªmites a su expansi¨®n; en alg¨²n momento hay que decir: Europa llega hasta aqu¨ª"

"La diferencia entre EE UU y Europa es que a EE UU vas individualmente, pero Europa te llega a tu pa¨ªs y, cuando eso ocurre, es maravilloso"

"El desaf¨ªo es mantener las grandes virtudes del Estado del bienestar al tiempo que se incorpora a los inmigrantes, sin provocar el ascenso de pol¨ªticas antiinmigraci¨®n"

"Europa occidental no supo reaccionar a la ca¨ªda del muro y complic¨® un proceso de integraci¨®n pol¨ªtica que deber¨ªa haber sido m¨¢s f¨¢cil"

"Los intelectuales de Europa tienen una gran responsabilidad por no haber reflexionado sobre el comunismo, igual que ocurri¨® en los a?os treinta con el fascismo"

Pregunta. Ni la historia edulcorada ni la amnesia, propone usted al contar los ¨²ltimos 60 a?os de Europa.

Respuesta. Hemos de tener cuidado, al librarnos de la autocomplacencia con la que se narraba la reconstrucci¨®n despu¨¦s de 1945, de no caer en otro tipo de autosatisfacci¨®n, la de decir: "Hay que ver, qu¨¦ honrados somos". El nuevo mito ser¨ªa: como ya hemos dicho la verdad y sabemos c¨®mo fue todo, no hace falta que volvamos sobre ello. Una tr¨¢gica consecuencia de esto es que hoy, en Alemania, los j¨®venes dicen: "Bueno, ya sabemos toda la verdad de lo que pas¨®; ?podemos, por favor, dejarlo ya?".

P. Dedica su ep¨ªlogo al Holocausto y a la necesidad de mantener vivos los horrores pasados, pero no de cualquier forma.

R. Hay que mantenerlos, pero como historia, porque si lo haces como memoria, siempre inventas una nueva capa de olvido. Porque recuerdas siempre alguna cosa, recuerdas lo que te es m¨¢s c¨®modo, o lo que te es pol¨ªticamente m¨¢s ¨²til... Por eso escrib¨ª el ep¨ªlogo, porque quer¨ªa acabar subrayando la importancia de la historia, especialmente en la ¨¦poca contempor¨¢nea, cuando es tan f¨¢cil pensar que con la memoria es suficiente.

P. ?La memoria selectiva es necesaria a veces para la supervivencia?

R. Depende de si le respondo como historiador o como ciudadano. Como ciudadano, dir¨ªa: ya sea sobre 1945 o 1989, hay que decir la verdad, hay que hacer todas las preguntas. Como historiador, le dir¨ªa que en estas situaciones hay un modelo: en los primeros a?os despu¨¦s de una cat¨¢strofe, como la II Guerra Mundial, o una ocupaci¨®n o una guerra civil, tiene que haber un tiempo de silencio pol¨ªtico. Y luego, normalmente una generaci¨®n despu¨¦s y con estabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica, la gente empieza a decir: "Un momento, as¨ª no es como fue", o "?Est¨¢s seguro de que eso fue as¨ª?", o "Hay cosas que tenemos que decir porque no las pudimos decir antes"... Esto es lo que pas¨® en Alemania en los a?os sesenta y setenta, pero no antes, porque era imposible.

P. Tras el silencio, ?puede llegar a ser arriesgado que haya demasiados recuerdos?

R. S¨ª, demasiada memoria podr¨ªa ser algo malo por contraproducente. Y si se insiste en sacar a la luz todo el dolor, todos los delitos, los compromisos y colaboraciones de la gente, o de sus padres, o cosas que muchos no quieren recordar, pueden pasar un par de cosas: primero, la gente va a decir: "Mi historia es la historia verdadera, no las de los dem¨¢s"; segundo, va a ocurrir... Se lo dir¨¦ con un ejemplo: cuando, en los a?os ochenta, empez¨® a debatirse abiertamente en Francia todo lo del Gobierno de Vichy, uno de los primeros en hablar fue Bruno Maigret, n¨²mero dos entonces del Frente Nacional de Le Pen. Maigret dijo que se alegraba mucho y que hab¨ªa que contar toda la verdad de la magnitud de la colaboraci¨®n, porque eso demostrar¨ªa que Vichy era popular, que aquel Gobierno ten¨ªa respaldo... "Il faut le dire, hay que decirlo, despu¨¦s de 30 a?os de haberlo negado, y eso me legitima a m¨ª, a Maigret".

P. Un debate que no lleg¨® al fondo hasta la muerte de Mitterrand, que hab¨ªa sido funcionario de aquel Gobierno...

R. ?l representa todas las iron¨ªas y las complejidades. Si se multiplica eso por millones de franceses, es f¨¢cil ver por qu¨¦ puede llegar a ser pol¨ªticamente insostenible un proceso en el que se exige demasiado al recuerdo, a la memoria.

P. Es chocante leer en su libro que en Francia se sancion¨® a menos del 0,1% de los colaboracionistas de Vichy.

R. Mucha gente me dice: "Pero ?es verdad eso?". Porque existe la idea, primero, de que no hubo muchos colaboracionistas, y segundo, de que todos ellos hab¨ªan sido castigados. Y en realidad fueron muy numerosos, y muy pocos fueron castigados; ir¨®nicamente, hubo m¨¢s castigos en pa¨ªses como Noruega o Dinamarca, donde se dieron los ¨ªndices m¨¢s bajos de colaboracionismo. Cada pa¨ªs tiene su propia historia: Italia, en donde fue necesario construir el mito del antifascismo, porque hab¨ªa habido un pa¨ªs fascista durante 21 a?os; porque el ¨²nico espacio que se le dej¨® en Europa fue el de una rep¨²blica alpina neutral: si no hubiera sido por la guerra fr¨ªa, Occidente y, por distintas razones, los rusos, no lo hubieran admitido. El resultado ha sido que Austria fue uno de los ¨²ltimos pa¨ªses en los que se pudo hablar p¨²blicamente de lo que hab¨ªa pasado.

P. "Habr¨ªa sido imposible gobernar Alemania sin alemanes despu¨¦s de la guerra". Por eso, en 1951, en Baviera, el 94% de los jueces y fiscales y el 77% de los funcionarios de Hacienda eran ex nazis. El 43% del cuerpo diplom¨¢tico en Bonn eran antiguos miembros de las SS, y el 17%, de la Gestapo...

R. Se debi¨® a un par de razones. Primero, no hab¨ªa suficiente gente cualificada que no fueran nazis, exactamente como ocurri¨® despu¨¦s del comunismo en Bulgaria, Rumania... Los ¨²nicos con t¨ªtulos superiores, ingenieros o gestores hab¨ªan tenido cargos en el partido comunista. Pero hubo otra raz¨®n: la decisi¨®n estrat¨¦gica de norteamericanos y brit¨¢nicos de no castigar colectivamente, sino individualmente, porque en el derecho anglosaj¨®n cada delito es individual. El resultado es la paradoja de que todo aquel que no fue juzgado sinti¨® que no era culpable. En los sesenta conoc¨ª a algunos alemanes que hab¨ªan pertenecido al partido nazi con responsabilidades de nivel medio y hablaban de ello con toda naturalidad. Yo, un joven estudiante ingl¨¦s, estaba horrorizado, pero ellos me dec¨ªan: "Todo el mundo pertenec¨ªa al partido, ?qu¨¦ quer¨ªas que hici¨¦ramos?". Si se hubiera querido reconstruir el pa¨ªs con heroicos resistentes, habr¨ªa habido 10.000 personas en total.

P. Es estremecedor el cap¨ªtulo En el torbellino, sobre los efectos de la guerra fr¨ªa en Hungr¨ªa, Polonia, Checoslovaquia... Y c¨®mo los intelectuales europeos, sobre todo franceses, rechazan los testimonios de la represi¨®n. "Hay que elegir entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el bloque anglosaj¨®n", dijo Jean Paul Sartre.

R. Pas¨® con otros intelectuales -italianos, brit¨¢nicos-, pero fue especialmente fuerte en Francia. Tiene que ver con la humillaci¨®n: la combinaci¨®n de la cat¨¢strofe sin precedentes de 1940 en Francia -que es mucho m¨¢s psicol¨®gica, aunque tambi¨¦n militar- con lo humillante de la ocupaci¨®n, y de haber sido liberados por norteamericanos y brit¨¢nicos. La iron¨ªa es que despu¨¦s de la guerra, Par¨ªs vuelve a ser la capital intelectual de Europa. ?Por qu¨¦? Porque Berl¨ªn est¨¢ muerta, porque el Este est¨¢ bajo el comunismo, Gran Breta?a es marginal, Espa?a est¨¢ bajo Franco, Italia est¨¢ recuper¨¢ndose de la Guerra Civil y del fascismo, Am¨¦rica est¨¢ a¨²n muy lejos... Y los intelectuales del Este, los americanos, los espa?oles disidentes van a Par¨ªs, y hay esta ilusi¨®n que se cultiva entre los intelectuales parisienses -muy poderosos- de que Francia es, de nuevo, un pa¨ªs distinto, ni comunista ni angloamericano, una tercera v¨ªa. La consecuencia fue una absoluta ceguera sobre lo que pasaba en el Este. A eso hay que a?adir esa idea de que las personas que saben, porque lo han visto o sufrido, son malos testigos por definici¨®n: si has experimentado el comunismo, ya no eres objetivo a la hora de hablar, porque lo has sufrido, porque eres una v¨ªctima. "No escuch¨¦is a los que gritan socorro, porque no saben de lo que hablan". En la medida en que eres v¨ªctima, no eres fiable.

P. ?Hay alguna conexi¨®n entre esto y la corriente intelectual europea antiamericana?

R. El antiamericanismo era, en algunos pa¨ªses, m¨¢s fuerte entre intelectuales y artistas que entre las masas. No fue s¨®lo la humillaci¨®n de la liberaci¨®n o del Plan Marshall, sino la visi¨®n de Am¨¦rica: todo lo que era intranquilizador sobre el futuro -la industrializaci¨®n, la modernizaci¨®n, la velocidad, la p¨¦rdida de las certezas-, de alguna manera estaba simbolizado por Am¨¦rica. No ten¨ªa que ver con la derecha o la izquierda; la extrema derecha fue muy antiamericana, porque cre¨ªa que Am¨¦rica eran los jud¨ªos y el cosmopolitismo y la amenaza a las identidades nacionales... y despu¨¦s de la guerra, lo fue la izquierda. No era tanto pol¨ªtico como cultural, y se trataba del miedo al cambio. Aunque la guerra lo trastorn¨® todo, muchos de los h¨¢bitos culturales de los a?os veinte estaban a¨²n presentes en Europa en los a?os cuarenta y cincuenta, y uno era esta visi¨®n de Am¨¦rica como un lugar extra?o, ajeno.

P. El viejo orden concluye con Mija¨ªl Gorbachov, con la ca¨ªda del muro. ?Los que viv¨ªan al otro lado se imaginaban algo as¨ª?

R. Yo iba a Europa del Este en los ochenta con una organizaci¨®n dedicada a llevar ilegalmente libros a Checoslovaquia. Conoc¨ª a optimistas y pesimistas, pero nadie ten¨ªa expectativas de un cambio inmediato. Su gran esperanza era que Gorbachov ayudara a reformar a los comunistas en Hungr¨ªa o que los comunistas polacos llegaran a alg¨²n acuerdo con Solidaridad.

P. ?C¨®mo se explica ahora la cat¨¢strofe de los Balcanes?

R. Muchos en Occidente cayeron en la ilusi¨®n de que Yugoslavia era un lugar de compromiso; la izquierda pod¨ªa creer que Tito hab¨ªa inventado, con ¨¦xito, un comunismo aut¨®nomo, y la derecha pod¨ªa pensar que era un r¨¦gimen comunista, pero occidental. Y todos tardaron mucho en enterarse de lo que pasaba; Tito -habl¨¢bamos de olvidar el pasado- hab¨ªa manejado muy bien la historia: la tragedia de la guerra, las masacres entre croatas y serbios... y ca¨ªmos en el sue?o de un Estado multicultural y multinacional. Luego, frente al problema de pol¨ªtica exterior y al reto moral del enfrentamiento, no hubo capacidad de respuesta colectiva. El Ej¨¦rcito yugoslavo y los paramilitares serbios podr¨ªan haber sido derrotados por una divisi¨®n de soldados brit¨¢nicos. Pero nadie tuvo la voluntad pol¨ªtica de hacerlo.

P. E intervinieron los norteamericanos...

R. Intervinieron en 1995, y lo que hicieron, insisto, es algo que brit¨¢nicos y franceses podr¨ªan haber hecho perfectamente. Desde el punto de vista bosnio o croata, fue doblemente catastr¨®fico: primero, Europa no hace nada, y despu¨¦s, Am¨¦rica tarda en llegar. No hab¨ªa una voz com¨²n europea que les dijera a los serbios que ten¨ªan que entregar a los criminales de guerra o que ten¨ªan que pactar. La historia que Europa se hab¨ªa contado a s¨ª misma desde 1945 hasta 1989, la historia de una nueva Europa basada en la paz, la cooperaci¨®n y las alianzas econ¨®micas, hac¨ªa muy dif¨ªcil imaginar una guerra, un conflicto con limpieza ¨¦tnica fascista. Por eso fue tan terrible.

P. ?De qu¨¦ cosas debe avergonzarse Europa?

R. Bueno, ya hemos hablado de una, Yugoslavia. Otra fue, durante mucho tiempo, el silencio sobre el pasado; si se hubiera parado el reloj en los a?os setenta, tendr¨ªamos mucho de lo que avergonzarnos. Otra m¨¢s: la paradoja, muy embarazosa, de que Europa occidental se reconstruy¨® con gran ¨¦xito en parte porque Europa oriental no estaba presente. Los intelectuales europeos tienen una gran responsabilidad por no haber reflexionado correctamente sobre el comunismo, igual que fracasaron en los a?os treinta con el fascismo, con lo que la divisi¨®n entre Este y Oeste es m¨¢s profunda de lo que tendr¨ªa que ser. Dir¨ªa que Europa occidental no supo reaccionar ni r¨¢pida ni entusi¨¢sticamente en 1989, y, como resultado, complic¨® durante un tiempo un proceso de integraci¨®n pol¨ªtica que deber¨ªa haber sido m¨¢s f¨¢cil.

P. ?Y la lista de las cosas de las que pueden enorgullecerse los europeos?

R. ?Oh, Dios m¨ªo! Un mont¨®n. Lo principal es que era impensable, en 1945, que las cosas fueran como fueron despu¨¦s. ?Cu¨¢les eran las perspectivas? Un probable retorno al fascismo en muchos pa¨ªses; porque era una respuesta obvia a las experiencias de la guerra, a las privaciones... Otra posibilidad era la implantaci¨®n del comunismo en Italia, quiz¨¢ en Francia, en B¨¦lgica... Y nadie pod¨ªa haber so?ado que Europa iba a recuperarse en menos de 50 a?os; algo inimaginable al contemplar el grado de destrucci¨®n econ¨®mica y moral de 1940 a 1945. Era muy dif¨ªcil recuperar la idea de civilizaci¨®n europea. Que Europa sea lo que es hoy es asombroso. Segundo, Europa ha logrado algo que ning¨²n otro grupo de pa¨ªses ha hecho: mantener las autonom¨ªas nacionales -el Estado espa?ol, el brit¨¢nico, el alem¨¢n-, dando al mismo tiempo aut¨¦ntico poder de iniciativa a organismos supranacionales.

P. ?Qu¨¦ errores de fondo, de los que no se habla lo suficiente, est¨¢ cometiendo Europa?

R. Creo que es un gran error que llevemos 25 a?os sin reflexionar en serio sobre las implicaciones de la inmigraci¨®n ni sobre las sociedades multiculturales y multirreligiosas. El resultado es que pol¨ªticos como Le Pen tienen mucho campo. Creo que es grave no haber reformado los sistemas educativos: tenemos grandes universidades con cientos de miles de estudiantes sin perspectivas de empleo y con t¨ªtulos devaluados. Y debo decir que mi generaci¨®n, la del baby boom, ha demostrado ser pol¨ªticamente desastrosa: tenemos pol¨ªticos de segunda o tercera categor¨ªa. Si se compara con la generaci¨®n posterior a la guerra mundial -y lo mismo ocurre aqu¨ª, en EE UU-, la diferencia es evidente. No tenemos l¨ªderes pol¨ªticos, en Europa o en Norteam¨¦rica, capaces de hablar de los desaf¨ªos actuales, y mucho menos de los futuros.

P. ?Cu¨¢les son esos retos?

R. Hablar¨¦ de dos. El Estado del bienestar fue un gran ¨¦xito europeo. La combinaci¨®n de prosperidad y seguridad se dio mejor en pa¨ªses peque?os y ricos como Holanda, Suecia o Dinamarca. Ah¨ª es donde la presencia de comunidades muy distintas -por el color de la piel, la religi¨®n, el idioma- es m¨¢s dif¨ªcil de asumir. El reto, para todos, es mantener las grandes virtudes del Estado del bienestar al tiempo que se incorpora a los inmigrantes, sin provocar el ascenso de pol¨ªticas antiinmigraci¨®n que capten al electorado de la derecha o de la izquierda. Es decir, Europa debe adaptar el Estado del bienestar a la inmigraci¨®n, redise?ar el Estado de bienestar sin hacer el juego al multiculturalismo extremo ni al nacionalismo, para reconstruirlo en sociedades mezcladas para las que no estaba pensado.

P. ?Y el segundo?

R. El segundo ser¨ªa fijar l¨ªmites a la expansi¨®n de Europa, la ¨²nica zona del mundo, con Israel, que no define sus fronteras. Es un conflicto, porque si defines las fronteras, vas a tener un problema con la gente que se queda fuera; pero si no las defines, vas a tener el problema en casa, porque el electorado, de Espa?a, de Francia o de donde sea, te va a decir: "Un momento, ?vamos a pagar dinero a los turcos, a los bielorrusos, a los ucranios, y ellos van a venir aqu¨ª y van a ocupar nuestros empleos?". Yo no tengo respuestas, y s¨¦ por experiencia -en Turqu¨ªa, en Macedonia, en otros lugares- que lo mejor que tiene Europa es la promesa de que va a llegar hasta ti. La diferencia entre EE UU y Europa es ¨¦sa: EE UU es un sue?o, el estilo de vida americano, pero tienes que ir all¨ª, es un sue?o individual, privado: te metes en un barco, en un avi¨®n, y vas a Am¨¦rica, y prosperas y eres libre, etc¨¦tera. Pero Europa... t¨² est¨¢s donde est¨¢s, y Europa te llega. Est¨¢s en Macedonia, en Serbia, en Turqu¨ªa, en Ucrania... y Europa llega: te haces europeo donde vives, es algo maravilloso. Pero tiene que haber un l¨ªmite.

P. ?D¨®nde est¨¢ ese l¨ªmite?

R. Hay que pensarlo y decidirlo, y entiendo que es algo terrible, porque los pa¨ªses que se queden fuera probablemente no tendr¨¢n posibilidades de convertirse en democracias estables, con lo que, aparte de lo que eso supone, nos estamos creando malos vecinos. Pero en alg¨²n momento hay que decir: Europa llega hasta aqu¨ª.