El instituto de Babel
574 alumnos de 41 nacionalidades convierten al Mil¨¤ i Fontanals de Barcelona en uno de los institutos con m¨¢s diversidad de nuestro pa¨ªs. Situado en el complejo barrio del Raval, sus profesores luchan a diario para que los alumnos puedan competir y no se conviertan en mano de obra barata y marginada
Nada m¨¢s llegar al instituto Mil¨¤ i Fontanals, cuando suena el timbre que marca el final de clase y las pulidas escaleras de terrazo rojizo se tapizan con una avalancha de alumnos de todos los or¨ªgenes, razas y religiones, uno se queda deslumbrado ante el espect¨¢culo. ?Qu¨¦ escenas! Un chino bromeando en catal¨¢n con un brasile?o y un ecuatoriano. Una sobria magreb¨ª con velo que cuchichea con una ecuatoriana de min¨²scula camiseta. Un grupo de paquistan¨ªes en busca del rezo o de un partido de cr¨ªquet (deporte que ha sustituido al f¨²tbol en el instituto). Un espa?ol encaramado a los hombros de un fornido eslavo. Diversidad cultural en directo.
Impactante. La primera prueba ha sido llegar hasta aqu¨ª; atravesar las sombr¨ªas callejas del Raval, el m¨ªtico barrio chino de Barcelona: portador del estigma de la prostituci¨®n, la hero¨ªna y la mala vida. Viejo territorio comanche. Hoy renaciendo. En su mismo coraz¨®n se cruzan las puertas de un edificio gris y azul; severo ejemplar de la arquitectura del franquismo de los cincuenta, al que no hace mucho arrancaron de la fachada el ¨¢guila preconstitucional. Planta grandiosa y estrechos interiores. Maravillosa luz natural y medios discretos. Un gimnasio de machacados aparatos de madera y cuero. Aulas del pasado. Todo bru?ido y precario. Como ese esqueleto que mora en una vitrina del departamento de Ciencias Naturales. 60 profesores; 574 alumnos de 41 nacionalidades, el 80% de origen inmigrante. "Esto es el Babel Mil¨¤", define un joven b¨²lgaro que desciende la escalera enlazado a su compa?era mexicana. Estudian bachiller. Son pareja.
Un oasis multicultural. El primer golpe de efecto. Pero a medida que pasan los d¨ªas y esos rostros an¨®nimos dejan de ser una gota perdida en la marea humana, y adquieren identidad y una historia que contar, se extrae otra conclusi¨®n: en el Mil¨¤ es un error quedarse en el color de la piel de los alumnos, en los saris de las paquistan¨ªes y los velos de las musulmanas, en el amplio abanico de acentos latinoamericanos. Es cierto, son 83 paquistan¨ªes, 67 ecuatorianos, 30 marroqu¨ªes, 24 filipinos, 24 dominicanos, 20 chinos, 17 colombianos, 15 banglades¨ªes, 13 bolivianos, 9 chilenos, 8 rumanos, 7 indios, 6 brasile?os. Hay moldavos, albaneses, argelinos, rusos y uzbecos. Conviviendo bajo el mismo techo. Algo que en Espa?a, un pa¨ªs con escasa experiencia en la integraci¨®n de inmigrantes, a¨²n sorprende. Pero el Mil¨¤ no es una pecera repleta de ejemplares ex¨®ticos que contemplar con la nariz pegada a su cristal. Hay que ir m¨¢s all¨¢ de la apariencia. Son, sobre todo, personas. Un centenar ya tiene pasaporte espa?ol. Espa?oles con rasgos orientales y que rezan a Al¨¢. La avanzadilla del futuro. "Esto no es un gueto, es riqueza", explica Joana Mengual, la optimista catedr¨¢tica de dibujo. "Aqu¨ª los alumnos aportan riqueza cultural y, al mismo tiempo, aprenden a vivir en un mundo diverso y plural, y eso les prepara mejor para la sociedad que se avecina que a los de car¨ªsimos colegios privados que nunca han tratado con alguien diferente a ellos".
Una muestra de los 500.000 chicos y chicas de origen extranjero que estudian en nuestro pa¨ªs. Diez veces m¨¢s que hace 10 a?os. Y al alza. M¨¢s del 80% en la escuela p¨²blica. No siempre son bienvenidos en la concertada, a¨²n monopolio de la Iglesia. A una manzana del Mil¨¤, las Escuelas P¨ªas albergan un 10% de extranjeros. La obligatoriedad de la religi¨®n cat¨®lica y el sobreprecio que hay que pagar suponen un freno para los inmigrantes. La mayor¨ªa acude a centros educativos estatales en los distritos m¨¢s desfavorecidos de nuestro pa¨ªs. Barrios de aluvi¨®n migratorio. Como el Raval. Como el Mil¨¤.
Aqu¨ª, un pu?ado de profesores lucha por sacar adelante a alumnos que llegan a Espa?a sin conocer nuestra lengua, que nunca han asistido a una escuela, que jam¨¢s han convivido con personas del otro sexo. Lo consiguen a base de voluntad. Y de improvisaci¨®n. No hay un m¨¦todo; la pr¨¢ctica. Inculcan conocimientos y tambi¨¦n valores democr¨¢ticos. Parten de menos cero. A veces superan el cinco. Un triunfo. No quieren que sus alumnos se conviertan en la mano de obra m¨¢s barata de este pa¨ªs. "En este instituto, nunca hablamos de fracaso escolar", describe Carmen, profesora de literatura, 30 a?os en el Mil¨¤. "Si consigues que un chico sea respetuoso, alegre, abierto, participativo, no has fracasado".
?ste es el relato de una semana en el instituto Mil¨¤ i Fontanals de Barcelona con las 640 personas que lo dan vida.
Lunes
Ramblas abajo hacia el puerto. Medio centenar de chicos y chicas entre 12 y 14 a?os abandonan a pie el Mil¨¤ para una excursi¨®n en golondrina: las t¨ªpicas barcazas tur¨ªsticas de Barcelona. Les acompa?an Mireia, Rub¨¦n, Teresa, Adolf, Sim¨®n, Miquel. Docentes de la nueva y vieja guardia. Los cincuentones que hicieron la transici¨®n mezclados con la generaci¨®n que no conoci¨® a Franco. Todos son pioneros en trabajar con inmigrantes. Han aprendido sobre la marcha. A los profesores j¨®venes a¨²n les sorprende el entusiasmo de los m¨¢s viejos. "Es gente que trabaj¨® en su d¨ªa con alumnos muy buenos, y ahora est¨¢n con lo m¨¢s bajo de la sociedad y no se les caen los anillos. Es gente con vocaci¨®n, y los alumnos tienen mucha suerte de estar aqu¨ª", describe Miquel, un joven ingeniero que un d¨ªa apost¨® por la docencia. Y es feliz.
Elegantes paquistan¨ªes vestidas con saris color pastel y revoltosos adolescentes sin nacionalidad definida. Una caribe?a con rastas. Un magreb¨ª pedig¨¹e?o. Su ropa es similar. C¨®moda. Marcas baratas. Hay bromas y empellones entre marroqu¨ªes, dominicanos y catalanes. Correctos modales de los chinos con los ojos siempre muy abiertos. Contrabando de chucher¨ªas. La palabra m¨¢s repetida es "?profeeeee!".
La primera que aprenden. Muchos no saben ni el alfabeto cuando llegan a Espa?a; otros, s¨ª, los latinoamericanos. Para todos, el Mil¨¤ es su primer contacto fuera de su comunidad y su familia. "Lo superan todo, no hay como tener 13 a?os. Da gusto verles aprender. Es gratificante", dice Teresa. Lo confirma Adolf, profesor de gimnasia: "Son m¨¢s respetuosos que los ni?os de clase acomodada. No hay violencia. No hay racismo. Te respetan y valoran. Es gente que nunca ha tenido nada. No te consideran un empleado de pap¨¢".
La caravana multicolor bordea Col¨®n. Los turistas se quedan mirando. Disparan sus c¨¢maras. Habla Rub¨¦n, profesor de acogida: "Ir andando supone sacarles del barrio, del gueto. Les muestra otra ciudad, otra realidad. Es abrirles al mundo. Sus madres nunca han salido del Raval. Y lo que es peor: nunca saldr¨¢n. Est¨¢n aisladas. Deprimidas. Esta generaci¨®n ser¨¢ distinta. Ya tenemos alguna paquistan¨ª estudiando ingenier¨ªa, y marroqu¨ªes en medicina". Contin¨²a Mireia, psicopedagoga: "Nuestro nivel ser¨¢ bajito, pero ganar¨ªamos a cualquier colegio de Barcelona en respeto y tolerancia. Y en cualquier caso, que sean peluqueras o lampistas. Pero que no les pongan a trabajar a los 16 a?os".
Hoy, a las ocho de la ma?ana, ya estaba como un clavo en la puerta del instituto la directora, Roser Reynal. Controlando. Su aut¨¦ntica obsesi¨®n cuando accedi¨® a la direcci¨®n, hace un par de a?os. Quer¨ªa, junto al equipo de profesores que apoy¨® su candidatura, resucitar el prestigio de un instituto que agonizaba desbordado por la inmigraci¨®n. Lo est¨¢ consiguiendo. "Estamos logrando alumnos competitivos, aunque hay que empezar a equilibrar el porcentaje de inmigrantes con la concertada". Reynal conoce a todos sus alumnos. No es la ¨²nica. Los tutores tienen contacto habitual con cada familia. "Somos una gran familia".
"Me da miedo que usted pueda pensar que un centro de este tipo, con una inmensa mayor¨ªa de inmigrantes, es un caos. De ninguna manera. En el Mil¨¤, la disciplina es taxativa. Tolerancia, pero con rigor. Normas. Educar es combinar libertad y responsabilidad. Que los chicos y chicas sepan las consecuencias de sus actos. Si no, ser¨ªa una locura dirigir un centro de estas caracter¨ªsticas. Porque estamos abiertos a todos. No vetamos a nadie. Somos ense?anza p¨²blica, gratuita, laica, democr¨¢tica, integradora; que busca la igualdad de sexos y la compensaci¨®n de las desigualdades. Nuestra misi¨®n es que estos chicos est¨¦n en igualdad de condiciones con los que estudian en los jesuitas de Sarri¨¤. Y hasta que eso no ocurra, no habr¨¢ integraci¨®n ni igualdad de oportunidades. La verdadera igualdad viene a trav¨¦s de la formaci¨®n".
Mientras desgrana su ideario, Roser Reynal recorre los soleados pasillos. A su paso concluyen las grescas de quincea?eros. Alerta a los infractores por su nombre. Se sabe la historia de cada uno. Detr¨¢s de cada alumno conflictivo suele haber una familia desestructurada. La jefa de estudios lo sabe bien. Las profesoras son mayor¨ªa. Y mandan. Mucho. Algo que los musulmanes al principio no aceptan. Y menos a¨²n sus padres. "Cuesti¨®n de tiempo". Reynal lleg¨® al Mil¨¤ hace 26 a?os. Como toda una generaci¨®n de profesores. Compa?eros de viaje de la izquierda. A¨²n era aquel instituto prestigioso al que confiaba sus hijos la progres¨ªa acomodada catalana y las familias de la inmigraci¨®n interior que aspiraban al ascenso social. Dirigido por viejos catedr¨¢ticos. Con multitud de actividades. Recuerdan con nostalgia el dinamismo de los padres. La implicaci¨®n del movimiento vecinal. A finales de los a?os ochenta, todo comenzar¨ªa a cambiar. A estos profesores les iba a tocar bandear los nuevos tiempos.
Martes
Bei Zeng es china, tiene 13 a?os y lleva menos de uno en Espa?a. En el Mil¨¤ fue enviada directamente a un Aula de Acogida, una clase de 15 alumnos donde los extranjeros reci¨¦n llegados aprenden un rudimento de nuestra lengua y valores. Un mecanismo que hace seis a?os no exist¨ªa. "Antes cog¨ªas a cada nuevo alumno extranjero por separado y trabajabas con ¨¦l lo que pod¨ªas. Sin gran ¨¦xito". Por este modelo de aulas de integraci¨®n pasaron el a?o pasado en Catalu?a 4.000 alumnos.
Bei Zeng permaneci¨® en acogida hasta que aprendi¨® el suficiente espa?ol para incorporarse al curso que le correspond¨ªa por edad. Lo ha conseguido en pocos meses. Est¨¢ en primero de ESO. Es una locomotora. Inquieta y aficionada a las matem¨¢ticas. Llegar¨¢ adonde quiera, o adonde la dejen. Hoy, a media ma?ana, su grupo tiene dibujo con Joana Mengual. Una clase, como todas las del Mil¨¤, con menos de 20 alumnos. Como todas las del Mil¨¤, un crisol de razas. Aunque ya suponga una tarea dif¨ªcil descubrir el origen de cada alumno. Pongamos, por ejemplo, Wajwa, esa ni?a que conjunta con coqueter¨ªa su velo musulm¨¢n con el resto de su atuendo. Sorpresa: es espa?ola. ?Y esa alumna rubia de atuendo a la ¨²ltima? Marroqu¨ª.
Quiz¨¢ el mayor choque cultural de los alumnos y las alumnas (especialmente musulmanes) cuando llegan a Espa?a es comprender el papel que ocupa la mujer en nuestra sociedad. La igualdad. Algo por lo que se lucha en el Mil¨¤. "En su casa, dentro de su comunidad, la mujer puede tener un papel secundario, pero aqu¨ª todos somos iguales. Y las chicas sacan mejores notas", explica Mengual. "Es un primer paso. Incluso hemos logrado que estudien, en contra de la opini¨®n de sus padres. Para ellos no es f¨¢cil. Algunas comunidades se enfrentan en este instituto a situaciones que hacen temblar los cimientos de su cultura. Hace unos meses, un grupo de sanitarios les explic¨® c¨®mo utilizar el cond¨®n. Imagine la reacci¨®n de algunos padres?".
Otro profesor recuerda a un grupo de padres musulmanes que se mostr¨® contrario a que sus hijas fuesen a una excursi¨®n del colegio junto a los chicos. "Decidimos que era obligatorio. Y vinieron. ?Todas! Y la escena de las ni?as haciendo tirolina con sari y velo no la cambio por nada".
"Es cierto, vienen con sari y velo, y piensan lo que piensan sus padres. Pero est¨¢n viniendo a clase, y eso es lo importante. Si estudian, nada ser¨¢ lo mismo para ellas", explica Jos¨¦ Velasco, profesor de ingl¨¦s. "Muchas de estas chicas se enfrentar¨¢n a sus padres; como hizo la generaci¨®n de espa?olas de los a?os sesenta y setenta. Y habr¨¢ una ruptura. Es inevitable. Se han escapado del control comunitario. Y esto es como con la religi¨®n: un ambiente secularizado, seculariza".
La confirmaci¨®n de este discurso llega minutos m¨¢s tarde. Durante un debate en una clase de segundo de ESO, Samrana, una paquistan¨ª, envuelta en un sari azul, remacha su convencimiento de la igualdad entre hombres y mujeres. "?Superior el hombre? ?sas son cosas antiguas".
La direcci¨®n del instituto, estricta en cuesti¨®n de atuendo y que ha vetado gorras, m¨®viles y mp3 en las aulas, afirma que nunca se ha planteado regular el uso del velo: "Es un hecho cultural-religioso y no tenemos nada que opinar". Sin embargo, a veces surgen problemas en torno a ¨¦l. Una profesora recuerda el d¨ªa que prohibi¨® a un grupo de dominicanos entrar en clase con gorras de b¨¦isbol y gafas de sol. "Uno se sublev¨® y me pregunt¨® muy gallito por qu¨¦ 'las moras' pod¨ªan llevar velo y ellos no llevar gorra. Hubo insultos. No sab¨ªa qu¨¦ hacer. Unos d¨ªas despu¨¦s organic¨¦ una fiesta. Ellas se quitaron el velo y bailaron una sensual danza de la melena. Y ellos pusieron reaggeton. Lo pasaron de miedo. Y firmaron la paz".
Clase de literatura de segundo de bachiller. La ¨²ltima etapa antes de acceder a la universidad. En estos ¨²ltimos cursos de secundaria se invierte la tendencia general: abundan los espa?oles y menudean los extranjeros. S¨®lo tres de cada diez inmigrantes acceden al bachillerato y los ciclos formativos. La mayor¨ªa comienza a trabajar a los 16 a?os. Y muchas chicas se quedan en casa. "Los padres temen que se corrompan".
Es apasionante asistir a las explicaciones de Francisco Puig, un cl¨¢sico del Mil¨¤. En 45 minutos desgrana a Garc¨ªa M¨¢rquez y Cervantes, a Lorca, Faulkner, Vargas Llosa y Cort¨¢zar. Repasa la novela contempor¨¢nea. Y relata el fracaso de los comunistas en Mayo del 68. Su exposici¨®n es de alt¨ªsimo nivel. Aunque sus alumnos no paren de bostezar. Al final de la clase da su opini¨®n: "Hay que exigirles, no se puede igualar a los alumnos a base de bajar el list¨®n".
Francisco y su mujer, Teresa, que dirige la biblioteca, pertenecen a esa generaci¨®n de profesores que se ha dejado la vida en estos suelos color ocre. Les toc¨® torear con la reforma de la Ley Org¨¢nica General del Sistema Educativo. Alumnos m¨¢s j¨®venes y menos motivados. Conflictivos. Lo pasaron mal. En 1994 comenzaron a llegar inmigrantes. Eran ¨¢rabes sin escolarizar. Y los prestigiosos docentes tuvieron que adaptarse a la nueva situaci¨®n. Dar clase a chicos que no quer¨ªan ir a clase. Que no conoc¨ªan nuestro idioma. Y el porcentaje de extranjeros iba aumentando. Mientras, los espa?oles sacaban a sus hijos del centro. Dec¨ªan que los inmigrantes rebajaban el nivel. Puro racismo. Aquellos comienzos fueron terribles. "Cada curso dec¨ªamos: a ver qu¨¦ nos llega este a?o". Tuvieron que reinventarse. Abandonar su papel de educadores convencionales, que daban su clase y hasta el d¨ªa siguiente, para implicarse; convertirse en educadores, m¨¢s preocupados por las necesidades sociales de sus alumnos que por un resultado acad¨¦mico inmediato. Con el tiempo lo consiguieron. Ahora es el momento de pasar a la siguiente fase. A competir con los mejores colegios.
Mi¨¦rcoles
Cuando se pregunta a los chicos y chicas de un grupo de segundo de ESO cu¨¢l es su ¨ªdolo, la divisi¨®n por comunidades es radical. Para los paquistan¨ªes, el actor Sharuk Khan; para los dominicanos, el jugador de la NBA Carmelo Anthony; para los ecuatorianos y colombianos, Shakira. Y as¨ª sucesivamente.
Detr¨¢s de estas respuestas inocentes se encuentra una orgullosa reivindicaci¨®n de sus or¨ªgenes. Lo ¨²nico que les queda. Algunos profesores recuerdan la proliferaci¨®n de velos tras el 11-S. Y el comentario de un alumno tras los atentados del 11-M: "Hemos sido nosotros".
Para ellos, emigrar no ha sido f¨¢cil. No lo han elegido. Se han visto arrastrados. Arrancados de su ambiente. La marcha ha supuesto una ruptura y la llegada a un pa¨ªs que no comprenden. Que no les acepta. Que les cuelga el cartel de delincuentes. Y en el que son considerados extranjeros incluso cuando ya han conseguido el pasaporte espa?ol. "Queremos volver a nuestro pa¨ªs", es su respuesta generalizada.
"Una reacci¨®n muy corriente a los 13 a?os; luego, a partir de cuarto, ya tienen m¨¢s v¨ªnculos afectivos en Espa?a y dividen su afecto entre aqu¨ª y all¨ª. Despu¨¦s llegar¨¢n a un punto de no retorno", explica Jos¨¦ Velasco, su profesor de ingl¨¦s. "La tragedia es que les ocurra como a los magreb¨ªes en Francia: que no se sienten ni de aqu¨ª, ni de all¨ª. Pero si logramos que se sientan de aqu¨ª, ser¨¢ el primer paso para su integraci¨®n".
Algo que no siempre ocurre. El a?o pasado, el instituto organiz¨® una excursi¨®n a Francia. Muchos alumnos no pudieron ir. No ten¨ªan sus papeles en regla. No pod¨ªan salir de Espa?a. Lo pasaron mal.
La denominada Aula Abierta es una de las apuestas del Mil¨¤ para dar una respuesta personalizada a alumnos con necesidades educativas diferentes. Con problemas de seguimiento y atenci¨®n. En el instituto ya hay dos clases de este tipo. Victoria est¨¢ al frente de una. Proyecta en su discurso optimismo y determinaci¨®n. Entusiasmo. Su estilo pedag¨®gico es una mezcla de autoridad y ternura. Su clase es diferente: aislada, abierta, serena. Basada en la interacci¨®n y el di¨¢logo. "Aqu¨ª todas las normas est¨¢n pactadas. Buscamos su autonom¨ªa y autoestima. Trabajamos los contenidos de primero y segundo de ESO, pero con otro ritmo y otro m¨¦todo". Uno de sus alumnos, Luis, un dominicano que se define como "un Eto'o pobre", afirma que le gusta esta clase "porque se puede hablar con libertad y tranquilidad".
Son doce chicos y chicas. Trabajan a diario en torno a una mesa redonda. Se ven las caras. Hay marroqu¨ªes, banglades¨ªes, dominicanos y colombianos. Algunos proceden de familias desestructuradas, otros no han estudiado en su vida. Puede darse el caso de que alguno tenga un problema biol¨®gico. O sea conflictivo. Pero aqu¨ª son todos iguales. Combinan asignaturas. Cuidan las plantas de todo el instituto. Y estudian, por ejemplo, joyer¨ªa, una materia a trav¨¦s de la cual aprenden geometr¨ªa, historia, dibujo, arte y arquitectura. Cuando llegue el momento ser¨¢n enviados a un aula normal.
"Conseguir esto ha sido una larga batalla", recuerda Victoria. "Cuando empec¨¦, hace seis a?os, me dejaron sola en un cuchitril. Ahora tenemos este espacio, ordenadores; contamos con psicopedagogos y la total colaboraci¨®n de los compa?eros. Es un paso adelante".
?Necesitan los inmigrantes un trato especial? Los expertos opinan que no, que es relativamente sencillo sacarles adelante. Una cuesti¨®n de medios. Que los problemas de lenguaje, nivel de conocimientos y diferencias culturales no son insalvables. Que la lengua se aprende, el retraso escolar se supera y, al poco tiempo de su llegada, sus costumbres no difieren de las de un chico espa?ol.
"Es cuesti¨®n de conocer la realidad de la que viene el ni?o, darle una educaci¨®n personalizada, dedicarle tiempo y no humillarle", afirma Carmen. "Y poco m¨¢s. Porque, en lo esencial, todas las personas somos iguales".
Tiempo y energ¨ªa. Dedicaci¨®n. Algo que le sobra a Josep Camprub¨ª, profesor de ciencias naturales. Guarda como incunables los carteles que ha confeccionado durante a?os y que peri¨®dicamente cuelga en el vest¨ªbulo del Mil¨¤. Son una mezcla de arte, informaci¨®n y divulgaci¨®n. En ellos est¨¢ explicado el sida a trav¨¦s de la muerte de Nureyev, y el peligro de las bandas juveniles con im¨¢genes de La naranja mec¨¢nica. Tambi¨¦n est¨¢n tratados visualmente los riesgos de conducir bajo los efectos del alcohol; la droga, el racismo, el fascismo. Es su particular manera de educar. "Todo est¨¢ por hacer y todo es posible".
Jueves
Tampoco hay que equivocarse. El Mil¨¤ no es el para¨ªso. S¨®lo hay que contemplar a los profesores sudando por hacerse entender en una clase de acogida, el derrotismo de alg¨²n docente, el agotamiento de los tutores que se llevan a casa los problemas de los chicos, el absentismo de muchos alumnos o la desierta asociaci¨®n de padres, a cuya reuni¨®n s¨®lo han acudido hoy tres de los 574 convocados. No tienen tiempo.
O asistir a una clase conflictiva. Por ejemplo, un grupo de primero de ESO. En pocos minutos se comprende la inmensa tensi¨®n a la que se ve sometido esta profesora de lengua. El total desinter¨¦s de sus 17 alumnos. Dos ni?as magreb¨ªes se comunican a voces de un lado al otro del aula en ¨¢rabe, un dominicano se columpia en su silla, un espa?ol gracioso no para de interrumpir. Es imposible seguir las explicaciones. La profesora reparte castigos para todos. "Luego te quedas a copiar esto 50 veces". Ni por ¨¦sas. Abandona la clase agotada.
?Perciben los docentes diferencias de aprendizaje entre unas nacionalidades y otras? S¨ª. Pero no las achacan a un hecho gen¨¦tico, sino educacional y ambiental. "Es cierto que los latinos llegan con un nivel m¨¢s bajo", explica un profesor, "pero es que normalmente viene primero a Espa?a la madre y les deja solos en su pa¨ªs. Y les env¨ªa dinero. Y all¨ª, con los abuelos, sin ninguna autoridad y con el bolsillo lleno, pasan del colegio y llegan aqu¨ª con muchos problemas. El caso de los paquistan¨ªes y los chinos es distinto: viene toda la familia. Adem¨¢s, tienen un nivel m¨¢s alto de ingl¨¦s, matem¨¢ticas y geograf¨ªa".
El b¨¢lsamo tras la accidentada clase de lengua la proporciona Meritxell y el grupo de la ESO del que es tutora, al que reta a un debate sobre el acoso en las aulas en el peque?o huerto del instituto: "Vamos a debatir como hac¨ªan los romanos, en este lugar tranquilo, con ¨¢rboles y agua, que nos invite a reflexionar". De esta puesta en com¨²n saldr¨¢ que el chico m¨¢s avasallador de la clase, un espa?ol, fue machacado por sus compa?eros cuando lleg¨® al instituto. Ahora ¨¦l ondea la bandera del acoso.
Otro momento beat¨ªfico se vive en la galer¨ªa de la planta baja, que un grupo de cuarto est¨¢ decorando reproduciendo mosaicos de Gaud¨ª. Dibujan en silencio. Cada uno frente al espacio de pared que tiene asignado. El trabajo de algunos es exquisito, como el de Shumaila, de Pakist¨¢n. Para la profesora de dibujo, "la cuesti¨®n no es que pinten, sino que sientan el instituto como algo propio; que lo cuiden, que est¨¦n orgullosos de ¨¦l".
Viernes
Hoy no es Sant Jordi, pero se celebra Sant Jordi en el Mil¨¤. La fiesta grande del instituto. Musical y literaria. Con canciones, libros y rosas. La platea del destartalado teatro est¨¢ repleta de alumnos. Las paquistan¨ªes se han puesto sus mejores saris y joyas; las latinas, sus vaqueros m¨¢s sugerentes.
El coro m¨¢s multicultural de la historia ataca tonadas catalanas; el siguiente turno es para los flautistas, que destrozan el Himno a la alegr¨ªa y Chiquitita. Despu¨¦s, una discreta orquestina. Salva, el joven profesor de m¨²sica, se desga?ita. Lo que importa es la voluntad. Y a sus alumnos les sobra.
Una imagen que poco tiene que ver con aquella que ofrec¨ªa un nodo de 1952, durante la inauguraci¨®n del instituto. Misa. Uniformes. Togas y birretes. Y una frase restallante del ministro del ramo: "La ense?anza secundaria es la m¨¦dula de nuestro sistema educativo".
Lo sigue siendo. Aunque los tiempos han cambiado. Rub¨¦n, un profesor de acogida, expone su concepci¨®n de lo que debe ser la educaci¨®n en un instituto en el que el 80% de los alumnos es de origen inmigrante: "Lo importante no es obsesionarse por la integraci¨®n, ¨¦se no es el camino; el camino es la educaci¨®n multicultural. Integrarte supone amoldarte al sistema y olvidar tu cultura aut¨®ctona. Lo han intentado en Francia y ha sido un desastre. Lo importante es reconocer la diversidad, que es enriquecedora; que todos conozcan la cultura de todos y, a partir de ah¨ª, construir un sistema educativo basado en la ra¨ªz com¨²n de los derechos humanos".
Unos minutos m¨¢s tarde, todo el instituto posa en el patio ante la c¨¢mara de Joan Tom¨¢s. Con sus saris, sus velos, sus piercing y sus camisetas de f¨²tbol y la NBA. Lo m¨¢s importante son sus rostros. El Mil¨¤ nos ofrece la mejor de sus sonrisas. Tras el disparo, el fot¨®grafo aplaude a los alumnos y profesores con los brazos en alto. Ellos estallan en una ovaci¨®n. Es un momento irrepetible.
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