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EL ARTISTA se convirti¨® en h¨¦roe romancesco a comienzos del siglo XIX o, si se quiere, justo en el arranque de nuestra ¨¦poca. Antes, durante el Antiguo R¨¦gimen, era todo lo m¨¢s un criado distinguido, como toda la tropa de lo que hoy llamamos intelectuales, sean fil¨®sofos, cient¨ªficos o escritores, si bien los artistas pl¨¢sticos en un eslab¨®n inferior a ¨¦stos en la medida en que sus servicios eran comparativamente m¨¢s modestos o m¨¢s superfluos. En todo caso, en la mitificaci¨®n de los artistas, intervinieron muy activamente los escritores y, en especial, otros advenedizos, los novelistas, que se fijaron en ellos por su menor potencial comercial, lo que entonces equival¨ªa a una hipot¨¦tica mayor pureza, y, por tanto, una mejor posibilidad de encarnar el genio, que no admite componendas. Llevado por este mismo ¨ªmpetu, las primeras novelas del escritor angloamericano Henry James (1843-1916) giraron sobre la aventura creadora de diversos artistas pl¨¢sticos, si bien, escritas durante la primera mitad de la d¨¦cada de 1870, hay en su planteamiento no poco de iron¨ªa y talante melanc¨®lico. Acaba de ser traducida al castellano la m¨¢s importante de ellas de este periodo, la titulada Roderick Hudson (Funambulista), pero tambi¨¦n un par de novelitas cortas, incluidas en un solo volumen, La Madonna del futuro y La amante de Briseux (Siete Noches), en las que respectivamente vemos fracasar a tres artistas con y sin genio. Roderick Hudson es un joven norteamericano de provincias, de indudable genio para la escultura, que se ve imprevistamente lanzado al ¨¦xito gracias al generoso mecenazgo de un rico ocioso, pero culto, el cual decide no s¨®lo sufragar su formaci¨®n en Italia, sino que le acompa?a en este arduo periplo en calidad de amigo, Hudson, en efecto, est¨¢ a punto de alcanzar su sue?o de triunfar, pero, en el momento decisivo, se le cruza una hermosa joven, cuyas veleidades lo llevan al suicidio. En los otros dos casos, un pintor extravagante naufraga en la impotencia por su af¨¢n de hacer una obra maestra, la "Madonna del futuro", mientras que otro pintor, favorecido por las circunstancias materiales, pero sin ¨¢pice de ambici¨®n y, menos, de genio, naufraga en su propia mediocridad. Antes y despu¨¦s de James, hasta llegar a la actualidad, el tema de los artistas como protagonistas de novela se ha repetido casi hasta la saciedad, aunque las ¨ªnfulas sobre su estirpe genial se han rebajado a los m¨ªnimos, porque la mayor parte de las tramas argumentales al respecto hoy se enredan en la descripci¨®n de los corruptores trucos del mercado, lo cual puede tener una validez sociol¨®gica, pero le quita todo aliciente ¨¦pico. Cuando anta?o los artistas eran simplemente maestros hac¨ªan, de vez en cuando, impremeditadas obras maestras, que les hac¨ªan felices, aunque no hubiera nadie que les advirtiese de su condici¨®n genial. A los artistas contempor¨¢neos les ocurre m¨¢s o menos igual, salvo que deben soportar el aplastante peso de no ser nunca genios del todo, sobre todo, porque est¨¢n demasiado al alcance de la vista de todo el mundo. Aunque tengan un asombroso talento y sean famosos, no pueden evitar la sospecha de que todo es producto de la publicidad.
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