Un gol portugu¨¦s
He le¨ªdo que la selecci¨®n espa?ola parti¨® hacia Alemania en medio de la mayor indiferencia, aunque en Leipzig tuviera consigo al Pr¨ªncipe de Asturias, al eterno Manolo y a millares de adeptos que vieron a su equipo realizar, contra Ucrania, la que hasta ahora ha sido la mejor exhibici¨®n de este Mundial. Aqu¨ª, en Portugal, todos hemos estado con nuestra selecci¨®n. Y ella entra en nuestra casa a toda hora. En la cerveza, en el caf¨¦, en el queso, en el bacalao, en el tinto y en el blanco; no hay producto de consumo habitual que no traiga consigo a la selecci¨®n. Tanto entusiasmo lusitano y tanta moderaci¨®n espa?ola sorprender¨ªan ciertamente a don Miguel de Unamuno, que, en su incomparable Por tierras de Portugal y Espa?a, afirma que los portugueses son "un pueblo triste y tr¨¢gico" al que le "gusta apoyar los codos en la nostalgia y mirar al pasado". A?ade que hay que desconfiar de un pueblo as¨ª, capaz, de repente, de lanzar las tristezas al aire y con ellas tiran¨ªas y opresiones. Ha acontecido en algunas ocasiones y, como muestra, el 25 de abril portugu¨¦s anticip¨® la transici¨®n democr¨¢tica en Espa?a.
Para cantar, para escribir, para jugar al f¨²tbol, hace falta llegar "al tronco negro del fara¨®n"
Se me ocurre la idea, tal vez absurda, de que las manifestaciones de patriotismo a la vuelta de las selecciones podr¨ªan ser una respuesta instintiva a una globalizaci¨®n descontrolada que tiende a diluir identidades, uniformar comportamientos e imponer la hegemon¨ªa de los patrones dominantes. Nadie quiere perder el sentimiento de pertenencia ni disolverse en el mercado global. No cabe duda de que el f¨²tbol es cada vez m¨¢s una actividad sometida, entre otras cosas, a las grandes marcas. Hay jugadores cuya titularidad s¨®lo se explica por razones comerciales. El f¨²tbol no escapa a la ley del mercado. Parad¨®jicamente, sin embargo, la televisi¨®n, que es uno de los instrumentos de homogeneizaci¨®n cultural, al llevar el Mundial a todas partes contribuye en cierto modo a la afirmaci¨®n de la diversidad y la diferencia. Al globalizar el f¨²tbol, el Mundial, transmitido por televisi¨®n, produce un efecto contrario al de la globalizaci¨®n homogeneizadora. Por m¨¢s que las ¨¦lites se olviden de las ra¨ªces, para los pueblos, aunque sea instintivamente, el f¨²tbol, considerado a veces -en palabras de un intelectual franc¨¦s- "el lugar terrible en el que se exprime todo lo m¨¢s descaradamente est¨²pido que tienen las multitudes", funciona como un factor de reidentificaci¨®n. Gracias al Mundial y a su teledifusi¨®n, los pueblos, a trav¨¦s de sus selecciones, afirman su nombre y su identidad.
A cada uno, sus espa?oles, dijo una vez el general De Gaulle en un contexto que es mejor no recordar. Uno de mis espa?oles preferidos es el cantaor de flamenco Manuel Torres, del que habla Rafael Alberti en sus Memorias. Dec¨ªa ¨¦l que para cantar flamenco "hace falta llegar al tronco negro del fara¨®n". No me pregunten qu¨¦ quiere decir. Es una met¨¢fora extraordinaria y creo que nadie ha definido mejor la inspiraci¨®n. Para cantar, para escribir, para jugar al f¨²tbol, para todo hace falta llegar en ciertos momentos "al tronco negro del fara¨®n". Yeats, el gran poeta irland¨¦s, dec¨ªa que se puede preparar un discurso como quien hace un poema. Lo mismo se puede decir respecto al f¨²tbol. Maradona, por ejemplo. Bailaba el tango con el bal¨®n, hab¨ªa acordes de Piazzola en sus fintas y en sus regates rug¨ªa a veces uno de los tigres de Borges, a quien tal vez no le gustase el f¨²tbol. O Di Stefano, que jugaba como quien escribe. O Garrincha, que regateaba como quien baila samba. O Eusebio, que ten¨ªa una gacela y todos los ritmos de ?frica en cada pierna. Ojal¨¢ Figo, Deco, Pauleta, Ronaldo y compa?¨ªa lleguen en el pr¨®ximo partido con Ir¨¢n al "tronco negro del fara¨®n". Porque el pueblo necesita alegr¨ªa. Inspiraci¨®n en el f¨²tbol, inspiraci¨®n en la vida. Un poco m¨¢s de poes¨ªa. Y un gran gol portugu¨¦s.
Manuel Alegre es diputado del Parlamento portugu¨¦s y poeta.
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