Callejeo seductor en el Trastevere
De la plaza de Santa Mar¨ªa al mercado de Porta Portesse, un barrio romano vital
Sucede siempre con Roma lo que a veces sucede con el rostro de algunas personas c¨¦lebres. Posee esa cualidad enga?osa de lo que todo el mundo cree conocer. Pero cuando el viajero se detiene, comienza a comprender que Roma es, por encima de todo, herm¨¦tica y secreta. Y m¨¢s a¨²n esa Roma que fue durante siglos el m¨¢s all¨¢ de Roma, ese tras-tevere (tras el T¨ªber) que marcaba el conf¨ªn con los etruscos, y luego se convirti¨® en barrio marginal sirio y jud¨ªo. Al Trastevere hay que entrar por la Porta Settimiana, la ¨²nica de las tres puertas que se mantiene en pie de la muralla aureliana, junto a la Villa Farnesina, uno de los palacios renacentistas m¨¢s significativos de la ciudad, y casi completamente desconocido para el turista apresurado. Nada m¨¢s entrar se percibe de una manera ambigua que este barrio de Roma elude la violencia monumental de la ciudad, se encierra en una seducci¨®n distinta.
Roma hace sentir al viajero que lo que se alza frente a ¨¦l es necesario, pero el barrio del Trastevere no somete al viajero a esa imposici¨®n, sino que le hace creer que todo ha sucedido all¨ª como ligeramente de lado
Mientras lo monumental nace gigante y pretende empeque?ecernos para hacernos sentir m¨¢s significativamente su poder, los barrios seductores lo son para la vida, por eso permanecen para siempre en la memoria sentimental de los viajeros mucho m¨¢s que los aparentemente grandiosos. En el Trastevere, la seducci¨®n aparece en primer lugar como una cualidad suplementaria de la forma; es l¨¢bil y dif¨ªcil de desentra?ar, en cierta medida insoluble, porque parece fortuita. Roma hace sentir al viajero que lo que se alza frente a ¨¦l es necesario, pero el barrio del Trastevere no somete al viajero a esa imposici¨®n, sino que le hace creer que todo ha sucedido all¨ª como ligeramente de lado y que en ese lugar en el que todo ha sucedido de lado, lo ¨²nico que ha atravesado de lleno el coraz¨®n de las calles ha sido la vida.
Cualidad m¨ªtica
El peque?o v¨ªcolo del Ponte Sisto muere en la plaza de Trilussa, junto al T¨ªber, y de ah¨ª arranca el estrecho v¨ªcolo del Moro, por el que se entra definitivamente al barrio. Una entrada que es como una grieta, un intersticio, un vac¨ªo. El Trastevere es un barrio laber¨ªntico y, como todos los laberintos, impone ese reflejo de cualidad m¨ªtica de tantas ciudades mediterr¨¢neas, esa Creta inexpugnable en cuyo centro se alza el coloso. Todo huele aqu¨ª de una manera impetuosa y viva a medida que vamos callejeando por el v¨ªcolo de Pellicia hasta la plaza de San Egidio.
Tambi¨¦n el laberinto tiene sus secretos... probablemente haya muy pocas cosas tan fascinantes como estar perdido por primera vez en el Trastevere y toparse de lleno con la plaza de Santa Mar¨ªa... Y digo pocas porque, si bien es cierto que dif¨ªcilmente podr¨ªa competir con otras plazas de la ciudad en cuanto a grandiosidad o monumentalidad, hay pocas plazas en Roma que representen la vida como la de Santa Mar¨ªa in Trastevere. La seducci¨®n, nuevamente, anula el signo, desaf¨ªa al signo del poder pol¨ªtico o el econ¨®mico o el religioso, y se enfrenta con ese otro poder antagonista y sinuoso de lo que no es aprensible. Hasta la leyenda que hizo levantar la bas¨ªlica aqu¨ª es fascinante; en el a?o 38 antes de Cristo se dice que brota milagrosamente de este lugar una fuente de aceite (fons olei) que estuvo manando un d¨ªa completo. A?os despu¨¦s, los cristianos considerar¨ªan aquel prodigio una premonici¨®n de la venida de su dios y construyeron la bas¨ªlica. Y es que hasta eso resulta extra?o; no agua, ni vino, sino aceite. Sustancia sinuosa, superconcentraci¨®n de la vida; aceite. No hay aqu¨ª nostalgia, ni nada que se haya construido para perdurar, ni para rememorar, ni para recordar el poder. Y no hay nostalgia (a diferencia de muchos otros lugares en Roma) porque lo que hay aqu¨ª es vida, aceite, no hay objeto perdido ni recuperado, sino presente, algo que no ha dejado de acontecer.
Desde all¨ª, la Via de San Francesco a Ripa cruza en diagonal hasta el otro lado del r¨ªo haciendo la memoria medieval de estas casas. Hasta en esto el Trastevere es ilustre: cuando era uno de los barrios indigentes de la ciudad lo atraviesa uno de los indigentes m¨¢s ilustres de la historia, el harapiento Francisco, que viene de As¨ªs a pedir a una Iglesia podrida de riqueza que le permita a ¨¦l ser pobre. Y resulta curioso tambi¨¦n que una de las primeras iglesias que ordene construir est¨¦ precisamente all¨ª, junto a uno de los grandes mercados de Roma, el de Porta Portesse, en el que todav¨ªa hoy se abre los domingos una descomunal marabunta que mezcla a ropavejeros con buscadores de gangas.
Valle-Incl¨¢n, que vivi¨® algunos a?os muy cerca de aqu¨ª, dirigiendo la Academia de Espa?a en Roma, que todav¨ªa hoy se encuentra en lo alto del Gianicolo, recuerda en una entrevista una violenta escena de gatos en una ma?ana de primavera de 1934 que presenci¨® en este mercado. "Los gatos", dice, "eran veinte. De todas las edades y tama?os. Vagabundeaban como exp¨®sitos entre la riqueza del mercado de Porta Portesse. Les hab¨ªan echado cuatro malos restos y una paloma hambrienta trat¨® de aprovecharse. El gater¨ªo enloqueci¨® ante la intrusa, que no tuvo tiempo ni de levantar el vuelo. Comenzaron a llover zarpazos y se elev¨® esa suerte de griter¨ªo infantil que producen los gatos enloquecidos de odio, o de hambre, o de celo... por un momento tuve la sensaci¨®n de que aquella escena trasteverina se transfiguraba; que aquella paloma era un hombre al que ve¨ªa morir, y que ¨¦sa era la esencia ¨²ltima del barrio y la ciudad que viv¨ªa en Roma. Un hombre que muere bajo la violencia que nace de la vida".
Tambi¨¦n eso es el Trastevere; la paloma muerta que se queda abierta frente al T¨ªber, vencida a la violencia, como la bell¨ªsima estatua de santa Cecilia reci¨¦n asesinada que hay bajo el altar de la iglesia que est¨¢ a pocos pasos de all¨ª. Eso y todo; laberinto y monstruo, como en ese misterioso cuento de Borges: "?Lo creer¨¢s, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendi¨®...".
Andr¨¦s Barba es autor de Versiones de Teresa (Anagrama)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.