Vejaci¨®n
En el Parlament de Catalu?a est¨¢ prevista, para ma?ana, 22 de junio, la discusi¨®n de una proposici¨®n de ley de Esquerra Republicana con vistas a la abolici¨®n de las corridas de toros. La legitimidad de la moci¨®n estribar¨ªa en ¨²ltima instancia en que tal espect¨¢culo supondr¨ªa un da?o gratuito a animales dotados de sistema nervioso central y que, en consecuencia, deber¨ªan ser parcialmente homologados en derecho a los humanos. Hasta aqu¨ª todo convencional, se est¨¦ o no de acuerdo con los presupuestos filos¨®fico-cient¨ªficos en los que se basa la moci¨®n. Sin embargo, la cosa cambia de tono cuando, a fin de arrastrar a los tibios, el redactor carga la suerte trayendo a colaci¨®n el argumento de que "estudios recientes" habr¨ªan mostrado que "la violencia hacia los animales tiene a menudo una relaci¨®n directa con otras formas de violencia hacia miembros de la sociedad, percibidos por los agresores como m¨¢s d¨¦biles, como pueden ser las mujeres, los ni?os, los mayores o las personas inmigradas" (sic).
Obviamente, los toreros y espectadores formar¨ªan parte de estos potenciales abusadores, de ah¨ª la urgencia de la moci¨®n (que tiene como ¨²nico objeto prohibicionista las corridas de toros). No se especifica si los propensos a estos comportamientos lo hacen en raz¨®n de alg¨²n determinismo social, y eventualmente gen¨¦tico, que les privar¨ªa de discernimiento, o si bien es con plena lucidez y percepci¨®n de las fronteras morales que son atravesados por tales pulsiones agresivas.
?Presenta el autor de la moci¨®n alg¨²n documento en apoyo de su tesis? Ninguno. Y sin embargo lo que se aventura es grav¨ªsimo. Pone en entredicho la integridad moral de aquellos a los que se designa, su dignidad de ciudadanos, y es, en consecuencia, radicalmente vejatorio. Vejatorio, en primer lugar, para las decenas de millones de personas que (desde la Camarga francesa a los Andes) asisten a corridas de toros. Y vejatorio por extensi¨®n para los que -sin haber pisado jam¨¢s una plaza de toros, ni tener la menor intenci¨®n de hacerlo- estiman que cabe ser amigo de uno de esos seres que el redactor de la citada moci¨®n presenta como potencialmente abusones, maltratadores, racistas, machistas (?qu¨¦ hacemos con las mujeres aficionadas?).
El mismo d¨ªa, otro grupo presenta una segunda moci¨®n mucho m¨¢s radical en el espectro de lo que propone abolir (ya que incluye los llamados "correbous"), pero que no trasciende los l¨ªmites de las defensas de convicciones morales o pol¨ªticas, no ofende a quien no comparte los argumentos de fondo esgrimidos. Mas en lo referente a la primera moci¨®n citada, es simplemente escandaloso que una proposici¨®n de ley (con potencial peso en el destino social, pol¨ªtico y cultural de un pa¨ªs) incluya una referencia tan directamente ofensiva. Quien haya redactado dicho p¨¢rrafo, hace no s¨®lo un flaco servicio a la causa de la convivencia c¨ªvica entre los ciudadanos de Catalu?a, sino tambi¨¦n al ideario pol¨ªtico que anima a su propia organizaci¨®n. Su lectura provoca la sospecha de que la empat¨ªa con los animales es aqu¨ª pretexto para un ajuste de cuentas de otro orden, es decir, mera coartada, adornada con obviedades de tipo cient¨ªfico.
Nos repiten una y otra vez que compartimos con otros animales una enorme parte de la secuencia gen¨®mica codificadora de prote¨ªnas, cosa que cualquier estudiante de bachillerato sabe. Mas si de verdad se trata de extraer las consecuencias jur¨ªdicas del objetivo grado de coincidencia que hay entre animales y humanos, hay que recordar asimismo el hecho indiscutible de que "peque?as" diferencias en la estructura y funci¨®n del cerebro, as¨ª como en la parte del genoma no codificadora de prote¨ªnas, pueden tener enormes consecuencias. Concretamente en la formaci¨®n de lo que ciertos neurofisi¨®logos denominan conciencia secundaria, caracterizada por el pensamiento abstracto y el lenguaje.
Las corridas de toros se mueren pr¨¢cticamente solas en Barcelona, a menudo por razones intr¨ªnsecas a la tauromaquia. Abolirlas legalmente equivale a derribar puertas abiertas. Cuenta, me dir¨¢n, el aspecto formal de equiparar la ordenaci¨®n jur¨ªdica a la exigencia ¨¦tica de proteger a los animales. ?No es tambi¨¦n urgente superar el esc¨¢ndalo de que un gato parisino sea para el mercado un consumidor m¨¢s interesante que una familia entera humana de Mal¨ª? Ambas causas son compatibles, se me responder¨¢. De acuerdo, siempre que no se proceda a una inversi¨®n de jerarqu¨ªa en las urgencias. Pues la defensa de la naturaleza (animal en particular) s¨®lo tiene peso ¨¦tico si surge como corolario de la defensa general del ser humano. Nunca al rev¨¦s.
V¨ªctor G¨®mez Pin es catedr¨¢tico de la UAB.
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